En el día 2 de septiembre de 1823, el séptimo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, el señor James Monroe, pronunció un discurso ante el Congreso de aquella nación en el cual enfatizó dos puntos: primero, que los países de Europa no podrán seguir colonizando tierras en el Hemisferio Occidental, y que no deben de interferir en los gobiernos de América Latina ya establecidos.
Es interesante notar aquí que en 1825, apenas dos años después del pronunciamiento que fue nombrado como la Doctrina Monroe, Simón Bolívar, El Libertador, declaró, “Nos vejan constantemente en nombre de la libertad”. A través de los años, la “doctrina” jugó un papel más y más preponderante en las relaciones EEUU con América Latina.
En 1848, el entonces presidente James Polk hizo uso de la doctrina para justificar la expansión territorial del país del norte. En los años 1870-80 los Estados Unidos de NA empezó a entender la doctrina como dando control completo aobre cualquier canal que uniera lo océanos Atlántico y Pacífico a través de América Central.
En 1904, el presidente Teodoro Roosevelt declaró que los EEUU de NA tenía pleno derecho de intervenir en cualquier país de América Latina que fuera culpable de conducta impermisible ya sea del punto de vista interno o externo. Esta política continuaba más o menos durante los regímenes de los presidentes Taft, Woodrow Wilson, con cierto ablandamiento durante el gobierno de Franklin Delano Roosevelt.
Con la institución de la Guerra Fría por Harry Truman, al final de la década de los años 40, la doctrina recobró toda su energía; mas se intensificó con el anticomunismo de los años siguientes. Ejemplos abundan como él de la intervención en Guatemala en 1954, en la isla de Cuba en 1961 y hasta ahora, y en la República Dominicana en 1965.
Quizás en ningún caso la interferencia en los asuntos internos ha sido tan poderosa con tanto sufrimiento del pueblo como en el caso de Chile en 1973. A nosotros nos tocó vivir aquellos años de violencia desenfrenada que desató el golpe de estado del general Auguso Pinochet contra el legítimo gobierno de Salvador Allende, el gobierno de la Unidad Popular.
El golpe fue diseñado aquí en los EEUU de NA bajo el auspicio de la administración de Richard Nixon y con particular complicidad del entonces secretario de Estado, Henry Kissinger. Extensivamente conocido que en los días inmediatamente anteriores y por un tiempo después del 11 de septiembre de 1973, naves de la Marina de EEUU estaban anclados en las aguas de Valparaiso, y que durante la tortura y muerte de Charles Horman, un joven norteamericano, que vino a Chile para ayudar a los trabajos de la Unidad Popular estaban presentes varios miembros de la Marina de Guerra de los EEUU.
Ahora, treinta y cinco años más tarde en pleno Siglo XXI, la penetración de América Latina por los organismos militar/inteligencia de este país sigue con enorme fuera. Hay que ver lo qué está pasando ahora en Bolivia, Honduras, en Cuba y Venezuela para darse cuenta hasta qué punto están los EEUU envueltos con actos de subversión y abierta agresión contra los gobiernos actuales.
Por suerte los gobiernos afectados ya no están dejando pasar estos actos y bajo la decisión y energía del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, están formando grupos como la Alternativa Bolivariana de las Américas — el ALBA.
¡Basta ya con la Doctrina Monroe!