“Esta es, por mucho, la economía mundial más fuerte que he visto yo en toda mi vida empresarial,” declaró recientemente el secretario del Tesoro, Hank Paulson, durante su visita a las oficinas de la revista Fortune.
¿De veras? ¿Fuerte para quién?
Para los jóvenes trabajadores y estudiantes por todo Estados Unidos, el cuadro no se ve tan bonito.
Los trabajadores de 20 a 30 años de edad hoy tienen varios trabajos, y trabajan horas aun más largas de lo que hicieron las generaciones anteriores. Sube el costo básico de la vida más rápido que los aumentos de sus cheques de pago.
Según los datos del departamento de Comercio un egresado típico masculino de escuela superior en 1972 pudo esperar ganarse el equivalente de poco más de $42.000 al año en dólares ajustados por la inflación. Ya treinta años más tarde ganaba ese mismo grupo alrededor de $29.000 por año.
Por supuesto, esto es para los jóvenes que alcanzan encontrar trabajo. Para millones de jóvenes sigue la búsqueda de trabajo, en especial para los jóvenes afronorteamericanos, latinos y de otras minorías. Aún con diploma universitario no hay garantía ninguna de empleo. Queda sin trabajo casi uno de cada cinco recién egresados.
Al igual que la baja de salarios y la falta de trabajos de buena calidad la crisis en el cuidado de salud también afecta a la generación joven. Reporta el Instituto de Política Económica que entre 1979 y 2004 el número de egresados recientes de escuela superior cubiertos por seguro de salud proporcionada por los patrones ha caído precipitadamente del 63 por ciento al 33,7 por ciento. Para los graduados de universidad resulta la situación un poco mejor, pero muchos tienen que aceptar una cobertura de mala calidad. Y, 18 millones de jóvenes adultos no tienen cobertura médica ninguna; son estos, por todos los índices, el mayor grupo de no asegurados.
También se encuentran siempre más apretados los estudiantes. A los jóvenes que tratan de completar su educación universitaria, se les imponen obstáculo tras obstáculo. Colegiaturas que andan por las nubes, siempre menos ayuda estudiantil, tazas de interés inestables en los préstamos estudiantiles y restricciones a los estudiantes inmigrantes, todos son partes de un ataque sostenido contra la educación superior.
Subiendo mucho más rápidamente que la taza inflacionaria global, han subido las colegiaturas en un promedio nacional del 35 por ciento durante los últimos cinco años nada más. En algunos colegios y universidades los aumentos han ido del 95 por ciento hasta el 100 por ciento desde el 2001. Muchos jóvenes ya no pueden asumir el cargo que se les exige para conseguir un grado de universidad. Los que sí lo hacen quedan atrapados en un sistema “deuda por diploma” que les deja endrogados con decenas de miles de dólares de préstamos estudiantiles que pagar.
Mientras tanto, durante 12 años de control republicano se quedó el Congreso con brazos cruzados. Desde las elecciones de noviembre de 2006 ha habido un mayor movimiento por la legislación educativa, pero todavía hay mucho que hacer para empujar adelante al Senado y a la Cámara de Representante sobre esas cuestiones.
Una parte de la reautorización de la Ley de Educación Superior (HEA, por sus siglas en inglés), actualmente en trámite en el Congreso permitirá un aumento a las becas Pell de su límite actual de $4.700 a $6.300; ¡ya para el año 2012! Debido a los rápidos aumentos en el costo de las colegiaturas y cuotas universitarias, proyecta la Asociación Estudiantil de EEUU que para que tengan las becas Pell el mismo poder adquisitivo que tuvieron a mediados de la década de los ’70 tuvieran que aumentarse a $9.000. Aunque la reautorización de la HEA sería un buen paso adelante, queda claro que muchas de sus medidas son insuficientes.
De importancia especial para los estudiantes inmigrantes es la ley DREAM que les ofrecería a los jóvenes indocumentados el mismo acceso a la ayuda estudiantil federal que ya tienen los demás estudiantes. Los senadores demócratas Harry Reid (de Nevada) y Dick Durbin (de Illinois) ya se han comprometido adelantarla en el Congreso.
Para los trabajadores jóvenes, el último aumento en el salario mínimo fue una victoria legislativa significativa. Otra medida importante es la Ley de Libertad de Escoger para los Empleados, que les dejaría a todos los trabajadores en mejor pie de lucha como para organizar a sus lugares de trabajo y luchar por esos salarios, pensiones y planes de salud que están siendo recortados por las grandes corporaciones.
Si logramos debilitar aún más a la ultraderecha en 2008 será posible una mayor presión por una legislación aún más progresista a beneficio de los jóvenes trabajadores y estudiantes. Muchas organizaciones de jóvenes y estudiantes, entre ellos la Asociación Estudiantil de EEUU y la Liga de Jóvenes Comunistas, ya se alistan para la lucha que se acerca. Ha llegado el momento de ponernos a trabajar.
C.J. Atkins es joven activista en Arkansas.
¿Economía ‘fuerte’? Pierden los jóvenes