OPINIÓN
Como tal vez la explicación no ha explicado nada hasta ahorita, lo diremos con palabras más simples: la HR 4437 está muerta.
Pues aquí nomás, con la novedad de que ya ganamos y nadie se ha dado cuenta. Y antes de que me pregunten de cuál fumé, dejen que me explique: hace unos tres meses, el 10 de marzo pa’ ser exactos, se desató la fiebre ésa de la marchitis aguda, altamente contagiosa y virulenta que obligaba a todo el que la agarraba a salirse de su casa y de su trabajo para ir a marchar por las calles de alguna ciudad.
En 50 días redonditos, del 10 de marzo al primero de mayo, calculamos que unos seis millones de personas se contagiaron de tan terrible enfermedad. Y hace poquito más de una semana, un tal Dennis Hastert, tercer chango más poderoso en el circo de Washington D.C., voz cantante de la carpa del circo también conocida como la Casa de Representantes, dijo que le va a echar una muy larga y profunda mirada a la propuesta de ley de inmigración que aprobó la otra carpa del circo, conocida como el Senado.
Como tal vez la explicación no ha explicado nada hasta ahorita, lo diremos con palabras más simples: la HR 4437 está muerta.
La mató el vocero de la mayoría Republicana Dennis Hastert. Su declaración de que hará “audiencias públicas” para discutirlas, en realidad quiere decir que la está poniendo en la sección más fría del congelador de las iniciativas de ley, y que difícilmente las va a descongelar antes de que lleguen las elecciones del 7 de noviembre.
Por el otro lado, debemos ser honestos. No la mató porque esté de acuerdo con nosotros en que la llamada “S 2611” es una porquería de ley de reforma inmigratoria, que criminaliza a más inmigrantes indocumentados de los que legaliza, sino porque es un tema terriblemente complicado e incómodo para los políticos que están de frente a la reelección.
Y la matamos nosotros, con nuestras marchas, porque nosotros fuimos los que volvimos incómodo el tema. De ser palabrería electoral, a fuerza de planchar calles a golpe de calcetín, lo volvimos un tema real, de seres humanos, de gente de carne y hueso.
Pero fue una victoria costosa. En primer lugar, nos costó matar la posibilidad de que se legalizaran algunos millones de inmigrantes indocumentados. Nos costó trabajo pero nos salía más caro el caldo que las albóndigas aceptar esa legalización a costa de la no legalización de otros millones de indocumentados.
La legalización de cinco millones era a costillas de la criminalización de otros cinco que no podían obtener la residencia, que tenían que salir del país para regresar alguna vez después de esperar en una cola de tres millones de personas, y de otros dos millones que tenían que esperar diez años para volver.
La legalización era tan mala que era como dice por acá nuestro compadre Omar López, paciente cero de la marchitis aguda, “la HR 4437 era como si nos hubieran metido un cuchillo de seis pulgadas, y la S 2611 era como si nos hubieran sacado tres pulgadas”.
Como tener tres pulgadas adentro (y no es albur), no era nada cómodo, los acusados de “radicales” decidimos que había que matar la iniciativa.
Hay que aclarar que todavía hay un grupito de activistas “sensatos” que prefieren quedarse con las tres pulgadas adentro, e insisten en que hay que revivir al muerto. Insisten en que hay que llegar a una “solución negociada” y lograr que nos saquen otra pulgada, y que dentro de diez años nos saquen otra y así. Quieren que se reviva la iniciativa y que se legalice la mitad de la gente.
A los demás, especialmente a los millones que se quedarían sin residencia, a los que verían separadas sus familias, a los que se volverían criminales si se quedan, les parece que vivir con dos o tres pulgadas adentro no vale la pena.
Compartimos su punto de vista. Aquí no vale más pájaro en mano que migrante criminalizado.
La opción real está en seguir de tercos, en seguir marchando.
¡Ganamos!