A pesar de los intentos del régimen narco-paramilitar de Álvaro Uribe para restarle credibilidad a las FARC, la organización insurgente colombiana cada día que pasa gana más respetabilidad y receptividad en amplios espacios de lo que se ha dado en llamar la “comunidad internacional” y ni qué decir a nivel nacional.
Ello ha sido más que evidente en lo que Alfonso López llama “la crisis de la crisis”, es decir, la reciente y terrible muerte de los 11 diputados del Valle del Cauca, caídos por el “fuego cruzado” entre las FARC y un grupo militar no identificado, pero que todo apunta hacia grupos altamente especializados de las fuerzas militares con asesores estadounidenses, que tienen la pretensión de “rescatar” a los prisioneros en poder de las FARC, que es lo mismo que matarlos en esos “intentos”.
La opinión internacional recibió el anuncio de las FARC como una muestra de seriedad de la organización guerrillera colombiana y le dio la credibilidad que ameritaba tal noticia. Por ello el pronunciamiento de la presidenta de Francia y la Cancillería de ese país no pudo ser más clara: Francia manifestó su oposición total a la orden de “rescate militar”.
La condena a las operaciones militares de rescate fue la nota predominante en las publicaciones internacionales. Todas, a una, reclamaban que la culpabilidad recaía en el presidente colombiano.
En estos precisos es una necesidad que la comunidad internacional analice la calificación de las FARC como una organización “terrorista”. Su inclusión en esta “lista” fue hecha por presión del primer estado terrorista del mundo, EEUU. Y ello no se compadece con la realidad.
Las FARC nacen en 1964 como respuesta a la violencia desatada desde el estado colombiano en aplicación del Plan LASO (Latin American Security Operation) y desde entonces su primera bandera es la paz entre los colombianos. Su seriedad respecto del Intercambio Humanitario Canje de Prisioneros de Guerra ha sido clara, diáfana, categórica.
En un país en guerra el pueblo desarrolla sus formas de resistencia — entre ellas la guerrilla — y en esa guerra fratricida e impuesta, ha habido, hay y habrá muertos de parte y parte. Esa es la dolorosísima realidad. En esa guerra contra el pueblo participa todo el estado: poder ejecutivo (ordena la guerra todos los días), poder legislativo (legisla para la guerra, crea impuestos para la guerra) y el judicial (que penaliza y desaparece el delito político).
El estado pretende continuar aplicando sus doctrinas de guerra para ellos continuar gobernando y aplicando políticas que sólo favorecen sus intereses (ver el estado en que viven las comunidades en Colombia: indigencia, pobreza, miseria, falta de salud, de educación, servicios públicos, etc.), en tanto la oligarquía se enriquece.
El pueblo, por su parte, desarrolla sus formas de resistencia, incluida la creación de formas armadas, las guerrillas. Las FARC tienen un programa que establece como su objetivo la “toma del poder” y una estructura de mando que responde a las orientaciones del Secretariado Nacional. Sus acciones militares tienen siempre consideración política y su realización depende de consideraciones políticas.
Las FARC no son un grupo terrorista porque no aplica el terror ni individual ni colectivamente. Si aplicara el terror individualmente hubiera matado quién sabe a cuántos politiqueros tradicionales (liberales y conservadores) que han orientado el masacre de la oposición y de los luchadores populares a través de los militares-narcoparamilitares. Si las FARC fueran terroristas, tengan la seguridad, la oligarquía ya hubiera sentido en su carne la mordedura del plomo de la insurgencia.
Las FARC condena el terror como forma de accionar político-militar y no lo aplica contra la oligarquía. Sus acciones van dirigidas a golpear a las fuerzas militares-narcoparamilitares y, obligados por las circunstancias de la guerra, en ocasiones captura a miembros de la “clase política”, a ciertos funcionarios estatales. Pero, hay que tenerlo siempre presente, no es su principal forma de accionar.
Ya lo han dicho muchos países de la comunidad internacional, especialmente Francia, Suiza y España. La exigencia del Intercambio o Canje de estos gobiernos al gobierno de Uribe es una injerencia beneficiosa para la paz en Colombia. Que contrariará los planes guerreristas de EEUU que pretende mediante dichos planes apoderarse de TODAS nuestras riquezas naturales con el mínimo esfuerzo (el Plan Colombia lo sufraga Colombia en un 93,5 por ciento).
En dirección a la injerencia beneficiosa de Europa, es fundamental el reconocimiento de las FARC como fuerza beligerante, como bien señala la propia organización insurgente, toda vez que la demencial ceguera de Uribe sólo le permite escuchar los “cantos de sirena” guerreristas de EEUU, los cuales de paso satisfacen su morbosa obsesión.
— Agencia de Noticias Nueva Colombia
¿Son las FARC terroristas?