El gobierno derechista del presidente mexicano Felipe Calderón está al punto de presentar un plan que sus opositores temen puede involucrar la privatización de la empresa gubernamental petrolera, PEMEX. Ya están peleando entre y dentro los partidos políticos sobre que postura adoptar al respecto.
Calderón, contando con el respaldo de los legisladores de su propio Partido de Acción Nacional (PAN) y bastantes del antiguo partido de gobierno, el PRI, ha estado promoviendo políticas de libre comercio y neoliberalismo, además de la privatización de entidades publicas y el debilitación de las leyes laborales y de libertades civiles. Aparentemente esperaba promover la privatización (bajo otro nombre) de PEMEX sin mayores dificultades. Pero la movida iba a requerir cierta precaución, pues la nacionalización del petróleo bajo el gobierno del ex presidente Lázaro Cárdenas en los 1930 se considera un episodio heroico en la historia del país, y se ve al petróleo como un patrimonio nacional clave.
Primero vino un bombardeo propagandístico en que se alegaba que PEMEX iba derechito a la quiebra por que una falta de capital le impede el comienzo de pozos nuevos mientras que los actuales se agotaban. Eso, según Calderón, significaba la necesidad de pactos con empresas privadas del extranjero. Algunos expertos del sector petróleo cuestionaban eso, diciendo que el gobierno disponía de suficiente capital.
Al parecer, PEMEX seguiría existiendo como un casco vació, mientras que una tras otra de sus funciones claves se contratan a monopolios internacionales privados. De esta manera Calderón podría decir que no se trata de una privatización de PEMEX, sino de arreglos con la empresa privada para mejorar sus funciones. Pero en realidad seria una privatización en todo menos el nombre.
Antes los mexicanos se asustaron cuando se enteraron que se habían firmado contratos enormes con el monopolio norteamericano Halliburton para perforar posos nuevos y mantener los oleoductos. Un motivo de muchos que se oponen a la privatización de PEMEX es el temor de que tal movida abriría la puerta a más ingerencia extranjera en el país. El pueblo está bien enterados de los lazos políticos de Halliburton en Estados Unidos.
Y ahora viene otro escándalo. El candidato del partido centroizquierdista, el PRD, en las elecciones presidenciales de 2006 y antiguo gobernante del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, reveló al público que tiene copias de varios contratos con PEMEX que fueron firmados por Juan Camilo Mouriño, actual secretario de gobernación, en nombre de compañías privadas controlados por la familia Mouriño.
Antes de hacerse presidente, Calderón ocupaba el mismo puesto de secretario de Gobernación en el gabinete del presidente Vicente Fox Quezada, con jurisdicción sobre los asuntos de PEMEX. En aquel entonces Mouriño era uno de sus principales ayudantes. Pero no solo era el caso que Mouriño seguía con intereses materiales en compañías que hacían negocios con PEMEX, en si un tremendo conflicto de intereses. Mouriño era una parte tan integral de estas empresas que su propia firma aparece como sus representantes en contratas con el gobierno mexicano que lo empleaba.
En la mayoría de los países un conflicto ético tan enorme seria causa de que el funcionario pierda su puesto, y tal vez vaya a la cárcel. Pero Calderón defiende a Mouriño.
Mientras tanto la principal oposición legislativa a los planes de privatización de PEMEX viene del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y dos partidos más pequeños que forman un bloque con el PRD.
Pero a la vez hay una tremenda batalla dentro del PRD por la dirección del partido.
El PRD fue formado en 1989 por la amalgamación de diversas corrientes políticas, incluyendo muchos antiguos militantes del Partido Comunista Mexicano (PCM) pero también muchos militantes del PRI que salieron de aquel partido por no estar de acuerdo con su girazón a la derecha. Con un origen tan heterogéneo, no es sorprendente que desde el comienzo el PRD ha tenido muchos pleitos internos.
En las elecciones internas del PRD el 16 de Marzo, cuyos resultados no se han resuelto todavía, se manifestó una división marcada entre derecha e izquierda.
Un candidato a la presidencia del PRD, el ex secretario general Jesús Ortega, cuenta con el respaldo de la tendencia más centrista llamada “Nueva Izquierda”. La otra tendencia, “Izquierda Unida”, respalda a Alejandro Encinas, que brevemente fue gobernador del Distrito Federal, y toma posiciones más a la izquierda, además de tener vinculaciones más cercanas con López Obrador. Algunos elementos de “Izquierda Unida” temen que los de “Nueva Izquierda” no van a presentar suficiente resistencia a Calderón en temas como el de la privatización de PEMEX. No se descarta la posibilidad de que el PRD se divida.
La posibilidad de derrotar al plan calderonista de entregar el petróleo mexicano a capitalistas extranjeros depende de la unidad y la movilización popular de una oposición dentro y fuera del congreso.
Abren camino a lucha contra privatización de PEMEX