El próximo 18 de mayo, Argentina concurre por segunda vez a las urnas. Esta vez se enfrentará a las mínimas alternativas de Néstor Kirchner, un peronista del ala centro – progresista, ligado a Duhalde y el reciclado y cuestionado ex presidente, Carlos Menem.
Ni uno ni otro aseguran un cambio real para la trágica situación de millones de argentinos. Pero, entre los dos, Menem parece ser el peor camino.
Cuando sólo falta una semana para el “ballotage” que decidirá el nombre del futuro presidente de la República Argentina, la ventaja que dan las encuestas a Néstor Kirchner sobre el cuestionado Carlos S. Menem parece contundente e irreversible. Los últimos sondeos ubican al primero con cuarenta puntos de diferencia sobre el veterano ex presidente.
La segunda vuelta, que se realiza por primera vez en la historia argentina, tiene connotaciones políticas mucho mayores que el dirimir al futuro mandatario. Para la mayoría de los expertos ésta será un verdadero plebiscito que puede sepultar en forma definitiva las ambiciones de poder de Menem, quien, tras dos períodos consecutivos como presidente, dejó un déficit fiscal superior a los 11 mil millones de dólares, más de catorce millones de pobres, un índice de desempleo de 23 %, una deuda externa impagable y una privatización en masa de empresas estatales que, en medio de procesos plagados de irregularidades, terminó de hundir la precaria economía transandina, dejando una pesada mochila a su débil sucesor, Fernando de La Rúa, quien vio impotente cómo uno de los países más ricos del continente descendió a los más vergonzosos índices de miseria que registra la historia continental del siglo veinte.
Mientras Kirchner acumula los votos del resto de los candidatos y logra importantes respaldos, especialmente de los presidentes de Brasil y Chile, Menem debe conformarse con explotar su condición de “futuro padre” y hacer un repaso por programas faranduleros, tanto en su país como en Chile, donde los medios de comunicación han explotado hasta la saciedad la imagen de una Cecilia Bolocco que poco o nada tiene que ofrecer al pueblo argentino, salvo, tal vez, la capacidad camaleónica de la ex reina de belleza para posar como una deslavada caricatura de Eva Perón, uno de los iconos políticos más venerados en Argentina.
Todo parece indicar que el 18 de mayo será una fecha trascendente para el vecino país. Marcará el entierro de un político carismático y muñequero, que se sirvió de todos los recursos, legales o no, para hacerse del poder, que exprimió la economía hasta lo inimaginable con tal de quedar como el mejor amigo de la banca internacional y no vaciló en destruir a quien se le cruzó con tal de alcanzar sus objetivos políticos.
Con Menem todo fue peor para Argentina y esa es la razón de la gran mayoría para no volver a votar por él. Nada anticipa que con Kirchner, un representante del “progresismo” peronista, sistémico y fondomonetarista, con breves episodios de moderada rebeldía, muy al estilo del “progresismo” laguista chileno, pueda haber mejores tiempos para nuestros vecinos.
Pero, puestos entre la sartén y el fuego, los argentinos parecen preferir cocinarse lentamente antes que quemarse con la receta que ofrece Menem en su hora nona.
Agencia de Noticias Mundo Posible
Argentina y las elecciones Entre la sartén y el fuego