Brasil: Victoria de Lula abre nuevo ciclo histórico

RIO DE JANEIRO (Prensa Latina) – Aunque el triunfo de Luis Inacio Lula da Silva en los comicios presidenciales de Brasil era previsto con certeza matemática, el propio líder del Partido de los Trabajadores (PT) sólo lo creyó cuando recibió el veredicto de las urnas.

Desde una semana antes, cuatro encuestas diferentes confirmaron que llegaba a la hora decisiva del pleito con la preferencia del 60 por ciento de los poco más de 115 millones de electores.

En aquellos siete días previos al domingo 27 de octubre, apenas descansó, mientras encabezaba la arrasadora ola de banderas rojas que atravesaba el país en los mayores y más jubilosos actos políticos en la historia de muchas ciudades.

Lula recibió el 61,27 por ciento de los votos válidos, contra el 38,73 por ciento de su rival, el senador y ex ministro de Salud, José Serra, de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), el llamado partido tucano que ejerció el gobierno en los últimos ocho años, al frente de una coalición de centro-derecha.

El tornero mecánico, nacido en el seno de una pobre familia nordestina, analfabeto hasta los 10 años, que se transformó en el más respetado líder sindical del país, organizador de las masivas movilizaciones populares que obligaron a la dictadura militar a retirarse del poder, obtuvo 52 millones 793 mil 261 votos.

En la práctica, dos de cada tres brasileños vistieron la camiseta blanca con la estrella roja sobre un horizonte verde, amarillo y azul, con la foto del líder petista y el reclamo 'por un Brasil decente, quiero a Lula presidente.'

Una abrumadora mayoría, sin precedentes, se manifestó a favor del cambio del modelo económico de corte neoliberal establecido por el derrotado gobierno tucano que privilegió las ganancias del capital financiero, multiplicó la deuda y acentuó la dependencia del capital extranjero, en detrimento de sectores productivos y laborales.

Un clima de fiesta espontánea se apoderó de las calles de todas la ciudades del país poco después del cierre de la votación, cuando el primer conteo extraoficial confirmó la victoria del candidato de la mayor coalición de centro izquierda jamás formada en Brasil.

En Río de Janeiro, donde Lula recibió una votación récord de 78 por ciento de los sufragios, caravanas de autos recorrían las avenidas, ondeando las banderas petistas, sonando claxon, mientras me dirigía al céntrico aeropuerto Santos Dumont.

Una hora después, al descender en Sao Paulo, donde radica la Dirección Nacional del PT y el nuevo presidente electo aguardaba el anuncio oficial de la victoria, el taxista que nos conducía al centro de la ciudad nos advirtió que el tráfico estaba imposible, con la concentración de público y carros en las calles.

En la Avenida Paulista, corazón del mayor centro económico y financiero de Sudamérica, una marejada roja se extendía por varias cuadras y crecía continuamente, cantaba y bailaba al ritmo del 'olé, olé, olé, olé, Lulaaa, Lulaaa,' en un ambiente sólo comparable a la conquista de la Copa Mundial de fútbol este año.

La fiesta ponía fin a cinco siglos de dominación de las élites tradicionales de poder, el agotamiento de una era republicana inaugurada en 1889 por el mariscal Deodoro de Fonseca, acaparada por otros mariscales, generales, abogados, jueces, hacendados, un médico, un ingeniero y un sociólogo.

La elección de un obrero como el primer presidente del siglo, del tercer milenio, tiene un valor más que simbólico, porque de hecho representa una revolución cultural en el más amplio sentido de la palabra, en el mayor país de Sudamérica.

'Brasil votó para cambiar,' diría Lula en su primer mensaje oficial a la Nación. 'La esperanza venció al miedo y el electorado decidió por un nuevo camino para el país.'

Al explicar el hecho sorprendente e irrebatible, abrumadoramente legitimado en las urnas, el líder petista estimó que se trata de una victoria de la sociedad brasileña.

'Nuestra llegada a la Presidencia de la República – subrayó con los ojos humedecidos por la emoción – es el fruto de un vasto esfuerzo colectivo, realizado, a lo largo de décadas, por innumerables demócratas y luchadores sociales'

Somos herederos y portadores del legado de dignidad humana, integridad personal, el amor por Brasil y la pasión por la justicia de muchos compañeros que la muerte se llevó antes de esta hora, enfatizó.

Lula aseguró que ellos eran la inspiración para 'la continuidad del combate en favor de los excluidos y los discriminados. El combate en favor de los desamparados, los humillados y los ofendidos.'

Nuestra victoria significa, sentenció, la elección de un proyecto alternativo y el inicio de un nuevo ciclo histórico para Brasil.

Lula consideró que 'fue fundamental que el PT, un partido de izquierda, haya sabido construir una amplia alianza con otras fuerzas partidarias' y el apoyo de millones de ciudadanos sin filiación partidaria que se comprometieron con su causa.

Cada pueblo tiene su idiosincracia, su cultura, su identidad, y se mueve y actúa de acuerdo con resortes que sólo los verdaderos guías, los líderes genuinos que interpretan sus ansias y deseos consiguen movilizar, 'encantar' como diría Leonarodo Boff, el padre de la Teología de la Liberación, al referirse al papel de Lula.

Así como la dictadura militar cedió ante el empuje de un movimiento de masas, que también desalojó del poder por corrupto a Fernando Collor de Mello –en otro hecho sin precedentes – los brasileños asumen esperanzados desafíos tan simples como garantizar empleo, alimentación, vivienda, educación, atención médica, cultura.

Alcanzar esos objetivos, a fin de cuentas garantizados como derechos constitucionales desde 1988, significa alterar la estructura de distribución del ingreso y la riqueza nacional en el país, concretar la reforma agraria y el crédito agrícola, erradicar el hambre y asegurar una escolarización de calidad.

Todo es inédito en este proceso. Por primera vez, un partido político de izquierda, constituido hace apenas 22 años por un núcleo proletario industrial, al que se sumaron intelectuales marxistas y católicos, ex guerrilleros y líderes sindicales, estudiantiles y profesionales, llega al gobierno en tan breve plazo.

Cualquier encasillamiento de este proceso puede resultar prematuro, superficial, ya sea en un análisis desde los dogmas de izquierda como desde una perspectiva conservadora.

Como todo lo nuevo, los analistas lo asumen con suspicacias, reservas y escepticismos. La población, con entusiasta ilusión.

En el plano continental, Estados Unidos después de pronosticar incertezas y crisis, opta por dialogar, quien sabe con la secreta intención de aguardar el presumible desgaste del ejercicio del poder en condiciones realmente adversas.

Representantes de Washington admiten que esperan un período de discrepancias y duras negociaciones en torno al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), su principal prioridad, como proyecto de dominio hegemónico en el área.

En el ámbito popular latinoamericano, el ejemplo del PT y la indoblegable voluntad de Lula también alientan los movimientos contrarios a la globalización neoliberal y sus nefastas secuelas de exclusión social.

Un mes antes de los comicios, un corresponsal norteamericano lo quiso poner en una posición incómoda al interrogarlo sobre el sentido de su amistad con el presidente de Cuba, Fidel Castro, y el de Venezuela, Hugo Chávez.

Sin alterarse, respondió que eso no es problema. También tengo relaciones con Fox en México, y con todos los países de Europa, de África y hasta con China.

Dos años antes, en noviembre del 2000, cuando viajó a Cuba al frente de una excursión organizada por el PT para recaudar fondos para la campaña electoral, respondió a los críticos que no quería desvincularse de la imagen de que es partidario de la Revolución Cubana. 'Soy amante de la revolución cubana,' enfatizó sin ambages.

Lula conoce los desafíos que lo aguardan, tanto en el plano interno y externo, y quiere probar que un obrero metalúrgico, sobreviviente de la más brutal selección social de las especies políticas, puede encaminar por rumbo cierto la energía y la voluntad de cambio popular que lo llevó al poder.