Nada es más fundamental al concepto de Estados Unidos de si mismo que la libertad de expresión y de asamblea. Sindicatos, declarados ilegal en los primeros años de la República, han luchado por estos derechos por tres siglos. Pero sindicalistas todavía no han ganado completamente el más mínimo derecho de organizar en el sitio de trabajo y protestar a través del paro.
Desde que el presidente Reagan echó a los 11 mil controladores de tráfico aéreo, las uniones laborales han estado bajo ataque y los trabajadores que se están organizando en el taller se enfrentan al hostigamiento y la pérdida de empleo. El derecho del trabajador a la libertad de expresión y acción, ganado con el Acta Wagner del 1935, está casi destrozado.
La nueva coyuntura política hace el debilitar los derechos laborales aun más alarmante. Después de 20 años de romper uniones y saqueo masivo de ganancias por los jefes de corporaciones, seguido por los recortes de contribuciones que ha convertido al superávit gubernamental en déficit, los trabajadores están peleando. Pero, sin dudas, nos dirán que algunos de los sindicatos son demasiado fuerte y que no podemos con sus reclamaciones.
Aun más alarmante, la administración Bush parece tener el Sindicato Internacional de Muelles y Almacenes (ILWU por sus siglas en inglés) en sus miras, y, quizás, a otros sindicatos también. Desde la presidencia de Reagan, nadie ha amenazado con un ataque tan audaz en contra de los sindicatos como él que estamos oyendo ahora durante las negociaciones del ILWU por un nuevo contrato.
Quitando el derecho de ir a huelga a través de la intervención federal, rompiendo los patrones de acuerdos unificados de del ILWU o simplemente haciendo a los obreros trabajar bajo el fusil parecen ser las únicas opciones del gobierno si hay un cierre patronal o una huelga por la ILWU.
La amenaza de la administración de usar las leyes o las tropas para abortar una huelga en los muelles antes de que pase – y ellos lo justifican, como a todo lo demás, en nombre de la “seguridad a la patria” – efectivamente destruye el derecho de los trabajadores negociar acuerdos. Viene tras la escalofriante violencia policiaca contra gente protestando el programa de la elite económica en Seattle, Génova, Washington y Toronto.
Podemos asegurarnos que, si hay éxito en atacar el ILWU, sería un golpe fuerte a todo el movimiento laboral norteamericano y le añadiría un nuevo elemento que da miedo a lo que es más y más anti democrático “guerra contra el terrorismo” del presidente.
Las luchas de este sindicato particular son especialmente importante. En la guerra civcil por los derechos obreros de la década de los 1930s, la policía disparó contra los estibadores de San Francisco cuando se fueron a la huelga.
A pesar de esto, bajo la directiva de Harry Bridges, el ILWU convirtió a los obreros abusado y pobres, considerados “ratas de los muelles,” en obreros orgullosos y buen pagados.
Su éxito impulsó el derecho de trabajadores organizarse en sindicatos a través de la Costa Occidental. El ILWU consecuentemente ayudó a las compañías modernizar los muelles, mantuvo una independencia del gobierno y sostuvo la democracia obrera entre sus afiliados. Es un sindicato poderoso y sus miembros viven bien como resultado.
Estas ganancias pueden perderse sin embargo. El gobierno y hasta la misma AFL-CIO casi destruyó el ILWU persiguiendo su liderazgo durante la caza de bruja anticomunista y tratando por 20 años de deportar a Bridges por subversivo.
El ILWU no solo sobrevivió, sino se convirtió en uno de los sindicatos más fuertes de EEUU. Demasiado de fuerte para los gustos de George Bush.
Yo no hablo para los sindicatos, solo por mi mismo. Pero, yo creo que la gente hoy no se mantendrá silenciosa si se atacan a los derechos de las uniones laborales, como muy mucho estaban cuando Reagan destruyó el sindicato de los controladores aéreos. Ya, miles de nosotros nos hemos unido a través de la Costa Occidental para apoyar el derecho del ILWU a libremente envolverse en negociaciones colectivas sin que se meta el gobierno.
En el Noroeste Pacífico – donde nació las luchas de libre expresión de los Obreros Industriales del Mundo (los llamados “Wobblies”) en Spokane, Centralia y Everett, hasta la Huelga General de Seattle en el 1919, hasta las masivas protestas en contra de la Organización Mundial del Comercio del 1999 – la gente conoce especialmente que luchar por los derechos laborales es básico para mantener y aumentar la democracia.
Lo que pase en los muelles, en Boeing o en un sinnúmero de otros sitos “caliente” laborales es importante para nosotros.
Aunque uno pertenezca o no a un sindicato, o esté de acuerdo o no con una huelga particular, está en el interés de la gran mayoría de nosotros proteger los derechos laborales por que tanto se luchó.
Martín Luther King, hijo, explicó que no hay tal cosa como una libertad a medias. O la tiene, o no la tiene. Como él nos dijo, el derecho de organizar es “el derecho de protestar por lo justo.”
Si el gobierno nos impide ese derecho destruyendo a un individuo o grupo, el resto de nosotros, al fin y al cabo, pagamos el precio en libertades perdidas. King murió para proteger nuestros derechos laborales, en una huelga de trabajadores para que reconozcan su sindicato y por mejores condiciones de trabajo en Memphis.
Cercándonos al Día del Trabajo, debemos recordar que no podemos perder nuestros derechos laborales, porque sin ello podemos perder nuestra libertad de pensar, de expresión, de acción política y otros derechos democráticos.
Michael Honey es cátedra Harry Bridges de Estudios Laborales en la Universidad de Washington y un profesor de estudios laborales y étnicos e historia norteamericana en la Universidad de Washington en Tacoma. Este artículo fue originalmente publicado en inglés en el Seattle-Post-Intelligencer, y se publica aquí con el permiso del autor. Se puede comunicar con el escritor al mhoney@u.washington.edu.
Bush amenaza sindicato y derechos laborales