Calentamiento global impacta vida indígena en el Ártico

Los cazadores indígenas inuit se están cayendo por el hielo siempre más delgado. Por primera vez se han visto delfines. Ya no hay suficiente nieve como para construir iglúes para albergarse en los viajes de caza.

Mientras buscan científicos determinar el impacto del calentamiento global, los exploradores cazadores que cruzan al norte del Canadá y a la capa de hielo del Ártico en trineo y a pie describen las realidades que ellos ven en esas áreas. Acaban de hablar tres de ellos a la Prensa Asociada.

“Esta es en verdad el lugar más afectado por el calentamiento global”, dijo Will Steger, residente de Minnesota de 62 años de edad que tiene 42 años viajando por la región y ha sido testigo del impacto del calentamiento global a los 155.000 indígenas del Ártico.

“Durante 5.000 años ha vivido aquí una cultura dependiendo de un ecosistema delicado e interconectado y, uno por uno, se les están quitando las pequeñas clavijas de ese ecosistema”, dijo Steger por teléfono de satélite desde un pueblito cerca de Iqaluit, algunas 200 millas al sur del Círculo Ártico. Iqaluit es capital administrativa del territorio canadiense de Nunavut.

Steger, que hizo el primer viaje al Polo Norte por trineo de perros sin reabastecimiento en 1986, está viajando en trineo con guías inuit por tres meses tras la Isla de Baffin, en la esquina nororiental de Nunavut, con dos equipos de perros esquimales y un camarógrafo.

Está grabando su aventura de 1.200 millas en su sitio de Web, y está haciendo un documental sobre cómo los cazadores inuit han sido obligados a adaptarse a un Océano Ártico más cálido y una capa polar de hielo que se derrite. En junio presentará una ponencia ante una comisión del Senado de EEUU sobre el cambio climático.

Cuando fue entrevistado a comienzos de marzo, él y sus colegas estadounidenses e inuit estaban en camino hacia el Río Clyde, pasando por la población más importante de osos polares en el mundo. Todavía reinaba el pleno invierno en el Ártico, pero la temperatura, 11 grados fahrenheit, más parecía a la primavera.

Dijo él que los cazadores que él encuentra en la Isla de Baffin le describen a criaturas que ni nombres tienen en su idioma, el inuktitut: petirrojos, pinzones y delfines. Dijo que todos le dicen la misma cosa: Que ya es demasiado peligrosa la caza sobre el siempre más delgado hielo marítimo.

“Todos estos pueblitos han perdido a gente por el hielo”, declaró Steger. Cuando se trata de un pueblito pequeño de 300 o 400 habitantes, la pérdida de tres o cuatro de sus cazadores maestros es algo tremendo”.

Dice Meeka Mike que hace diez años que se pudo distinguir a la creciente delgadez del hielo, obligándo a los animales del Ártico migrar más al norte. Ahora suelen encontrar los cazadores inuit como ella a cachorros de morsa y de foca atorados y abandonados a la muerte sobre el hielo flotante.

“Ahora nos tarda más en llegar a nuestras zonas de caza porque ya no tenemos acceso por vía del hielo”, dice Mike en su casa de cedro en Iqaluit, sentada en el piso con sus amigas mientras cose un par de pantalones de piel de caribú que usará ella la próxima vez que vaya trasladar víveres a la expedición de Steger en motonieve y trineo de madera.

“El hielo se congela mucho más tarde y por eso está más delgado y se quiebra cuando la marea durante la luna llena”, dice ella, apuntando a la Bahía de Frobisher, brazo gigante del Mar del Labrador a la esquina sudeste de la Isla de Baffin.

Para alguien de afuera, la bahía parece estar en pleno invierno cubierta con hielo con toques de betún de vainilla. Pero dice Mike que los cazadores pueden ver subir y bajar la bahía con la marea.

La vida, dice ella, “anda muy fuera de sintonía”.

Ella culpa a los estadounidenses por emitir la cuarta parte de los gases invernaderos del mundo, gases que, según los científicos, constituye la causa más probable por el calentamiento. Pero no corresponde a la cultura inuit acusar demasiado a nadie, y ella lo dice con una sonrisa. “Desgraciadamente, ustedes son la gente que causa la mayor parte de este cambio de clima”, ella le dice a un periodista estadounidense.

Más al norte aun se encuentra Rosie Stancer, una madre de 47 años y pariente lejana de la familia real británica. Comenzó ella su viaje solitario de 60 días el 6 de marzo, buscando cruzar 475 millas del congelado Océano Ártico para llegar al Polo Norte, usando brújula y navegación solar y de satélite. Lleva consigo su propia comida y combustible en un trineo que ella misma arrastra, y trae consigo una escopeta para correr a los osos polares.

Si es que llega a su destino, será la primera mujer que habrá viajado a solas a ambos polos. En 2004 fue la segunda mujer que llegó a solas hasta el Polo Sur.

Ya para el Domingo de Pascuas todavía le faltaban 324 millas para llegar. Y con o sin calentamiento está sufriendo los efectos del Ártico, con una ligera congelación en dos de los dedos de los pies. Está examinando a los efectos del calentamiento global para un instituto de investigaciones polares de la Universidad de Cambridge. “Voy a monitorear a las temperaturas y la dirección del viento, comparando las condiciones del hielo con las de hace 10 años atrás”, dijo Stancer en una entrevista telefónica desde la Bahía Resoluta, en donde estaba a 45 grados bajo cero fahrenheit varios días después de su salida.

“Si puedo volver como una persona ordinaria con un relato de primera mano, dará al blanco ese mensaje y despertaré a las conciencias individuales sobre la necesidad de limpiar a nuestro propio patio trasero”, dijo Stancer.

Su peor obstáculo, dice ella, es el tiempo: mientras se derrite la capa de hielo cada año resulta más corto el período durante el cual el hielo está suficientemente seguro como para permitir el aterrizaje de un avión de regreso. Dicen los pilotos que tiene ella apenas 60 días para llegar hasta el Polo Norte, aunque la mayor parte de los equipos se han tardado más en llegar.

“Sabes que todo el mundo grita ‘Ay, Dios,’ y se indigna por nuestro cambio de clima, pero ¿qué esperaban?” dice Stancer de los que apenas están despertando al calentamiento global. “¿Por qué se sorprenden de que este es un planeta que vive y respira?”