El presidente Hugo Chávez nunca condicionó normalizar las relaciones con el gobierno colombiano al retiro de la calificación de terroristas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y al Ejército de Liberación Nacional (ELN). Fue la tergiversación de la “gran prensa” y el apresuramiento de los voceros uribistas para opinar antes del Mesías, como parte del ejercicio zalamero y de lambonería al que están acostumbrados. Es el colmo de la irresponsabilidad. Ni siquiera se informan bien antes de hablar. Basta leer el discurso del presidente Chávez para tener cabal dimensión de lo que él dijo. Se trata de una propuesta a los gobiernos de Colombia y del mundo para que saquen de la lista de organizaciones terroristas a las FARC y al ELN en función de los diálogos que deben concretarse con el acompañamiento internacional.
Chávez puso el dedo en la llaga. Pues a pesar de que están en las listas de organizaciones terroristas de la Unión Europea y de Estados Unidos, son numerosos los gobiernos, que tienen contactos con las FARC y el ELN en la búsqueda del acuerdo humanitario y de la solución política negociada del conflicto colombiano. Algunos tienen los contactos públicos, otros, quizás timoratos, los tienen en secreto. Lo mismo ocurre con algunas personalidades nacionales. Es paradójico que César Mauricio Velásquez, uno de los nuevos halcones de la Casa de Nariño y guerrerista de nuevo cuño, cuando fue presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá, antes de ser cooptado con la dádiva del cargo de jefe de prensa de la Presidencia de la República, se reunió cerca de La Uribe (departamento de Meta) con Carlos Antonio Losada y Andrés París [dirigentes de las FARC] para conversar de paz e intercambio humanitario.
Fue una reunión secreta de la cual ahora César Mauricio no quiere acordarse. Así se lo comentó un jefe guerrillero a un periodista europeo, que se mostró asombrado por la actitud beligerante y guerrerista del ahora jefe de prensa de la Casa de Nariño, quien, según dicen por ahí, aspira a ser el próximo Alto Comisionado de Paz.
La reacción en Colombia ha sido virulenta. El gobierno rechazó de manera brusca la propuesta venezolana, como si el presidente Uribe, quien califica a los paramilitares de “muchachos de las AUC”, no estuviera desmedido para darle carácter político al paramilitarismo y favorecer a sus capos y miembros con los beneficios de la ley de justicia y paz. También protestaron los empresarios, que financiaron y auspiciaron a los paramilitares, los mismos que motosierra en mano asesinan a inermes ciudadanos y ciudadanas de la izquierda, el sindicalismo, la juventud y el movimiento agrario. No faltó la protesta de los dos partidos tradicionales, infiltrados hasta la médula por los narcotraficantes y el paramilitarismo, la peor expresión de la degradación del conflicto. Todos cómplices de delitos de lesa humanidad. ¿Con qué autoridad rebuznan estos terroristas de Estado?
El autor es director del semanario colombiano “Voz”.
Chávez puso dede en la llaga