SANTIAGO DE CHILE (Prensa Latina) - Mucho es lo que la historia, escrita por los vencedores, ha ocultado, entre todas ellas, de lo que menos se ha hablado o escrito es del aporte a la construcción, desarrollo y defensa del gobierno de la Unidad Popular que hiciera la juventud.
No obstante, ello no es impedimento para que los jóvenes de este tiempo nos demos cuenta y descubramos el verdadero significado de un gobierno que marcó a las generaciones desde aquel fatídico 11 de septiembre de 1973.
Hablar de Salvador Allende es hablar de fuerza, de energía, de coraje, de rebeldía y de juventud. Hablar de Allende no es sinónimo de pasado, por el contrario, hablar de Allende es hablar de presente, pero por sobre todo, es hablar de futuro.
Fue la juventud el permanente soporte de las distintas campañas que Allende debió sortear antes de convertirse en el más democrático de los presidentes que la historia de Chile haya conocido. Fue a la juventud a quien se refirió de manera especial durante los mil días de su gobierno, fue con la juventud con quien compartiera los momentos de triunfo aquel 4 de septiembre de 1970, cuando desde los balcones de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) nos llamaba a irnos tranquilos a nuestros hogares, a besar nuestros niños, pues la etapa que con aquel triunfo comenzaba, sin lugar a dudas traería consigo más trabajo, más esfuerzo, más sacrificios, más compromiso, más conciencia.
La juventud respondió a su llamado y se puso a disposición del pueblo y el proceso que junto a Salvador se había iniciado en nuestro país. Ocupó lugares en La Moneda, en la realización de la política que el compañero presidente quiso implementar.
En definitiva, gracias a Allende, la juventud cumplió el rol más importante al cual esta llamada: la realización de la Revolución.
Grandes luchas se debieron librar, combates permanentes contra la reacción, contra el imperialismo norteamericano que desde un principio se entrometió en el destino que nuestro país estaba construyendo.
Allende realizó grandes llamados a defender la Revolución que había comenzado, nos llamó a colocarnos en la primera línea de fuego en la lucha contra el fascismo.
“Jóvenes revolucionarios son aquellos que por su conciencia, por su nivel político alcanzado, no buscan el escapismo, no caen en la marihuana ni en el vicio, no se lanzan a la vida placentera, olvidando su responsabilidad con el pueblo y con la tierra donde nacieron”, nos dijo en la clausura del VII Congreso Nacional, realizado en el Estadio Nacional el 9 de septiembre de 1972.
Más aún nos hizo un fuerte llamado a combatir el fascismo y dijo: “el fascismo, en estos pueblos jóvenes, como el nuestro, se nutre, fundamentalmente, de los desclasados, de los desposeídos sin conciencia social, y se nutre de la rebeldía sin orientación, del coraje sin destino, de juventudes engañadas”.
“Por eso jóvenes de mi patria -expresó- en esta hora ustedes deben ser los combatientes más duros y más acerados contra la amenaza fascista que pretende destruir nuestra democracia y terminar con nuestras libertades”.
Mirando el presente que a los jóvenes de hoy nos toca vivir, mirando al mundo que nos toca enfrentar, al uso de la hegemonía armamentista instalada globalmente, las palabras de hace 31 años tienen la vigencia y validez que sólo la realidad puede confirmar.
La misma vigencia y validez de las palabras de Allende la tiene el proyecto revolucionario que levantó junto a los Partidos de la Unidad Popular.
Es cierto, así lo sentimos aquellos que no tuvimos la suerte de disfrutar del medio litro de leche diario por cada niño, los que no disfrutamos de la supresión de los sueldos fabulosos, los que no conocimos, como aún no conocemos, de la verdadera justicia social, de la igualdad de oportunidades, del derecho a la educación, a la salud, en fin, los que no conocimos de un gobierno popular, del pueblo y para el pueblo.
A 30 años del golpe fascista, de aquella derrota que no solo los chilenos sufrimos, sino que también lo sufrieron los países hermanos que vieron en Chile y su pueblo la realización de una sociedad distinta, podemos decir, los jóvenes de hoy y no de ayer, que aún estamos de pie, que las ideas no mueren, que los que pensaron que liquidando a un luchador social, a un político de la estatura de Salvador Allende, triunfaría la mentira, el oscurantismo y los intereses de las minorías, se equivocaron rotundamente.
Allende Vive no es sólo una consigna, un rayado en la muralla de las poblaciones populares, no es un mero acto de retórica nostalgia. Allende Vive es un grito del alma, desde lo más profundo del pueblo, es un fuerte grito como sólo la juventud lo puede gritar.
Allende no sólo está en las ropas y pechos de jóvenes rebeldes que aún no encausan su rebelión contra el sistema, como él lo reclamó. Allende es mucho más que eso. No se trata tampoco de una leyenda y menos de un dios.
Allende es el reflejo hecho persona de un sentimiento profundo, de un reclamo urgente, de un proyecto vivo, latente, vigente, que en la construcción del hombre nuevo que proclamó el Che Guevara, en la construcción de un nuevo sujeto revolucionario que emerge de las luchas populares.
Su legado se irá materializando para dar paso a una nueva sociedad, radicalmente distinta a la que nuestros pueblos viven hoy, una sociedad distinta como la soñó Allende, una sociedad socialista, revolucionaria, transversalmente diferente a la que defienden hoy aquellos que han traicionado su legado colocándose del lado del capital, del acomodo, olvidando su responsabilidad con el pueblo y con la tierra que los vio nacer.
El autor es Secretario General de las Juventudes Comunistas de Chile.
Chile: Allende vive