KOLKATA, La India — Ibrahim Gambari, enviado especial del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para Myanmar (antes Birmania) llegó a Yangon, la ciudad más grande del país, el 29 de septiembre. Regresó a Nueva York el 2 de octubre para entregar su informe al Consejo de Seguridad de la ONU. Durante su visita tuvo reuniones tanto con la líder pro democracia Aung San Suu Kyi como el jefe de la junta militar, el general Than Shwe.
Mientras salía Gambari del país, el gobierno militar declaraba oficialmente “el restablecimiento de la paz y el orden”. Solo pocos días antes habían sacudido este país sudasiático protestas encabezadas por miles de monjes budistas.
Gambari deja atrás a una nación abrumada por incertidumbre sobre su futuro y gente que viven con el temor de ser detenidos y encarcelados sin ninguna justificación. El país se encuentra en las garras de una crisis que venía en camino desde hace varias décadas.
Un reporte de la BBC estima que en el 1 de octubre fueron arrestados en secreto algunos 4.000 monjes y que fueron enviados al extremo norte del país. Según informes recibidos, más monasterios han sufrido redadas de la policía mientras el gobierno sigue buscando y arrestando a quienes ayudaron a dirigir las protestas.
También hay interrogaciones y arrestos a civiles. Si se reúnen siete o más personas están sujetos a la cárcel sin más razón. Se ha bloqueado el Internet en todo el país y están siendo intervenidas todas las comunicaciones domésticas e internacionales. Quien pase información al exterior lo hacen a riesgo de su vida.
La situación económica de Myanmar está en declive desde hace varios años. La economía está controlada casi por completo por la junta militar. Se necesitan licencias para todas las importaciones y exportaciones. Enfrentan los empresarios un sinnúmero de requisitos y trámites burocráticos, y hay en todas partes oportunidades para el soborno y la corrupción.
El comercio del arroz, grano básico que Myanmar se enorgullece de producir y artículo básico tanto para el pueblo que para la economía, está controlado por compañías ligadas a los militares. Aunque estén subsidiados muchos artículos de primera necesidad, se hacen disponibles al pueblo solamente en cantidades limitadas. Más de la mitad del presupuesto anual del gobierno está destinado a las Fuerzas Armadas, estrangulando a las necesidades sociales de 49 millones personas.
Las duras sanciones económicas impuestas contra Myanmar por EEUU y la Unión Europea han sumergido a la mayoría de la población en la pobreza. Y, si fuera poco eso, el gobierno militar acaba de construir una nueva ciudad capital, Naypyitaw, en plena selva a 200 millas al norte de Yangon. El costo de este proyecto contribuyó a la crisis económica del país.
A fines del 2006 comenzaron a subir repentinamente los precios de los artículos de primera necesidad. Subió el arroz, los huevos y el aceite comestible entre 30 a 40 por ciento. Un hogar típico ya gasta el 70 por ciento de sus ingresos en alimentos.
A partir del 15 de agosto el gobierno subió el precio del combustible; se duplicó el precio del petróleo y del diesel, y el precio del gas natural, utilizado en todos los camiones de pasajeros, medio principal de transporte para los trabajadores del país, subió 500 por ciento. En turno, subieron abruptamente los precios de la comida y de los pasajes de camión. Esas fueron las gotas que desbordaron el vaso.
El 19 de agosto, unos 400 manifestantes salieron a las calles de Yangon para protestar los aumentos de precios. Esa manifestación fue la más grande que se había visto en varios años. Las autoridades arrestaron a los participantes, pero surgieron más protestas en Yangon, Sittwe y otros centros regionales.
Luego de que las tropas dispersó a una manifestación pacífica en Pakokku el 5 de septiembre, gran número de monjes budistas se unieron a las protestas. Fueron atacados y agredidos por las tropas. El día siguiente los monjes tomaron como rehenes a oficiales del gobierno, y exigieron una disculpa para el 17 de septiembre o antes. Pero el gobierno jamás pidió ningún perdón por sus acciones, y más monjes fueron a las calles juntos con miles de civiles.
Crecieron las manifestaciones a algunos 100.000 personas el 27 y 28 de septiembre en Yangon, y esto fue cuando las tropas gubernamentales abrieron fuego.
Dice el gobierno que murieron 10 personas en los enfrentamientos, pero otras fuentes estiman a la tasa de muerte como algo más cerca de 200. Un reportero japonés estaba entre los muertos. Muchos más fueron arrestados o heridos. Entre los desaparecidos durante los incidentes están autores y editores, además de varios destacados jóvenes activistas.
Se ha impuesto un toque de queda de emergencia en Yangon. Han ocurrido protestas diarias en otros centros regionales de Myanmar y alrededor del mundo como Tailandia, Bangla Desh, Malasia, Inglaterra y otras partes.
Por el momento hay tranquilidad en Yangon. La ciudad está envuelta en un silencio espantado, en donde solo los que tienen que ir al trabajo usan los camiones de transporte urbano.
Shelly Delos, activista nacida en Birmania, es ex editora de la revista Dynamic.
Crisis en Myanmar