El 21 de junio, un jurado de nueve blancos y tres negros en Filadelfia, Mississippi, encontraron a Edgar Ray Killen, un ex líder del grupo Ku Klux Klan (KKK), de homicidio sin premeditación, en las muertes de tres jóvenes trabajadores por los derechos civiles – James Earl Chaney, Andrew Goodman, y Michael Schwerner – casi exactamente 41 años después.
Los homicidios en el 1964 llamó la atención nacional e internacional a este pequeño pueblo y su historial de supremacía blanca. A la misma vez le dio ímpetus a la causa antirracista y el movimiento por los derechos civiles.
Los tres jóvenes – una afronorteamericano y los otros dos blancos, todos en los 20s – eran activistas en la campaña Verano de Libertad para Mississippi, una iniciativa pro derechos civiles para inscribir a afronorteamericanos a votar en el sur. De acuerdo al testimonio de James Jordan, un miembro del KKK que fue testigo de cargo, Killen le dijo a un grupo de miembros del KKK que los tres jóvenes fueron arrestado por la policía local y Killen ordenó que los atacaran.
Los cadáveres de los tres fueron encontrado enterrado en una represa de tierra, 44 días después. Ben Chaney, el hermano menor de James Earl Chaney, alabó la condena de Killen y le dio gracias a la fiscalía, pero advirtió, “hay más que hacer”. Él le dijo al diario Los Angeles Times temprano en el año, “Ellos van a usar al racista más impenitente como chivo expiatorio, dejar a los otros quieto porque son más poderosos, más ricos, y más influyente”.
En el acto anual conmemorativo para los tres en el condado Neshoba, donde se encuentra Filadelfia, el fin de semana antes del veredicto, varios oradores preguntaron, “¿Porqué solo Killen?”. Ellos dijeron que otra gente tenía complicidad en el delito, y apuntaron a por lo menos ocho hombres a quien le habían formulado cargos federales de complot para negar derechos civiles o otros cargos conectado con el caso. Aunque cuatro de estos fueron encontrado culpable de delitos menores, todos están vivos y deben ser enjuiciados por su papel en el crimen, dijeron los activistas.
Además, los activistas dijeron que hubieron no menos de ocho otros cadáveres encontrado cuando el FBI estaba buscando por Chaney, Goodman y Schwerner, y exigieron enjuiciar a los culpables de esos casos también.
“El predicador Killen no actuó en un vacio”, dijo la viuda de Schwerner, Rita Schwerner Bender. Aunque aceptando el veredicto, ella dijo que otros deben ser considerado responsable por la matanza. Ella dijo que el estado de Mississippi tuvo complicidad en los delitos, y que todos los casos de esa época deben reabrirse.
Alguna gente en el juicio expresaron su desilusión porque el jurado encontró a Killen culpable de homicidio no premeditado, en vez de con premeditación. No en balde, Killen se enfrenta a 20 años en prisión por cada cargo. Él tiene 80 años.
En otro caso relacionado, a principio del mes el FBI desenterró el cadáver de Emmett Till, un muchacho negro de 14 años proveniente de Chicago, cuyo linchamiento en el 1955 en condado Tallahatchie en Mississippi, por alegadamente silbarle a una mujer blanca, animó al movimiento por derechos civiles. El cuerpo mutilado de Till estaba atado a un abanico pesado de metal y tirado en el rio Tallahatchie.
En un juicio que fue una farsa, los dos blancos que mataron a Till fueron exonerados. Uno de ellos después admitió el delito en una entrevista en la revista Look en el 1956.
La reapertura del caso Emmett Till, igual que la condena de Edgar Ray Killen, pone en relieve una época, no hace mucho, cuando matar a gente negra no tenía consecuencia. Estos casos sirven para recordarnos de los muchos asesinatos motivados por el racismo que todavía no se han resuelto.
Culpable de asesinato racista en 1964