Democracia en EEUU y en Cuba

Faltan unos siete meses para las elecciones presidenciales. Al pueblo norteamericano siempre nos hablan sobre lo maravilloso que es nuestra democracia. En mis 83 años de vida, hasta ahora nunca he sido testigo a unas elecciones verdaderamente democráticas a nivel nacional.

Las elecciones de 2000 fueron las peores. Era un caso de un robo de elecciones por negarles el sufragio a votantes en Florida, y por utilizar al Tribunal Supremo para seleccionar al presidente, aunque la votación popular fue por Al Gore.

George W. Bush y sus compinches en la Casa Blanca, juntos con la mayoría del Congreso, predican que la democracia norteamericana es la única democracia. Pero, durante los últimos 50 años, ni siquiera la mitad de los votantes inscritos han votado. Una razón, creo, es que los candidatos dicen, “Yo representaré a sus necesidades y deseos”, pero a fin de cuentas salen votando por las necesidades y los deseos de alguna rata gorda corporativa, y no la conciencia del pueblo.

Hoy día, la administración Bush ha emprendido una política de “mano de hierro”, de guerra preventiva y “cambio de régimen” abiertamente imperialista, apoyado en falsedades, decepción, y una política de “si no estás conmigo, estás a mi contra”. Bush también tiene la responsabilidad por una caída brutal en los niveles de vida de los norteamericanos, dando a los ricos mientras roba a los pobres. Su administración está trabajando como un demonio para minar a la democracia aún más, y para hacer de nuestro país una dictadura. Hay que derrotarlo.

A pesar de estos atentados contra la democracia aquí en casa, la administración Bush y a los medios de comunicación nunca se les pasa ninguna oportunidad para denunciar de manera completamente hipócrita a Cuba como “totalitaria”. Muy al contrario, la verdad es otra, y un libro que acaba de publicarse, escrito por el canadiense Isaac Saney – Cuba, A Revolution in Motion [“Cuba: Una Revolución en Movimiento”] (Fernwood Books, 2003) – ilumina de una manera interesante el proceso democrático en la Cuba de hoy.

Saney comienza su análisis del sistema electoral cubano así: “La tarea principal para los cubanólogos y especialistas de toda clase es explicar la resistencia de la Revolución Cubana frente a la caída económica a comienzos de los años 1990, una caído que hubiera hundido a casi cualquier sistema sin dejar rasgo ninguno”.

Saney mantiene su enfoque sobre las tres últimas elecciones nacionales en la isla: las de 1993, 1998 y 2003. Hace subrayar que estas elecciones estuvieron abiertas a los observadores extranjeros, que un 90 por ciento del electorado votó, que nadie fue obligado a votar, y que las elecciones fueron por voto secreto.

Escribe Saney, “Las elecciones cubanas tienen como fundamento un rechazo al ‘modelo convencional’ de la política electoral, debido a que este engendra a una clase de politiqueros, y que divorcia lo económico de la política”.

El Partido Comunista, como partido en el poder, tiene el papel de guía en las instituciones democráticas del país, incluso en el proceso electoral. Cada vez que se celebra un congreso nacional del Partido, una amplia gama del pueblo cubano lleva al Partido sus problemas y da sustancia al papel dirigente del Partido”.

Saney escribe, “El Congreso de 1991 (inmediatamente después de l caída económico) fue precedido por discusiones en las cuales participaron unos 3,5 millones de cubanos en 89.000 reuniones, presentando de manera directa 500 cuestiones y preocupaciones, desde la estructura del Partido hasta la política extranjera”.

También enfatiza Saney que el electorado cubano está divido en 14.948 circunscripciones, cada uno consistiendo en unos pocos cientos de personas. Cada circunscripción elige a su representante. Organizaciones de masas, sindicatos laborales, grupos femeninos y asociaciones de estudiantes forman comisiones, que pasan más de un año seleccionando a candidatos para garantizar que toda la sociedad cubana este representada en las asambleas provinciales y nacionales.

Además, reporta que al Partido Comunista en si mismo se le prohibe participar en el proceso de selección de candidatos. En el Día de las Elecciones, a cada ciudadano cubano se le presenta una lista de 601 candidatos, militantes y no militantes del Partido, para la Asamblea.

Para ser elegido a la Asamblea Nacional, un candidato tiene que recibir un mínimo de 50 por ciento de los votos en su distrito. Esto también se aplica al presidente de Cuba, Fidel Castro.

No se permiten a los candidatos hacer campaña por los medios informativos. En vez de esto, los nombres de todas las nominaciones se ponen en un tablón de avisos con sus fotografías respectivas y una corta biografía, en el lugar de votaciones.

Las elecciones conforman solamente una faceta del proceso democrático cubano. En su conclusión, Saney discute brevemente cómo es que lo económico entra al proceso. Se incluye una cita del vicepresidente cubano, Carlos Lage: “Cada día en este mundo 200 millones de niños duermen en las calles. Ni uno de ellos es cubano”.

John Gilman dirige a la Comisión de Paz y Justicia de Wisconsin, y se puede comunicar con él al johngilman@aol.com.