LA HABANA – María Elena Guía Bello coincide plenamente con el escritor y académico irlandés Charles Handy en que lo más emocionante del futuro es que podemos darle forma.
Quizás por este motivo, el 7 de enero de 1971 se le figura a esta mujer como uno de los días más importantes de su vida, porque la convirtió en protagonista de los cambios en la enseñanza media cubana.
Su rostro refleja la satisfacción de haber dejado la huella durante siete años de entrega, como directora de aquella nueva escuela, que aportó una maneara diferente de asumir la instrucción de las futuras generaciones.
Ello se percibe mientras rememora los hechos y los años que le sucedieron a la inauguración, por el Comandante en Jefe Fidel Castro, del Instituto Preuniversitario en el Campo Ernesto Ché Guevara (Ceiba 1).
“Esta experiencia revolucionó la educación cubana. Aquí en provincia de La Habana solo existía el pre externo de Artemisa. Por tanto, con el surgimiento de este tipo de institución llegó mucho más luz a los campos de Cuba. Los jóvenes tenían mayores posibilidades de superación, de convertirse en hombres y mujeres integrales. Fue posiblemente este el rasgo más distintivo de aquella época”, recordó Guía Bello.
Para muchos Ceiba 1 fue la primera escuela con estas características en el país, sin embargo no ocurrió exactamente así. En realidad este fue el espacio escogido por Fidel Castro para esbozar el proyecto de un plantel escolar, llamado a ser “el nuevo modelo de institución educacional, en el que tantas esperanzas tiene puesta la Revolución”, y donde se combinaría el principio martiano y marxista de vincular el estudio con el trabajo.
Desde hace un año Sergio Suárez Bermúdez es el director de este centro, que proclama con orgullo haber acogido en sus aulas al primer joven que dio un paso al frente para integrar el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech. más, según sus propias palabras, el sentido de pertenencia de sus alumnos y profesores es el rasgo peculiar de este sitio.
Aunque la Escuela en el Campo tuvo y tiene sus detractores, Suárez Bermúdez considera que esta concepción llegó para quedarse. Valores como la solidaridad, el colectivismo y la capacidad para enfrentar situaciones difíciles y foguear el espíritu son potenciados especialmente en estas instituciones.
A su favor habla también el hecho de que este centro es el que más alumnos aporta a las universidades en el municipio de Caimito.
“Nuestra escuela no es perfecta, todavía se imparten clases que no tienen la calidad requerida, no hemos logrado insertar completamente en ella a la familia, escasean los implementos deportivos y nos resta perfeccionar el horario de vida de los muchachos.
“La imagen de estas instituciones se deterioró a medida que fue empeorando el estado constructivo, faltó la leche, se empezó a cocinar con leña y el claustro de profesores se debilitó. A esto le sumas que la sobreprotección de la familia también aumentó”, explicó el director.
Pero la pobreza material comienza a revertirse. Hoy cuentan con medios didácticos como televisores, computadoras y vídeos. El IPUEC Ernesto Guevara muestra, además, un colectivo de profesores estable.
Yalle Sofía Rodríguez no pudo evitar que se le formara un nudo en la garganta, al remontarse seis años atrás, a la despedida, entre llantos y abrazos, de sus compañeros y profesores. Ahora ve cumplido su sueño de regresar a la casa de siempre, pero esta vez como educadora.
En tan corto tiempo vuelve a una escuela cambiada. Aun se mantiene la misma cantidad de asignaturas que en aquel entonces, pero ahora se les han agregado las teleclases, las mesas redondas y las tribunas abiertas, componentes que enriquecen la cultura y la preparación político-ideológica del estudiantado.
“Son vías importantes, pero considero se debe buscar la manera de que los jóvenes tengan mayor tiempo para conversar, comunicarse y recrearse”, opinó Rodríguez.
También Elizabeth Piñero regresó como docente y extraña mucho el protagonismo de la Federación de la Enseñanza Media (FEEM) de entonces.
“Quizás por falta de capacitación de su secretariado o por inexperiencia, todavía no han logrado todo el apoyo de los muchachos”.
La presidente de la FEEM, Sissi Torres, está convencida de que en la emulación y otras iniciativas, que recién empiezan a aplicar, están las recetas de un mejor trabajo.
Addis, Aliss, Odalys, Rubisley, Yency y Yasser, estudiantes de este IPUEC, manifiestan que todavía esta no es la escuela ideal porque les falta ganar en entusiasmo, motivación, mejorar el sistema de orientación vocacional.
“Estamos realmente felices porque nuestros hijos estudian en una escuela como esta. Yo traslade al mío para aquí porque es uno de los que más se acerca a la escuela que aspiramos”, confiesa Tomás Beli Acosta, el padre de Ronny Javier.
Por eso cuando María Elena Guía regresa al pasado y contempla al grupo de antiguos estudiantes, quienes después de 20 años de graduados se volvieron a reunir, convertidos en profesionales, sonríe con la certeza de que los sacrificios, la entrega y el amor de tantas personas nunca fueron en vano.
Tomado del diario Juventud Rebelde.
Educación en Cuba: Del sueño a la realidad