El capitalismo está loco

Se está reportando que un alza en ventas de propiedades en Nuevo Orleáns y otros sitios destruidos porque gente desesperada están vendiendo sus casas destrozadas y especuladores llegan, compran terreno para hacer dinero.

Actualmente, las ofertas para comprar propiedades en Nuevo Orleáns viene de todas partes del país. Hasta un anuncio de un agente de bienes raíces de Chicago que está ofreciendo comprar terrenos inundados. Los terrenos no bajan en valor, piensa el agente, y la gente necesita dinero, pues porque no jugar “hacemos un trato” en el sector privado al cual la administración Bush admira.

Gente adinerada que perdieron sus hogares están subiendo los precios de bienes raíces en la ciudad cercana de Baton Rouge. Alguna gente cuyas casas aguantaron el huracán han aumentado radicalmente el precio que piden. Mientras tanto, la administración Bush anima toda estas “iniciativas privadas” y adelanta su plan de “balancear” la ayuda federal para la reconstrucción de Nuevo Orleáns con recortes en la educación, transporte, servicios de salud y otros programas sociales vitales.

Visto que la mayoría de las víctimas son afronorteamericanos, un coro de previsibles declaraciones racistas de derecha y especulaciones acompaña el respaldo de la administración para los especuladores. Para esta administración la únicas preguntas son qué recortar, como mantener los recortes de impuestos y como hacer a la caridad privada su centro de política nacional.

Si las viviendas como mercancía se pueden comprar y vender en el “mercado libre”, entonces disastres naturales también son oportunidades comerciales para los que están situado para beneficiarse de ellas. Después de todo, no es una buena doctrina social darvinista que esos con la riqueza han comprobado su superioridad en el gran juego de la “selección natural”, y los que no tienen riqueza merecen ser desarraigados, desplazados y quizás hasta hacerlos extintos para el bien social mayor. (En el idioma del darvinismo social, la sociedad está mejor descuidándose de los “no aptos” porque simplemente le quitan a los “aptos”.)

Cuando esta gente ya no estén, junto con sus vecindarios pobres, habrá un “nuevo” Nuevo Orleáns para la extrema derecha. El “nuevo” Nuevo Orleáns tendrá valores de propiedades más alto, mejor nivel financiero y gente que tienen la inteligencia de invertir en mano de obra barata en los países pobres, y vivir de los beneficios de las inversiones, mientras compiten uno con el otro para comprar los mejores yates, los vinos más finos, y lo mejor de todo de un mercado mundial que atiende a lo que quiere el 10 por ciento, máximo, de la humanidad, mientras se descuida del 90 por ciento que queda.

Una sociedad socialista, y solo una sociedad socialista, puede planear seriamente por el bienestar de toda la población, sin especuladores que sacan el máximo beneficio de la miseria. Pero hasta en una sociedad capitalista con un fuerte movimiento laboral y de izquierda, puede sacarle pagos contributivos y poner regulaciones contra la clase capitalista, e instituir control de precios (como Estados capitalistas lo hacen durante tiempo de guerra) para prevenir que los saquen provecho de los desastres como se hace hoy en Nuevo Orleáns.

Es también ambos posible y necesario establecer sistemas modernos de control de inundaciones (son caro pero aun más barato de lo que enfrenta Nuevo Orleáns) como los que existen en Holanda y otros países.

La batalla por Nuevo Orleáns está apenas empezando, y es una batalla por ambos la democracia y una América cuya identidad nacional y reputación internacional será conectada a la justicia social y la seguridad, y no a la búsqueda por la riqueza privada por cualquier medio necesario.

Antes de morir a fines del siglo 19, Federico Engels notó que la sociedad se enfrenta a las alternativas de largo plazo de “o socialismo o barbarismo”. Las primeras declaraciones de Bárbara Bush de que los que estaban en asilos en Houston tenía poco con que empezar y que estaban bien ahora se entenderá por la gente del futuro como un ejemplo de la crueldad social igual como los “magnates ladrones” del siglo 19 y sus familiares ricos haraganes.

El próximo año seré el centenario de la clásica novela socialista de Upton Sinclair, “The Selva”, sobre los males del capitalismo en EEUU. Nuestra lucha en EEUU determinará si o no “La Selva” en una obra del pasado, o anunciante del futuro.

Norman Markowitz es profesor de historia en la Universidad Rutgers