John Negroponte, el embajador estadounidense a Irak, fue designado por el presidente Bush para encabezar la nueva super agencia de espionaje establecida el año pasado por la ley de reforma de inteligencia. A la posición de director de Inteligencia Nacional él trae un espantoso pasado sanguinario y sucio.
El nombramiento demuestra la continuidad entre los abusos violentos de la administración Bush y los de las previas administraciones republicanas. El escándalo Irán-Contra surgió durante la administración Reagan, hace más de 20 años atrás, pero un número sorprendente de gente que debieran haber estado desacreditados para siempre por ese episodio deplorable han visto sus carreras reactivadas por Bush II. Como una pesadilla que se repite todas las noches, hemos visto personajes como el almirante John Poindexter, Elliot Abrams, y ahora Negroponte con gran poder otra vez.
Durante la administración de Reagan, Negroponte fue embajador en Honduras del 1981 hasta el 1985. Cuando eso Estados Unidos estaba armando en secreto a los “contras” derechistas que estaban tratando de derrocar al gobierno encabezado por los sandinistas en el país vecino de Nicaragua. Porque el Congreso, a través de la Enmienda Boland, había prohibido a la administración usar fondos para este propósito, el financiamiento se montó a través de un arreglo complicado incluyendo la venta de armamentos estadounidense a Irán (en momentos ilegalmente), ventas de drogas (siempre ilegal), y el organizar ataques violentos terroristas contra profesores y trabajadores médicos rurales nicaragüenses. Estados Unidos usó instalaciones en Honduras, incluyen el campo de aviación Aguacate, para montar y dar soporte a los ataques de los contras en Nicaragua, y de esa manera el embajador estadounidense – Negroponte – estaba envuelto en lo que pasaba, incluyendo acciones horrendas violentas en violación de las leyes estadounidense e internacional.
Aunque Nicaragua fue el objetivo de los ataques, el pueblo hondureño no quedó ileso. Para realizar la misión de sostén para los contras, Negroponte se asoció con algunos de los elementos militares más salvajes hondureños, especialmente el general Gustavo Álvarez Martínez, que formó escuadrones de muertes (el Batallón 3-16) dentro de Honduras. Las agencias de derechos humanos hondureñas han protestado que Negroponte fue cómplice de las acciones del gobierno hondureño, de esa época, que condujo a atrocidades, incluyendo el masacre de izquierdistas hondureños y salvadoreños y la desaparición de 184 opositores hondureños. Esto está soportado por una serie detallada en el diario Baltimore Sun en 1995. Todo esto Negroponte tenía que saber, pero en sus reportes al departamento de Estado sobre el récord de Honduras en el área de derechos humanos sonaban, como dijo uno de sus subalternos bromeando, como si fuera escrito de Noruega.
Estas acciones, y la parte que Negroponte jugó en ellas, fueron denunciadas en EEUU, hasta por algunos de sus mismos colegas en el gobierno estadounidense. Su predecesor como embajador a Honduras, John Binns, le pidió al Senado que no lo confirmaran, igual como un creciente número de gente, ambos en EEUU y Centro América.
En el 2001, Negroponte fue nombrado embajador de EEUU a las Naciones Unidas por George W. Bush, y así jugó un papel en organizar el aluvión de mentiras para justificar la guerra en Irak. Cuando los embajadores mejicanos y chilenos a la ONU no fueron convencidos por las mentiras, Negroponte organizó una campaña para que sus gobiernos los despidan.
Luego, el verano pasado, fue nombrado embajador estadounidense a Irak. Se debe cuestionar su papel sobre varias otras acciones atroces, incluyendo el escándalo de las torturas en la cárcel Abu Ghraib y el bombardeo brutal de Faluya el año pasado.
Algunos han preguntado porqué una persona cuya experiencia solo ha sido en el cuerpo diplomático lo ponen a encabezar una agencia que no tiene ningún papel diplomático, pero que supervisará a la CIA y 14 otras agencias de espionaje. En realidad Negroponte nunca fue un “diplomático”, sino que fue un instigador y “arreglador” de operaciones encubiertas y trucos sucios dirigidos contra otros países, y sus posición de embajador eran, uno puede decir, solo “tapadera diplomática”.
Podemos estar seguro que él no interpretará su papel como uno de asegurarse que esas agencias, de las cuales algunas – especialmente la CIA – tienen un historial de conducta violenta, se comporten “honestamente”. Al contrario, él se considerará como él que está encargado de minimizar ser responsable al Congreso y al público, usando cualquier mentira y trucos sucios necesarios para ese propósito.
La prensa de clase dirigente poco ha hablado en cuestión a estos problemas con Negroponte. Se espera que cuando hagan las vistas de confirmación en el Senado que por lo menos algunos de los senadores exigen contabilidad completa, y tenga el valor de hacer lo que no hicieron con el fiscal general Gonzáles y la secretario de Estado Rice, a saber, votar contra este nombramiento atróz.
Y para hacer una sugerencia aun más específica: El Senado debe solicitar testimonio, si es posible sobre Negroponte del general hondureño Luis Alonso Discua Elvir. Discua Elvir fue uno de los jefes del Batallón 3-16. Él después se mudó a EEUU con su familia. Cuando a Negroponte lo nombraron embajador a la ONU en 2001, Discua Elvir fue deportado con prisa de EEUU, cosa que lo hizo imposible para que hable al pueblo norteamericano y al Senado sobre la relación que Negroponte tenía con los escuadrones de muerte.
El pasado sangriento de Negroponte