La esperanza de vida en Ghana, África, es tan poca que algunos padres no se arriesgan a inscribir a sus hijos. Los médicos cubanos que prestan sus servicios en ese lugar han logrado disminuir en algunas áreas la mortalidad infantil de 65 a 13 por cada mil nacidos vivos.
ACCRA, Ghana (Prensa Latina) – Solo las familias ghanesas de altos ingresos tienen el privilegio de inscribir a sus hijos cuando nacen. No hay esperanza de vida para los péquenos y es preferible esperar un año y en ocasiones, hasta dos, para llamarlos por su designación oficial.
Un sin número de enfermedades amenazan al niño antes de nacer. El bajo peso, las complicaciones respiratorias, el SIDA, el cólera, la fiebre tifoidea, la malaria, la hepatitis y la desnutrición acechan a la madre durante su embarazo y esperan por el descendiente en la puerta de la vida.
Nadie se atreve a decir una cifra concreta, pero la realidad es tan cruda e inexacta que las estadísticas son solo números fríos.
Cálculos conservadores indican que la mortalidad infantil sobrepasa los 64 fallecidos por cada mil nacidos vivos, en tanto la escolar supera los 130, cifras que no reflejan la realidad de una nación de más de 18 millones de habitantes, el 40 por ciento de ellos sumidos en una gran pobreza.
Ghana no conoce sus estadísticas y cualquier número puede ser solo el comienzo de una escala interminable.
Es imposible saber cuantos niños nacen y mueren cada año. El proceso de inscripción es caro y no hay garantías de vida para hacer tan costosa inversión en una nación donde la pobre alimentación vale más que la propia vida.
Kofi, un padre de ocho hijos, llegó hace poco al hospital de Ho, en la zona sur de Ghana y al presentarse ante el doctor cubano pregunto: ¿Se va a morir?, porque si es así me lo llevó. No puedo gastar dinero en él si no se va a salvar. Lo necesito para alimentar a los otros.
El Tetequarshe Memorial Hospital, en el poblado de Mapong Akuampomg, en la región Este, a unos 60 kilómetros de la capital ghanesa, es una moderna instalación de salud que acoge a dos médicos y cinco técnicos cubanos. En este lugar es obligatorio pagar para recibir los servicios esenciales, como en casi todos los países del mundo.
No importa el estrato social y mucho menos la gravedad del paciente. En la puerta de la institución, los familiares de los péquenos enfermos deben abonar cinco mil cedis para conquistar la salud que sobrepasa, al final, los 50 mil o 60 mil cedis, (el cambio del cedis, moneda nacional de Ghana, estaba a dos mil 57 cedis por dólar hace relativamente poco).
La mayoría de las personas no tiene trabajo y el salario mínimo no supera los 120 mil, insuficiente para satisfacer las necesidades básicas.
De esta forma, sucede que el niño que fue atendido la semana pasada ya esta muerto, sepultado en el monte, a unos 45 o 50 metros de la casa, pues sus padres no pudieron pagar la consulta de seguimiento en el hospital.
Desde que los médicos cubanos empezaron a robarle vidas a la muerte, Ghana comenzó a cambiar. más de tres millones de habitantes son atendidos por los 143 galenos de las distintas especialidades que están presentes aquí.
En estas áreas, la mortalidad infantil estaba por encima de los 65 fallecidos por cada mil nacidos vivos.
Hoy es posible mostrar 13 principalmente por la labor de terreno que realizan, el seguimiento a la embarazadas, el control de las enfermedades sobre la madre y la posibilidad de que el parto se realice, cuando es factible, con la asistencia de médicos y personal de salud cubano.
Para la doctora cubana Rosa Ibis Guerrero Palacios, especialista en pediatría en el Tetequarshe Memorial Hospital, el principal problema de salud de los niños ghanaeses es la desnutrición.
Muchos llegan ya en estado crítico -dice- cuando poco puede hacerse y en ocasiones el cuadro es complejo y está asociado a varias enfermedades, sobre todo, anemia, malaria y complicaciones respiratorias.
En sus más de 20 meses en esta tierra africana, Rosa ha visto de todo. Desde niños que mueren sin asistencia médica por falta de dinero hasta madres que paren en Kimbos (especie de casas rústicas) y luego pierden a sus críos por enfermedades perfectamente curables.
La situación es muy compleja, porque los precios de los hospitales son inaccesibles para las familias pobres y entonces prefieren acudir a sus tratamientos tradicionales, que pueden resolver algunos casos pero no aquellos donde hay que suministrar medicamentos específicos, muy caros también.
La calidad de los servicios que prestan, la sensibilidad ante los casos más difíciles, su entrega diaria y el prestigio alcanzado les ha dado la autoridad necesaria para decidir ingresar a un menor sin que la familia abone los servicios.
Son casos donde sabemos que el niño va a morir en pocas horas y nos olvidamos del pago al hospital, lo ingresamos, le pasamos con urgencia los medicamentos y entonces, al otro día, vamos todos y discutimos con el director la situación.
¿Y que sucede sin que el país está muriendo poco a poco y en ocasiones solo nos contestan que sí?
El privilegio de tener un nombre en Ghana