Elecciones mexicanas: Gana el PRI, pierde el PAN

ANALISIS

En las elecciones para diputados y gobernadores en México el domingo pasado, el ganador principal parece ser el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernaba a México hasta 2000, con su aliado el Partido Verde Ecologista (PVEM). Los “verdes” mexicanos no tienen buenas relaciones con otros partidos verdes del mundo, siendo una agrupación bastante conservadora. Juntos, estos dos partidos van a tener una mayoría en la Cámara de Diputados.

El derechista Partido Acción Nacional (PAN) del presidente Felipe Calderón sufrió un reverso grande en las elecciones a diputados, además perdió varias gobernaciones de estados. El Partido de la Revolución Democrática (PRD), de centro-izquierda, sufrió un golpe aun más duro.

Como resultados de las elecciones, el presidente del PAN, Germán Martínez, renunció su cargo.

A pesar de que la certificación de todos los sufragios no se ha completado a la hora de cierre de esta edición, parece que en la Cámara de Diputados (no hubo elecciones del Senado este año), la representación de los partidos será más o menos así:



PRI (centro-derecha) 237 en comparación con 106 antes de las elecciones.

PAN (derecha) 143 en comparación con 206 antes.

PRD (centro-izquierda) 71 en comparación con 127 antes.

PVEM (centro derecha, aliado con el PRI) 21 en comparación con 17 antes.

PT (Partido del Trabajo, izquierda) 13 en comparación con 12 antes.

Convergencia (izquierda) 6 (en comparación con 16 antes)

PANAL (Nueva Alianza, centro-derecha) 9, igual que antes.



La causa de la derrota del PAN del presidente Calderón es obvia. México está peor afectada por la crisis financiera mundial más que la mayoría de los países, con una pérdida de cientos de miles de empleos en la primera mitad de este año. La política del gobierno Calderón han favorecido en forma agresiva a los grandes negocios y al “libre comercio”, y el pueblo mexicano está consciente de que el desplome de la economía de su país va junto con los problemas económicos de Estados Unidos, su socio en el Tratado de Libre Comercio de (TLC). A la vez, la decisión polémica de Calderón de desatar las fuerzas armadas para combatir a los narcotraficantes no ha producido los resultados deseados, y los medios de comunicación siguen publicando fotos de cadáveres sangrientos todos los días. En ese sentido, los resultados de las elecciones representan un rechazo de la política ultraderechista y de mano dura de Calderón y su gobierno.

Pero ¿por qué fue el PRI, todavía tan desacreditado en las mentes de muchos, y no los partidos de la izquierda — PRD, PT y Convergencia — que pudieron aprovecharse de la situación?

Una explicación es que en los barrios y los pueblos el PRI todavía tiene su aparato de clientelismo muy practicado en cosechar el voto.

Las pérdidas del PRD no vienen a causa de una vuelta a la derecha de la opinión pública mexicana, sino más bien por las desarregladas dinámicas internas del partido de centro-izquierda.

El PRD fue establecido en 1989 por una combinación del ala izquierda del PRI, que se había rebelado en contra de la política derechista del PRI desde 1982, y el Partido Mexicano Socialista (PMS), que incorporaba la mayor parte de la militancia del histórico Partido Comunista Mexicano, disuelto en 1981. Cuenta con una estructura socialdemócrata de inclusión amplia, que significa que prácticamente no se puede hablar de tal cosa como “disciplina de partido”. Han surgido dentro del PRD toda suerte de corrientes y facciones, pero hoy en día se agrupan dos tendencias opuestas: La “Nueva Izquierda” de tendencia socialdemócrata bajo dirección del presidente del partido, Jesús Ortega, y la “Izquierda Unida” que constituye la ala izquierda del partido y se agrupa alrededor del ex gobernador del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador.

En las elecciones presidenciales del año 2000, a pesar de que el PRD tenía su propio candidato, varios personajes destacados del PRD optaron por promover un “voto útil” a favor de Vicente Fox, el candidato del PAN, de ultra-derecha, pues a su estimación era más importante romper el monopolio del poder que tenía el PRI que intentar eligir un presidente de izquierda. El resultado fue la elección de Fox, y luego Calderón en 2006.

Durante varios años lo que se lee y escucha en México acerca del PRD se enfoca excesivamente en sus conflictos y problemas intestinos, lo que ha ocultado el hecho de que el partido ha promovido una política modesta de oponerse al peor del neoliberalismo de los gobiernos prisitas y panistas. En 2004, estalló un escándalo de corrupción en el gobierno perredista del Distrito Federal (la Ciudad de México y alrededores). En 2006 el PRD había recuperado suficientemente para que López Obrador, su candidato a la presidencia, por poco gana las elecciones presidenciales.

Quizás lo que más daño causó fue un tremendo y largo conflicto de meses en 2008 sobre las elecciones internas del partido entre la Nueva Izquierda e Izquierda Unida, con ambas bandas acusando a la otra de fraude.

Este año, días antes de las elecciones del domingo 5 de julio, hubo un pleito sobre la nominación del candidato perredista para delegado (administrador) de la delegación importante de Iztapalapa, en la capital. Los perredista de izquierda acusaron a los líderes derechistas del partido de intentar imponer su candidato en contra de los deseos de la militancia del partido. López Obrador, quizás el dirigente perredista más conocido en el país, recomendó un voto para el candidato del Partido de Trabajo, como táctica. Esto resultó en que Jesús Ortega, el presidente del PRD, expulsó a López Obrador del partido.

El PRD perdió mucho terreno inclusive en su bastión tradicional de la ciudad de México.

La mayor parte de la izquierda marxista en México le negó su apoyo al PRD, cosa que han hecho durante varios años. Más bien enfatizan el trabajo de base con los movimientos populares de obreros, campesinos e pueblos indígenas. Algunos marxistas ven al PRD como una cosa más allá de lo que se puede salvar, mientras que otros solo se relación con los perredista de izquierda.

También al último momento surgió un movimiento, promovida por los medios masivos y en el Internet, de anular el voto como una forma de protesta en contra del sistema entero y todos los partidos. Hasta qué punto esta protesta afectó a los resultados no se sabe; más de cinco por ciento de los votantes anularon sus papeletas, pero probablemente el abstencionismo en ciertas regiones tuvo un mayor impacto.

Lo más probable es que la victoria del PRI no significa una vuelta a la izquierda. Durante las presidencias de los panistas Fox y Calderón, los diputados del PRI se oponían de veces al gobierno, pero era más frecuentemente que no.

La izquierda mexicana ya tiene su advertencia de que puede resultar completamente marginado del ámbito electoral y legislativo; tal vez será suficiente para provocar los cambios que tanto se necesitan.