Escándalo por las cárceles secretas de la CIA y la tortura

Análisis Noticiero

Dijo Shakespeare: “Cuándo llegan los problemas, no vienen como espías solitarias, sino por batallones”. Esto bien se puede aplicar a la situación actual del presidente Bush. Encima de la guerra de Irak y los desastres de Nuevo Orleans y Harriet Miers, ya le viene encima un escándalo internacional que puede afectar la relación de los Estados Unidos con Europa oriental y el resto del mundo.

Dana Priest, del diario Washington Post, reportó el 2 de noviembre que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha establecido cárceles secretas en países de Europa oriental, no nombrados en el artículo. Tal como parece, la CIA envia hasta allá a ciertos prisoneros de la “guerra en contra del terror”, con tal de imposibilitar que estas personas aprovechen de cuálquier derecho civil, o reciban visitas de parte de abogados, organizaciones de derechos civiles, o hasta la Cruz Roja.

La Comisión Europea y el Comité Internacional de la Cruz Roja inmediatamente insistieron saber la ubicación de las cárceles y otros pormenores. La entidad “Human Rights Watch”, basándose en un análisis de ciertos vuelos norteamericanos desde Afganistán a Europa, sacan la conclusión de que los dos países son Polonia y Rumania, cuyos gobiernos inmediatamente negaron esta versión. Al resultar ser verdad esto, lo mas probable es que revela que estos dos países han violado sus propias leyes más las de la Unión Europea y varios acuerdos internacionales.

También el diario Washington Post fue estrictamente criticado por la organización “Fairness & Accuracy in Reporting” por haber concedido al gobierno norteamericano de no identificar los países involucrados.

Este bombazo viene justamente después de un desacuerdo muy público entre la administración y el Senado, sobre el tema del uso de tortura. El mes pasado, el Senado, por un voto de 90 a 9, prohibió el uso de tortura o trato cruel o degradante con cualquier preso de cualquier agencia del gobierno federal.

El vicepresidente Dick Cheney, respaldado por una amenaza por parte del presidente Bush de vetar la ley, hizo un trabajo intensivo de cabildeo para excluira la CIA de estas restricciones. En respuesta, el senado votó oralmente y con unanimidad para confirmar su voto original. El senador John McCain (Republicano, por Arizona), quien patrocinó la medida, y hasta la mayoría de los republicanos en el senado, ya se muestran capaces de desafiar a la casa Blanca y Cheney en este sentido.

En el escándalo de Abu Ghraib, un elemento que no recibió suficiente atención fue que algunos de los soldados acusados de tortura, dijeron que oficiales de la CIA les había ordenado torturar a los presos. Y en la prensa, se ha reportado repetidas veces, que el gobierno norteamericano a menudo envia presos a otros países como Egypto, Jordania, y hasta Siria para que esos gobiernos los torturen dejando limpias a las manos de los oficiales norteamericanos.

El gobierno de Bush niega esto, pero carece de otras explicaciones de porque envian a los presos a los otros países. De verdad, la combinación de los esfuerzos de Cheney de excluir a la CIA de la nueva ley anti-tortura, y las noticias sobre cárceles secretas de la CIA en el exterior, sugiere fuertemente que la CIA esté utilizando la tortura en aquellos sitios.

Esto no es nada nuevo para la CIA, como bien se sabe en América Latina. En nuestro hemisfero, por muchos años hemos visto reportes creíbles, tanto de testigos oculares como de documentos, de que la CIA ha jugado un papel importante en capacitar a las fuerzas de seguridad de otros países en el uso de la tortura. Tambien, hay muchos casos del uso de la tortura en delegaciones de policía y cárceles en los Estados Unidos, por parte de policías, guardias, o hasta otros reos a cambio de favores por parte de las autoridades.

No solo las convenciones de Ginebra, sino también muchas otras leyes internacionales y nacionales de este país y los otros páises involucrados, prohiben el uso de tortura. Además ahora surge el problema de como definir, precisamente, que consta tortura. Nuestros gobernantes casi dicen que un trato no es tortura al menos que el dolor sea tan fuerte como si fuera a cortar una pierna o un brazo. Helarse, asarse, ser asustado por perros feroces, ser sometidos a amenazas a la familia, aguantar de que personas le orinen encima, y hasta la humillación sexual, no cuentan como tortura, para estos caballeros de la administración de Bush.

El pueblo de los Estados Unidos tiene que exigir que ninguna dependencia de nuestro gobierno sea permitido usar la tortura y de que cierren las prisiones secretas inmediatamente.