SANTO DOMINGO – Estados Unidos tiene más bienes materiales y más poder militar que el que pudiera haber tenido otro país en la historia de la humanidad.
Este imperio moderno nos había dado la sensación de que podía lograr todo lo que se propusiera, pero eso no es exactamente cierto. Parece como si esa nación hubiera perdido la credibilidad y, después del agua derramada, eso es algo que no se recupera fácilmente ni a corto plazo.
La confianza es el principal activo en la política y en el gobierno de George W. Bush escasea. Atraviesan por una etapa en la que, para que el resto del mundo les crea, están obligados a demostrarlo todo con pruebas convincentes.
Examinemos este momento de baja credibilidad por el que atraviesa la administración norteamericana y podremos percibir la debilidad por varios flancos. En primer lugar, luego de los fraudes multimillonarios de las principales corporaciones de Estados Unidos: ¿qué confianza puede haber hacia los empresarios estadounidenses?
La mala fama que se han ganado no tiene precedente en la historia del capitalismo mundial. Los saqueos en gran escala en este año 2002 han contaminado a toda la economía de esa nación hasta el punto de provocar la devaluación del dólar en una magnitud que no se había visto en mucho tiempo. Pocos, muy pocos, son los que todavía creen en los informes de utilidades financieras emitidas por las grandes transnacionales. Precisamente ese fue el mecanismo utilizado para engañar a sus accionistas y provocar la pérdida de valor que han sufrido las acciones corporativas durante tres años consecutivos. De ahí la incredulidad.
Pero la confianza en Estados Unidos no escasea sólo cuando de finanzas se habla. También predomina la incredulidad ante las informaciones de sus medios noticiosos.
Ya resulta bien difícil que alguna persona bien enterada acepte como válidas las informaciones y opiniones de Cable News Network (CNN) luego de que la Directora de CNN Internacional admitiera que sus editores ejercían la censura sobre las informaciones de la guerra de Estados Unidos en Afganistán.
Bajo esas condiciones de parcialización es poca la credibilidad que la empresa noticiosa puede disfrutar.
El que fuera un prestigioso medio masivo de alcance mundial ha entrado en un círculo vicioso de desprestigio como si tratara de morderse su propio rabo.
Y si lo anterior fuera poco, la confianza en el sistema político de Estados Unidos ha sufrido graves embates desde que el presidente George W. Bush fuera proclamado en ese cargo por un tribunal y no por el conteo total de los votos democráticamente depositados.
Dentro y fuera de Norteamérica se percibe la sensación de que ese Presidente representa a grupos de grandes empresarios radicalmente conservadores, más que al electorado.
En estos días, para Estados Unidos ha resultado prácticamente imposible que sus aliados más firmes lo respalde en su afán por iniciar una guerra contra Iraq sin motivo justificado. La gravedad de esta divergencia puede apreciarse porque países habitualmente incondicionales se resisten a apoyar una agresión basándose sólo en criterios preventivos.
Naciones como Egipto, Arabia Saudita, Qatar y Turquía han expresado su incredulidad oponiéndose al uso de las bases militares construidas por los norteamericanos en sus respectivos territorios para una agresión injustificada contra Iraq.
Tampoco Alemania, Francia, Rusia, China y Japón están dispuestos a verse envueltos en una conflagración que quizás George W. Bush sepa cuando va a comenzar pero que nadie en el planeta puede asegurar cuando ni cómo terminará.
El riesgo es enorme si se trata de jugar con la situación del Oriente Medio, la cual está ahora como un derrame de gasolina que se inflama a partir de los vapores que emana sin que la llama del fósforo tenga que ponerse en contacto con el combustible.
Con el descenso de la credibilidad de los políticos, de los empresarios y de los medios de comunicación de Estados Unidos, la incredulidad crece en el mundo y se agudiza la desconfianza hacia las propuestas que provengan de los dirigentes de esa nación.
Es por eso que no debía sorprendernos que la inmensa mayoría de la humanidad sospeche de los llamados de los señores de la guerra preventiva. Y es que para disimular su afán belicista ellos pueden estar escondiendo el fuego pero ¿cómo se hacen para ocultar el humo?
Estados Unidos — Credibilidad y credulidad