Guerra preventiva contra Cuba

SANTO DOMINGO (Prensa Latina) – Tenemos que reconocer la capacidad y la habilidad del sistema norteamericano de aprovecharse de los medios masivos de comunicación para alcanzar sus fines políticos. Aunque muchas veces perjudiquen a los pueblos, tenemos que admitir la superioridad de Estados Unidos en materia de guerra psicológica.

En todo el planeta Tierra, gracias a la ubicuidad de sus empresas de radio, televisión y prensa escrita, sólo conocemos la versión “made in USA” sobre cualquier tema. Aproximarse a la verdad con esas fuentes de información se ha convertido en una tarea imposible.

En particular, los norteamericanos han sido geniales con el tratamiento dado a las sanciones impuestas por los tribunales cubanos a un grupo de opositores a la Revolución que conspiraban habitualmente con el jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba.

Han manipulado la información de manera tal que los intelectuales progresistas sostienen una discusión bizantina sobre la conveniencia o no de la pena de muerte en Cuba mientras los “marines” masacran multitudes en Iraq. En Washington se ríen con la muela de atrás cuando escuchan a respetadas personalidades de valía universal equiparando tres fusilamientos en Cuba con los bombardeos “liberadores y sembradores de democracia” que aniquilaron millares de iraquíes.

Tenemos que admitir que en cuestiones de desinformación nadie puede compararse a Estados Unidos porque nos hacen caer en las emboscadas de siempre a pesar de que conocemos el guión, la trama y los actores. Las posiciones de Cuba y de Estados Unidos están muy bien definidas en esta crisis. Cuba tiene sus leyes y su Constitución que tienen que ser respetadas. El gobierno cubano plantea que los políticos opositores son financiados por Estados Unidos con el fin de conspirar para lesionar al Estado cubano.

La presencia de agentes encubiertos de la Seguridad cubana entre los grupos que se reunían con el enviado norteamericano pudo reunir las pruebas materiales para probar ante la justicia reiteradas violaciones a las leyes cubanas. Por su parte, la administración norteamericana rechaza que esté patrocinando a los llamados disidentes y que las reuniones eran sólo para auspiciar la democracia en Cuba. Pero la propia burocracia norteamericana se ocupa de contradecir esa defensa. La página “web” de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) (www.usaid.gov) presenta una relación detallada de los receptores de fondos para el apoyo a los “disidentes”, “periodistas independientes”, “libreros independientes” y “organizaciones de derechos humanos” en Cuba. Hurgando un poco más profundo en Internet, uno alcanza a descubrir que los pagos a los opositores cubanos fueron hechos por el gobierno norteamericano a través de tarjetas de débito Transcard de un banco canadiense, dejando con esto huellas imborrables fáciles de rastrear.

Para entender la reacción del gobierno cubano ante esta conspiración, es preciso reconocer que ese país tiene una legislación producto de haber sido sometido a una situación de guerra permanente durante los últimos cincuenta años.

Unas veces contra un dictador patrocinado por Estados Unidos y otras con agresiones psicológicas, bacteriológicas o ideológicas, según las conveniencias del poderoso país del Norte. Un bloqueo estricto que ya excede de 40 años no es poca cosa. Las pérdidas de vidas y de hacienda que ha provocado ese injusto castigo son enormes. Peor que cualquier agresión armada que pudiera haber sufrido país alguno. Hoy se persigue de nuevo el eterno objetivo norteamericano de derrocar el régimen cubano y parece que el presidente Bush no escatimará recursos para intentarlo. Las provocaciones del encargado de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba son tan descarnadas que parecen buscar que se le expulse por indeseable. De ocurrir esto se crearía entonces una excusa para la agresión directa contra la isla. Es demasiada coincidencia que las reuniones políticas de los funcionarios norteamericanos en Cuba con los opositores a la Revolución se realizaran simultáneamente con el secuestro de aviones y barcos que se encaminaban hacia Estados Unidos, donde los que cometen ese delito son recibidos como héroes. Negar esta realidad sería actuar con infantil ingenuidad o con extremo cinismo. El gobierno cubano conoce el patrón de comportamiento que desarrolla Estados Unidos para cumplir con la doctrina de la guerra preventiva. Mal harían sus dirigentes si se sentaran a esperar que el gran ataque les llegara sin tomar medidas para evitar la presencia de una “quinta columna” interna. La Revolución cubana ha sido capaz de sobrevivir a las furias de 10 presidentes de Estados Unidos y de veinte directores de la CIA. Es de suponer que deben sobrarle experiencias e información para saber cuándo sus enemigos están amolando cuchillo para su garganta.

Mientras tanto, los que todavía creemos en la necesidad de evitar que este unilateralismo agresor continúe, debemos hacer todos los esfuerzos posibles para no dejarnos confundir. Definir en estos momentos quién es el amigo y quién el enemigo es lo más importante.

Además, hacer conciencia de que el enemigo nos quiere divididos para impedir que, de nuevo, nos manifestemos masivamente contra las próximas agresiones que tiene en agenda.