Estados Unidos tomó control de Puerto Rico de España en 1898 y lo gobernaba como una colonia tal como las colonias de Europa, sacando materias primas y vendiendo sus productos a los puertorriqueños. Pero en 1917, la administración del presidente Woodrow Wilson, en vísperas de la entrada norteamericana en la Primera Guerra Mundial, le brindó un regalo especial a Puerto Rico: La ciudadanía norteamericana, pero con una trampa.
Esta ciudadanía, calurosamente rechazada por algunos puertorriqueños, que resentían el gobierno colonial, fue una cosa limitada. No permitiía que los boricuas votaran por el presidente de los Estados Unidos, ni tener voto en el Congreso norteamericano.
Pero sí permitió que los residentes de la isla prestaran servicio en las fuerzas armadas norteamericanas; mas aun, los sometió al servicio militar obligatorio. El voto no, pero si el derecho de matar y ser matado bajo la bandera estrellada norteamericana.
En 1952, Puerto Rico dejó de ser simplemente una colonia y se renació como Estado Libre Asociado, llamado “Commonweath” en inglés. Esto permitió cierta autonomía interna, pero cuidado con las apariencias. La situación de Puerto Rico no parece en nada a la de países como Canadá, Australia o Nueva Zelanda, ligeramente vinculados con Gran Bretaña. Estos países son completamente independientes, con sus propios tribunales y fuerzas armadas. El gobierno británico no puede obligar, por ejemplo, a Nueva Zelanda a que participe en sus guerras, ni mucho menos obligar a los ciudadanos de Nueva Zelanda a que ingresen en el ejército británico. Tony Blair no pudo obligar a Nueva Zelanda a que lo apoye en su aventura en Irak.
Puerto Rico no goza de este tipo de derechos. Es una colonia en todo excepto su nombre. Sus cortes no son independientes de las cortes norteamericanas. Por ejemplo la pena de muerte federal es aplicable en Puerto Rico, a pesar de que la vasta mayoría de los boricuas se oponen a este tipo de castigo. Como se castiga a la gente en la isla no depende del pueblo puertorriqueño sino al gobierno norteamericano, en el cual los isleños no tienen ninguna voz.
Lo mismo puede decirse del servicio militar. No hay “fuerzas armadas de Puerto Rico”, pero si hay una presencia pesada de las fuerzas armadas norteamericanas en Puerto Rico. El comandante en jefe de estas fuerzas armadas, el presidente de Estados Unidos, es elegido sin ninguna participación de los residentes de la isla. Hasta la guerra de Corea (1950-1953), los soldados puertorriqueños fueron agrupados en su propia unidad, el Regimiento 65 de infantería. Utilizado como pasto de cañón en aquella guerra imperialista, los soldados del 65 se manifestaron descontentos, y el 65 fue disuelto en otras unidades. Desde aquel día en 1917 Cuando el presidente Wilson le otorgó a los boricuas el “regalo” de la ciudadanía, los soldados puertorriqueños han luchado y muerto en todas las guerras norteamericanas. Desde la guerra de Vietnam, los puertorriqueños como otras minorías han representado un número desproporcionado de las filas militares, y sobretodo en el mero frente de batalla. Como las otras minorías. han sufrido una desproporción de bajas.
Hay un gran negocio de reclutamiento militar en la isla y en los barrios puertorriqueños de Estados Unidos. ROTC se encuentra bien establecido en las escuelas donde el servicio militar se presenta como el único escape de la pobreza. Se van decayendo las escuelas, se recorten los programas culturales puertorriqueños, y se eliminan empleos y servicios sociales de los barrios latinos, suena cada vez más atractiva la canción del reclutador militar.
Más aun, las fuerzas armadas norteamericanas se han apoderado de grandes terrenos en Puerto Rico. La isla de Vieques, donde una resistencia masiva recientemente pudo acabar con el bombardeo, es un ejemplo. Uno aun más grande es la inmensa base de Roosevelt Roads, en la isla principal.
Algunos puertorriqueños, al contemplar esta situación, lo ven como un argumento a favor de la independencia de la isla. Los independentistas hacen destacar de que el único país que ha invadido a Puerto Rico ha sido los mismos Estados Unidos, de modo que todas estas bases no le prestan ninguna protección a la isla. Un Puerto Rico independiente podría usar toda esta tierra para las necesidades de la nación, y soldados puertorriqueños se encargarían a proteger la soberanía de Puerto Rico, no a participar en aventuras bélicas en el Medio Oriente. Otros boricuas argumentan que mejor sería convertir a Puerto Rico en otro estado norteamericano, para darles el sufragio completo a los residentes de la isla. Hasta muchos que, como la gobernadora Sila Calderon, favorecen el actual arrego de “Estado Libre Asociado”, desean ver una autonomía mas profunda y completa para la isla.
Todas personas progresistas deben apoyar al derecho del pueblo de Puerto Rico a decidir su propio futuro.
Guerras norteamericanas y el Puerto Rico