Tras la publicación extraoficial el 17 de septiembre de un discurso secreto del primer ministro Ferenc Gyurcsany, en el cual admite mentirle “por la mañana, tarde y noche” a los húngaros sobre la situación de la economía nacional, se armó el pueblo en manifestaciones callejeras el próximo día con la demanda de que renuncie. Las protestas tomaron lugar ambos en la capital, Budapest, y en ciudades de la provincias.
La policía recurrió al uso de cañones de agua y gas lacrimógeno contra de un grupo de manifestantes que demandaban que la Televisora Estatal Húngara difundiera sus demandas. Manifestantes, muchos de los cuales eran ultraderechistas, atacaron a la policía. Algunos manifestantes tomaron el edificio de la Televisora, pero fue retomado por la policía. Alrededor de 200 personas, mayormente policías, fueron heridos. Según el Partido Obrero Comunista Húngaro, hubo tremendo daño a la propiedad. También dañado fue un monumento en honor a los héroes soviéticos que ayudaron a rescatar al país del fascismo durante la Segunda Guerra Mundial.
Ochenta por ciento de los húngaros se opusieron a la violencia, según sondeos.
Dos partidos de oposición, el derechista Fidesz y el democristiano KDNP, estaban involucrados en las protestas.
El partido de Gyurcsany, el Partido Socialista Húngaro, ganó las elecciones parlamentarias en Abril y luego formaron una coalición con el Partido de Demócratas Libres. El nuevo gobierno de coalición encabezado por Gyurcsany seguía con las misma política neoliberales e introdujo un programa de “reformas radicales”, que dejó cesando a los empleados del gobierno, privatización, cuotas nuevas para servicios de salud, y recortes de los servicios públicos.
Mientras que se montaba el descontento publico, Gyurcsany les dijo a dirigentes de su partido en su discurso secreto que habían sido “estupidos” por haber ocultado su programa antes de las elecciones. “Nosotros hicimos errores — no un poco, sino muchísimos” dijo. “Hicimos todo lo posible para mantener a escondida del país un programa vital de austeridad hasta al mero fin de la campaña electoral. Dijo que el déficit presupuestario nacional no era 4,7 por ciento como se había anunciado, sino más como de 10 por ciento.
Según los comunistas húngaros, la mayoría de las personas que se lanzaron a las calles lo hicieron para “protestar en contra de las política neoliberal y las violaciones de las normas morales más elementales de la política”. Lo que significan las manifestaciones es que el pueblo “no quiere más mentiras y manipulaciones, y se oponen a una política que le quita todo a la gente pobre”. Los comunistas exigieron la renuncia de Gyurcsany y una asamblea nacional para adoptar una nueva constitución.
Sin embargo, dijo el Partido Comunista “algunas fuerzas de la derecha radical y hasta extremistas pretendieron utilizar al descontento masivo para sus fines personales”. Como la muchedumbre enfrente del parlamento húngaro fue creciendo a unos 10.000, dijo el Partido Comunista “la mayoría de los oradores criticaron al gobierno y empezaron a exigir un ‘nuevo 1956, un nuevo ajuste de cuentas con los ‘comunistas’”. Esto refiere a la contrarrevolución anticomunista en Hungría en 1956. Por supuesto, Hungría hoy en día tiene una economía capitalista de “mercado libre”, no socialista. Gyurcsany, un ex integrante de la juventud comunista, según se reporta, se enriqueció en los 1990 por medio de la privatización de los bienes del estado socialista.
Hoy una tercera parte de la población vive bajo la línea de pobreza. La brecha enorme entre las promesas electorales y la política de gobernación es la causa de mucho del descontento popular.
“La mayoría de la gente está empezando dándose cuenta de lo que significa el neoliberalismo, y esto produce un gran crecimiento en el descontento. A la misma vez la gente se sienten desorientada y manipulada, y que no tienen realmente posibilidades de influenciar las decisiones políticas”, dijo el Partido Obrero Comunista.
Gyurcsany se niega denunciar y los politólogos piensan que puede sobrevivir esta crisis.
El primero de octubre se van a celebrar elecciones para los gobiernos municipales. Se ha bajado bastante la popularidad del Partido Socialista, de 40 por ciento en abril a 23 por ciento actualmente.
Húngaros exigen renuncia de mandatario