El 2 de octubre los mexicanos observaron el 40 aniversario de la Matanza de la Plaza de Tlatelolco en 1968 con una marcha de miles de gente por Ciudad México además de otras actividades. Veteranos de las actividades del 1968 marcharon juntos con estudiantes que ni habían nacido en ese entonces, juntándose con agricultores y el magisterio en huelga. En Ciudad México, el gobierno local bajó las banderas a media asta.
La Matanza tomó lugar solo diez días antes de las Olimpiadas en Ciudad México. Activistas estudiantiles buscaban usar a la atención mundial a la capital mexicana debido a los Juegos Olímpicos para abogar en pos de las libertades democráticas y la liberación de presos políticos. Todo el verano hubieron marchas y protestas por estudiantes universitarios y de secundaria. En septiembre, el presidente autoritario, Gustavo Díaz Ordaz del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ordenó al Ejército a ocupar a la Universidad Nacional Autónoma de México, cosa que provocó más marchas de protesta.
El 2 de octubre 1968, por lo menos 15.000 marcharon y en la noche 5.000 estudiantes, obreros y residentes de los barrios se congregaron en la Plaza de las Tres Culturas en la anciana población azteca de Tlatelolco. Sin advertir, la policía y los soldados abrieron fuego contra la multitud y siguieron los disparos mientras la gente buscaban refugiarse. Aunque el gobierno nunca publicó el número de muertos en la matanza y dijeron falsamente que la multitud no armada habían disparado primero.
La periodista mexicana, Elena Poniatowska publicó un libro, La Noche de Tlatelolco, en 1971 que, basado en entrevistas con testigos, demostró claramente que fue las fuerzas del gobierno que habían disparado en contra de los que protestaban a pesar de no haber ninguna provocación. Poniatowska escribió que el número de muertos pudo ser de sobre 300.
Hubo envolvimiento estadounidense en el incidente. J. Edgar Hoover, director del Negociado Federal de Investigaciones de Estados Unidos, igual que la CIA, veía a la creciente oposición de izquierda mexicana como una amenaza seria a sus intereses. Mientras tanto, el gobierno mexicano no tenía ningún problema con este punto de vista.
Aunque México tomó una posición públicamente independiente durante la Guerra Fría, algunos oficiales altos mexicanos incluyendo los presidentes López y Echeverría, fueron desenmascarado por el ex agente de la CIA de ser “fuentes” de la agencia estadounidense de inteligencia. El movimiento estudiantil estaba infiltrado por agentes y provocadores, algunos que hacían papel de ultraizquierdistas creando problemas y otros que tildaban a los dirigentes estudiantiles de rojos.
La oposición de izquierda, aunque no era parte de un “complot soviético” como alegaban oficiales estadounidenses y mexicanos, era una fuerza verdadera. Después de la Revolución Cubana, muchas personalidades públicas en México, inclusive el ex presidente Lázaro Cárdenas, expresaron apoyo para el nuevo gobierno encabezado por Fidel Castro y denunciaron los esfuerzos de Estados Unidos para derrocarlo. Y México tiene su propia rica tradición revolucionaria. El Partido Comunista Mexicano ha contado entre sus filas algunos de las personalidades más respetadas del movimiento obrero y las artes.
En 1959 al 1960, el gobierno suprimió fuertemente a los trabajadores de los ferrocarriles y los profesores que estaban en huelga, encarcelaron unos dirigentes sindicales izquierdistas. En el 1962, el ejército y la policía mataron al líder campesino Rubén Jaramillo, que era un ministro metodista y militante del Partido Comunista, y a su familia. En 1968, algunos dirigentes sindicales de izquierda todavía estaban encarcelados, inclusive a los dirigentes de obreros ferrocarriles Valentín Campa y Demetrio Vallejo, ambos comunistas. Los estudiantes reclamaban la liberación de todos los presos políticos como estos.
La matanza de estudiantes y obreros en la Plaza de las Tres Culturas no fue el único acto represivo que tomó lugar bajo la presidencia de Díaz Ordaz y su ministro del Interior y sucesor, Luís Echeverría Álvarez. Hubieron más asesinatos de campesinos, estudiantes y obrero, muchas veces “desaparecidos”. Pero la flagrante naturaleza pública de la masacre de Tlatelolco se quedó en la mente del público mexicano y el mundo.
Especialmente desde que el PRI perdió la presidencia en el 2000, han habido exigencias que hagan público los archivos de la policía y el ejército sobre los acontecimientos, pero con poco éxito. Otra demanda ha sido que se llevan a la justicia los líderes del país de esa época. Con esto tampoco han tenido éxito. Últimamente, se han descubierto lo que pueden ser fosas comunes de gente desaparecidas por las autoridades de esa época.
La semana pasada, el PRI, con el apoyo del derechista Partido de Acción Nacional de gobierno, admitió que sí, hubieron cosas malas que pasaron en el 1968, pero dicen que el pasado es el pasado. No obstante, la izquierda parlamentaria del Partido de la Revolución Democrática y sus aliados exige que el gobierno admita que los eventos del 1968 constituyen un crimen de estado.
La Matanza de la Plaza de Tlatelolco en 1968