El proceso revolucionario bolivariano está en marcha – a paso de vencedores, como lo diría el Presidente Hugo Chávez – pero también rodeado de peligros. A pesar de las dificultades que lo acosan, todos los días la imaginación popular y la férrea e inteligente conducción del Comandante Chávez están demostrando al mundo que la posibilidad de reiniciar el camino por la segunda independencia no es un simple enunciado.
Especialmente las últimas semanas estaban llenas de movilizaciones y acciones contrarrevolucionarias, promovidas por los empresarios, la corrupta aristocracia sindical, la cúpula eclesiástica, los viejos partidos, derrotados en siete elecciones democráticas consecutivas, y fuerzas exteriores. Los medios de comunicación proyectan al mundo la falsa imagen de una revolución derrotada, un presidente frustrado y un gobierno aislado. La actual conyuntura, llena de ataques del enemigo de clase, sin embargo, es positiva, porque indica que la revolución avanza y se profundiza. Este enardecimiento de la oligarquía es positivo porque ha activado a las fuerzas populares. Nosotros decimos: si el enemigo de clase nos aplaudiera, estaríamos preocupado; pero si la burguesía nos condena o condena a la revolución significa que vamos por el camino correcto. Mientras que la oligarquía levanta su efervescencia contrarrevolucionaria, también los revolucionarios elevan su compromiso con el proceso y lo han expresado de múltiples maneras.
El principal apoyo recibe la contrarrevolución por parte de los Estados Unidos, que históricamente han estado muy metidos en las situaciones internas de Venezuela. Nosotros hemos fijado nuestra posición al respecto, no sólo ante los Estados Unidos, sino ante todos los países del mundo. Somos respetuosos de la soberanía, de la autodeterminación de los pueblos y pedimos el mismo respeto para nosotros. Es costumbre que funcionarios del gobierno norte-americano atacan al Presidente Chávez. Últimamente fue el Secretario de Estado Colin Powell quien “deploró la poca ortodoxia democrática de Chávez” y reconoció que Washington consideraba que su relación con Caracas estaba afectado por un “factor irritante”, por la crítica de Chávez a la campaña bélica de Bush y por sus visitas a países del “Eje del Mal”, como Irán Irak y Libia. Profundizando ese curso de oposición a la hegemonía norteamericana en la región, el mandatario venezolano rechazó el ALCA para 2005, tal como fue planteado por George W. Bush y los presidentes americanos en la cumbre de Quebec de abril del año pasado. Dijo que el Area de Libre Comercio para esa fecha “sería suicida para nosotros, porque el desempleo llegaría aquí al 90 por ciento y van a quebrar todas nuestras pequeñas y medianas empresas y agricultores.”
Al día siguiente llegó al capitolio el jefe de la CIA George Tenet. Él manifestó que le preocupaba muchísimo la situación de Venezuela por ser el tercer abastecedor de petróleo de EE.UU. El jefe de los espías metió en la misma bolsa los sucesos de Caracas, la guerra civil colombiana y el estallido social en Argentina. “América Latina se está volviendo cada vez más volátil,” dijo para tratar de justificar el mayor presupuesto de su agencia.
La “arquitectura” de estos planes de desestabilización es conocida por los antecedentes históricos mencionados. Siguiendo la lógica de los ejemplos anteriores, el plan estaría siendo ejecutado desde Washington por un Grupo de Tarea (Task Force), compuesta por la Central de Inteligencia (CIA), el Departamento de Estado y el Pentágono. La coordinación y supervisión estaría a cargo del Director del Consejo de Seguridad Nacional (NSC), quien reporta directamente al Presidente.
Dentro de la alianza desestabilizadora que quiere desalojar a Hugo Chávez del poder, hay dos tendencias: una, que planea sobre un horizonte de mediano plazo y que pretende destruir, junto con el proyecto bolivariano, la esperanza del pueblo de un cambio profundo posible; la segunda, con un horizonte más corto, quiere la caída inmediata del presidente. El Departamento de Estado del gobierno Bus planifica seguramente la primera opción.. Los conspiradores golpistas, militares y civiles, que se observan en el país son, obviamente, parte de la segunda opción. Sin embargo, puede haber una confluencia de ambas tendencias, en la medida, en que el gobierno se debilite.
El éxito de la Revolución Bolivariana es de trascendental importancia para toda América Latina, porque Venezuela es un país clave en la derrota del ALCA y del Plan Colombia, con los cuales Estados Unidos pretende anexar la Patria Grande en el año de 2005. Pero el tiempo para estabilizar a la revolución se acorta peligrosamente. El reloj marca cinco para las doce en el país del Libertador.
El autor es Secretario de Relaciones Internacionales para el Partido Comunista de Venezuela
La Revolución Venezolana y el gobierno Bush