Los trabajadores en la época de la globalización capitalista

Primera de cuatro partes

Hasta comienzos de la década de los 1990, el bloque socialista, incluyendo a la Unión Soviética funcionó para frenar hasta cierto punto al imperialismo y a la globalización capitalista. Además de limitar a la dominación y las aventuras militares, como socios comerciales el bloque socialista también proporcionó a muchos países en vías de desarrollo los medios para resistir y/o minimizar al comercio desigual y a la penetración del capital extranjero.

El colapso del socialismo en Rusia y en los países de Europa oriental desencadenó una tremenda carrera de capital y competición global por los mercados. Bajo una bandera de triunfo capitalista, la desregulación, la privatización, y acuerdos comerciales desiguales, depredadores afectaron a gran parte del planeta.

Es cierto que ya para los años 1990, las revoluciones tecnológicas y comunicativas que alimentan y fortalecen a la globalización estaban bien desarrolladas. La globalización capitalista con su libre flujo de capital por todo el mundo había comenzado mucho antes, pero cobró una nueva agresividad y logró una clara aceleración con el colapso del bloque socialista. Y, sin la presencia del sistema socialista funcionando como freno, el capital estadounidense llegó a ser el ganador incuestionable, protegido y desarrollado por la única superpotencia militar que quedaba en el mundo.

Lenin lo dijo bien claro en su obra, “Imperialismo: Etapa superior del capitalismo”, que el imperialismo no es simplemente una política. Es una etapa del desarrollo capitalista, un proceso objetivo. Y, es lo mismo con la globalización capitalista. No es una política de este o aquel gobierno, es un proceso objetivo de desarrollo transnacional capitalista. Esta distinción es muy importante para comprender a la lucha de clases hoy. Aunque la política gubernamental puede tener impacto sobre los procesos de la globalización capitalista, mientras siga siendo capitalismo el sistema económico dominante, continuará su globalización.

El proceso de la globalización capitalista sirve como contexto importante para comprender al movimiento sindical actual de EEUU. ¿Cómo es que llegamos a donde estamos? ¿Por qué tanta pérdida en el número de trabajadores sindicalizados durante los últimos 35 años? ¿Por qué tanta pérdida en la membresía de los sindicatos industriales con cierres de fábricas, etc.? ¿Por qué han llegado a ser tan gran cosa para los trabajadores los acuerdos de “libre comercio” como, por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC)? ¿Y qué hay tras todos esos debates tan agudos dentro del movimiento sindical?

La elección de Ronald Reagan en 1980 señaló un ataque de creciente envergadura contra los trabajadores. No es por casualidad que el comienzo de los años 1980 también marcó una aceleración en los cierres de fábricas y pérdidas masivas de trabajos en el sector industrial, y más inversión por parte de las corporaciones transnacionales basadas en EEUU en el extranjero. Ese período también se caracterizó por un aumento en la fuga de empleos y de trabajo al extranjero.

Durante los años ‘80 y ‘90, las fusiones corporativos crearon nuevos e inmensos imperios industriales y financieros. Basta tomar como ejemplo a la industria del acero. Hasta los años 1980, la industria del acero, privada o pública, fue una industria nacional en la mayoría de los países, con muy poca penetración del capital extranjero. Hoy, las tres compañías siderúrgicas más grande del mundo están basadas en India, Luxemburgo, y Japón, respectivamente. Cada una de ellas tiene inmensos recursos alrededor del mundo, incluso en EEUU. La US Steel ya tiene también fábricas en otros países, incluyendo en algunos países ex socialistas de Europa Oriental.

El crecimiento y la concentración del capital transnacional han alimentado a las tendencias políticas ultraderechistas en muchos de los países industrializados, incluyendo a EEUU.

En los primeros años, la tendencia principal en el movimiento sindical estadunidense fue la de canalizar al sentimiento anticapitalista en contra de la globalización en direcciones ultraderechistas y ultranacionalistas. Algunos fueron engañados por argumentos que contrapusieron a trabajadores norteamericanos contra los trabajadores de otros países y trabajadores inmigrantes. Campañas de calumnias contra Japón y por comprar productos nacionales movilizaron a actitudes xenofobicas. La competitividad global capitalista fue pintada como una competencia de trabajadores contra trabajadores, exigiendo que sacrifiquen salarios y beneficios para “ganarle a la competencia”.

Los comienzos de los años ’80 también vieron a grandes pérdidas para los trabajadores, en forma de concesiones en materia de salarios y beneficios. También fue un momento en el cual los sindicatos perdieron terreno en negociaciones coordinadas con fechas de terminación comunes de convenios, y las uniones laborales perdieron los acuerdos maestros que cubrían a industrias enteras, que habían establecido normas más altas para muchos sectores industriales de la economía.

Al mismo tiempo, coaliciones de centro-izquierda y movimientos de base dentro de los sindicatos desafiaron a estos retrasos y propusieron alternativas de lucha de clase que rechazaban a las concesiones y rendir lo que habián ganado anterior. Enfatizaron a la solidaridad global de los trabajadores y se enfocaron en contra de las corporaciones transnacionales. Ya para fines de los años 1980, muchos de los dirigentes de los movimientos de base de los ‘70 y comienzos de los ‘80 iban llegando a posiciones de liderazgo en los sindicatos a nivel local, estatal y nacional. Este proceso tuvo culminación en 1995 con la elección de lista Sweeny-Chávez-Thompson-Trumka para la directiva de la AFL-CIO.

Sin embargo, el proceso objetivo de la globalización capitalista siguió su desarrollo. Con el establecimiento de la Organización Mundial del Comercio y el acuerdo TLC, nuevas olas de capital estadounidense iba al extranjero, trayendo como resultado más pérdidas de trabajos y la destrucción de comunidades enteras de clase trabajadora en ciertas regiones industriales.

Scott Marshall es vicepresidente del Partido Comunista y encabeza la Comisión Laboral de dicha organización.