Segunda de cuatro partes
El proceso de la globalización capitalista sigue durante administraciones demócratas y republicanas. Lo que es distinto es el espacio que tienen los trabajadores y el pueblo para resistir el impacto de la globalización sobre sus miembros y sobre las familias trabajadoras. Por ejemplo, bajo administraciones demócratas, en varios estados las uniones laborales lograron conseguir legislación que requiere previo aviso por cualquier cierre de fábrica. En algunos casos, las corporaciones fueron obligadas a devolver dinero que le fueron concedidos en rebajas de impuestos a las comunidades. Fueron aprobados en algunos lugares estatutos municipales de salarios dignos, respondiendo directamente a la degradación de salarios y condiciones de trabajo causadas por los cierres de fábricas y la fuga de empleo.
Bajo administraciones demócratas con un Congreso controlado por los demócratas, el movimiento sindical pudo librar luchas victoriosas por extender los beneficios de desempleo y por legislación de ajustes comerciales para darle una ayuda limitada a los que quedaron cesante debido a la fuga del capital y los cierres de fábricas relacionados con el comercio internacional.
Bajo administraciones republicanas y con el control republicano del Congreso, han venido ataques agudos y más agresivos contra los trabajadores y contra cualquier medida que sirva para aliviar los golpes de la globalización. Ya que la derecha republicana tiene mucho más motivación ideológica tras su fervor antitrabajador y procapitalista, han acelerado mucho el proceso de tratados comerciales desiguales y ataques contra los derechos de los trabajadores.
Estas diferencias entre los dos partidos capitalistas sobre la mejor manera de bregar con las cuestiones de comercio global quedaron claras en las elecciones del 2004. Bush y los republicanos minimizaron a cuestiones de globalización y esencialmente pidieron el mantenimiento de autoridad “carril rápido” para los acuerdos comerciales. Expresaron su apoyo al TLC, al ALCA [Acuerdo de Libre Comercio de las Américas], y a otros “acuerdos de libre comercio,” y se opusieron a cualquier idea de reabrir acuerdos comerciales para que se incluyan derechos de los trabajadores y normas ambientales. Atacaron a los demócratas por “estar en el bolsillo de los grandes sindicatos”, y amenazaron con pasar nueva legislación limitando a los derechos de los trabadores y las negociaciones laborales colectivas.
Muy al contrario, por el lado demócrata varios candidatos en las elecciones primarias pidieron o poner fin al TLC, o bien reabrir los tratados actuales para que se incorporen en ellos fuertes derechos laborales y normas ambientales efectivas. Richard Gephart propuso en su campaña electoral la idea de un salario mínimo internacional. Y, por fin, John Kerry reconoció al apoyo laboral y pidió reabrir al TLC y la negociación de fuertes derechos laborales y normas ambientales en todo arreglo comercial futuro, un cambio fundamental en su punto de vista pro globalización expresado en el Senado. Kerry y muchos otros candidatos demócratas auspiciaron el proyecto de ley “Libertad de Empleados a Escoger”, propuesta del movimiento laboral para la restauración del derecho de sindicalizarse.
Los trabajadores, la guerra y la paz.
La guerra y la militarización son partes íntegras de la globalización capitalista. Por ejemplo, la presencia de fuerzas militares norteamericanas y de grandes recursos militares en Colombia no puede separarse de la campaña por el Área de Libre Comercio de América (ALCA). Y, por supuesto, las invasiones a Irak y a Afganistán y la intromisión del poder militar en el Medio Oriente sirven a los intereses del capital transnacional norteamericano, en primer lugar del petróleo. El significado de esta utilización despreocupada del poder militar no se pierde entre los socios comerciales de EEUU, ni entre los que luchan contra la globalización capitalista por todo el mundo.
Más y más sectores grandes del movimiento laboral comienzan a distinguir las conexiones entre la guerra para hacer al mundo “seguro” para la inversión global y la explotación a un lado, y la globalización capitalista al otro. Otros dentro del movimiento de los trabajadores toman otro paso adelante y exigen del movimiento sindical una política extranjera independiente basada en los intereses de la clase trabajadora, y no la agenda empresarial del gobierno norteamericano.
A fin de cuentas, la globalización capitalista, sostenido por una sola superpotencia militar, hace del mundo un lugar muy peligroso. Una gran conclusión que se puede sacar de esta situación ha de ser que los movimientos sindicales, por la paz y por la solidaridad son aliados muy naturales. Haciendo esta conexión y trabajando para forjar lazos con el movimiento por la paz ha de ser una de nuestras tareas primordiales.
Scott Marshall es vicepresidente del Partido Comunista y encabeza la Comisión Laboral de dicha organización.
Los Trabajadores en la época de la Globalización Capitalista