Millones de dólares contra los derechos laborales

El crecimiento asombrante del sector multimillonario del antisindicalismo en EEUU ha ido mano en mano con el declive de nuestra base manufacturera, el auge de la ultraderecha y la pérdida de membresía sindical durante los últimos treinta y pico de años.

Según el grupo de abogacía pro derechos de los trabajadores “Derechos Norteamericanos en el Trabajo,” las empresas antisindicales proveen servicios legales y de consulta, entrenamiento, talleres y materiales a supervisores y gerentes, además de una gran variedad de propaganda antisindical lista para repartirse a los trabajadores que tratan de organizarse. Además aconsejan sus expertos a la gerencia sobre medidas para prologar por plazo indefinido al proceso de negociaciones, y a veces aconsejan a los patrones que quieren resquebrar a un sindicato ya establecido.



La gran industria antisindical

Según Kate Bronfenbrenner de la Universidad de Cornell, más de 3 de cada 4 empresas que se enfrentan a una campaña organizadora sindical contratan a estas corporaciones. Y es por eso más que nada que busca el movimiento sindical que se apruebe la Ley de Libertad de Escoger para los Empleados, para así fortalecer a la capacidad organizadora de los trabajadores contra una fuerte embestida antisindical.

Suelen las campañas antisindicales involucrar a varios consultantes, pueden durar desde semanas hasta años, y pueden costar desde decenas de miles de dólares hasta millones, según John Logan de la Escuela de Economía de Londres. Según algunos cálculos, los patrones gastan en cada campaña entre $2.000 y $4.000 por empleado.

Ricamente pagadas y muy eficaces, proclaman casi todas las corporaciones antisindicales una taza de éxito por encima del 90 por ciento.



Hasta la benemérita Cruz Roja

A pesar de esto, muestran los jugadores de esta industria una falta notable de imaginación, ya que desde el fin de la Segunda Guerra Mundial siguen utilizando más o menos las mismas tácticas de siempre.

En este momento en medio de una muy controvertida campaña organizadora en la Cruz Roja Norteamericana de Tucson, Arizona, la organizadora Kathy Campbell del sindicato de Tronquistas dice que en no menos de cinco ocasiones llaman a un activista sindical a las oficinas de los supervisores, cada vez por una hora o más en la última semana antes de las elecciones dirigidas por la Junta Nacional de Relaciones del Trabajo (JNRT).

Otro activista fue acusado por rumores de ser cantinero enclavado en el seno de la Cruz Roja como “agente sindical” que votaría “Sí” para luego renunciar a su trabajo. O mejor, eso es lo que contaban los patrones a los compañeros de trabajo del activista y a los partidarios del sindicato entre el gran público cuando llamaron a sus casas a la víspera de la publicación por un diario local de un reportaje detallando a la intimidación patronal que sufrió este activista.



Cómo operan

Según las investigaciones de Bronfenbrenner, la mitad de las compañías que se enfrentan a una campaña sindical amenazan con cerrar las plantas, y la cuarta parte de ellas despiden a por lo menos a un activista sindical.

Utilizan entre otras estrategias como la manipulación de los elegibles a la sindicalización, a de “sobornos”, tal como aumentos de salario y ascensos inesperados, a la distribución de grandes cantidades de propaganda antisindical y a las tácticas de demoras en las elecciones para ganarse más tiempo para la contra organización.

La industria antisindical incluye a grado menor a los psicólogos industriales, a las empresas de seguridad y a las casas editoriales que se especializan en materiales antisindicales. Mientras mantengan su fortaleza en EEUU aumentan sus esfuerzos por exportar a sus servicios y han logrado algún grado de éxito en Canadá, Irlanda, Australia y Nueva Zelandia.

Son pocas las veces que se dirigen las empresas antisindicales directamente a los trabajadores, ya que prefieren interactuarse con los supervisores y la gerencia. Los supervisores de primer rango están entrenados, preparados y a veces obligados a hacer el trabajo mugroso de los antisindicalistas y de la alta gerencia, y se despiden o se trasladan a los que no se muestran dispuestos a hacerlo.

Labor Relations Services, Inc., ejemplo típico de las empresas antisindicales, declara en su sitio de Web que “resultan mejor servidos la gerencia y los empleados si trabajan juntos sin la intromisión de una parte ajena indeseada de potencial adversaria, tal como es un sindicato laboral”.

Aparte del estatus evidente de parte ajena intrometida que tienen los consultantes antisindicales, la más profunda verdad de esta cuestión es algo que a veces se pierde: la “unión” de una unión de trabajadores no se refiere únicamente a la organización sindical formal, pero más bien a la “unión” (unidad) de los trabajadores en el lugar de trabajo.

En su esencia un sindicato no es parte ajena; es la misma expresión del compañerismo y de la solidaridad de los trabajadores ordinarios que reconocen a sus intereses comunes como integrantes de la clase trabajadora.