LA PAZ, Bolivia (Prensa Latina) – La monstruosidad del hecho ha desatado profundos sentimientos de dolor, pero también pasiones incontroladas de venganza. Cuando la pasión desborda a la razón vienen las más absurdas y peligrosas generalizaciones.
Entonces es posible odiar a los árabes, judíos, negros, e hispanos.
Hitler hizo incendiar el Reichstag y atizar con ese fuego el odio a los judíos. Ahora, la discriminación y el aborrecimiento pueden cernirse amenazadores sobre lo árabe o lo islámico, o sobre los inmigrantes, víctimas perpetuas de las crisis de todo orden, económicas o no.
Bien hizo Bush en prevenir sobre este peligro, en mostrarse en cámaras con representantes islámicos y con inmigrantes árabes para decir que una veintena de terroristas no son una nación, no son tampoco una religión.
Las cabezas negras abundan en los Estados Unidos. Una reacción discriminatoria y racista sería absurda, casi incalificable. La Nación del Norte ya no es solo angloamericana, los negros y los hispanos la han matizado con su diversidad, y es cosmopolita en el más absoluto sentido del concepto.
No es raro, entonces, que en esta extraña e insólita masacre hubiese gran cantidad de latinos o hispanos que son llorados desde México hasta Argentina, de Norte a Sur. Hombres de todas las razas han resultado hermanos en la desgracia y lloran a los suyos junto a los americanos.
No es exagerado que el crimen hubiese sido calificado como crimen contra la humanidad.
Por esto, lo que se ha llamado con más energía que realismo una guerra del siglo XXI, comienza a ser percibida y asumida críticamente como una crisis global y no como una necesidad de Estado que conduzca a ajustes de cuentas con inocentes inmigrantes o a un sangriento escarmiento contra Afganistán.
Todos hablan de Afganistán y los programas de televisión exhiben documentales que muestran al detalle el paisaje natural y humano de ese país.
Afganistán aparece enclavado en medio de montañas estériles. El más extremo de los atrasos, lo ha convertido en el paraíso de los fanatismos religiosos. No se conocen rutas pavimentadas, no hay ferrocarriles, los ríos que descienden de las altas cúpulas de los cerros son exiguos e imposibles para la navegación.
Altas montañas desnudas, escasez de suelos verdes y planos; esto es lo que se ve de Afganistán, donde se enseñorea el hambre, el analfabetismo y la esclavitud de la mujer.
Pero justamente este estado de pobreza y esta geografía inaccesible, lo han convertido en una fortaleza militar casi imbatible. No hay grandes ciudades que demoler, los riscos casi verticales albergaron a los guerrilleros talibanes que armados hasta los dientes por los americanos rechazaron a los soviéticos.
Cuando escribo estas lineas, los americanos llevan a cabo su operación militar. Se teme que miles de niños y mujeres resulten víctimas inocentes en ese país que da albergue a Osama bin Laden.
Ciertamente, Afganistán, bajo la férula de los integristas talibanes resulta ser la anticivilización misma.
Los talibanes han impuesto un orden integrista y religioso que esta haciendo caminar contracorriente a millones de afganos. Es en realidad el retorno a un pretérito que se hunde en los siglos.
Cuesta creer que este régimen que interrumpió un plan exitoso de alfabetización, que volvió a encerrar a la mujer en la prisión del velo y en los mas horribles prejuicios religiosos y sociales, se hubiese parapetado en el poder con la ayuda de la civilización occidental: de la CIA y del Pentágono.
Pero así fue. El propio Osama bin Laden fue un ahijado de los Estados Unidos.
Un ataque directo de los Estados Unidos, así sea bajo el paraguas de la OTAN y la bendición de las Naciones Unidas, podría unir a las más dispares fuerzas del Islam contra el enemigo exterior. Y algo más grave aun, el fundamentalismo distribuido entre Asia y África, podría responder de la peor manera: con el terrorismo.
Estas horas que esta viviendo la humanidad son decisivas. Ojalá que la palabra guerra desaparezca de los labios de los líderes mundiales y que la serenidad, la tolerancia y la convivencia de todas las razas vuelva al cosmopolita Estados Unidos.
Ni discriminación ni guerra