Ecuador, un país pobre de 13 millones, se está convirtiendo en un gran dolor de cabeza para la administración Bush. La gente de este país, rico en petroleo, acabaron de botar a su tercer presidente en los últimos siete años y muestran que no aceptará el status quo.
Respondiendo a las protestas masivas del pueblo, el presidente Lucío Gutiérrez huyó del palacio presidencial en un helicóptero el 20 de abril. Él se fue a la Embajada Brasileña, donde recibió asilo político.
Ecuador, situado en la costa noroeste de Sudamérica, es un importante proveedor de petroleo al mercado estadounidense. Cada vez que pensamos del petroleo, pensamos del Medio Oriente. Pero mucha de las reservas de petroleo de la cual Estados Unidos depende están aun más cerca en Venezuela, Colombia, Méjico y Ecuador.
En Venezuela, Hugo Chávez está defendiendo la soberanía de su nación y exigiendo un precio justo por su petroleo, para el disgusto de Bush. Colombia está envuelta en una guerra civil, con muchas de las áreas ricas en petroleo en el medio de las zonas de combate. Méjico está en desorden y pueden elegir a un gobierno de izquierda el año que viene. Y ahora viene el levantamiento en Ecuador.
No está claro si él que le sucede a Gutiérrez, el ex vicepresidente Alfredo Palacios, tendrá más éxito con las expectativas del pueblo. Pero si Palacios cumple con sus promesas – incluyendo hacer un referendum sobre el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas y posible sacar al país de Plan Colombia, auspiciado por EEUU – parece probable que otro país latinoamericano rico en recursos estará oponiéndose a la política pro corporaciones del gobierno estadounidense.
El derrocamiento de Gutiérrez no fue una sorpresa. Él había tracionado a su base popular.
Gutiérrez llegó al poder como resultado de un movimiento – originalmente basado en la gran población indígena, pero también envolviendo el movimiento sindical, organizaciones cívicas y oficiales militares de bajo grado – que se oponían a la política neoliberales de “libre comercio”, privatización y austeridad. Después de participar en un régimen interino, Gutiérrez fue elegido presidente en el 2002. Casi instantaneamente se movió a la derecha y se alió con los grandes intereses comerciales.
En diciembre del año pasado, los aliados legislativos de Gutiérrez reemplazaron al Tribunal Supremo con jueces que decidieron que el expresidente Abdala Buracam, visto por muchos como corrupto, sea permitido regresar al país del exilio y no ir a juicio por sus crímenes. Esto ha motivado a la ira popular. Otros intentos de Gutiérrez contra el Tribunal Supremo hizo las protestas peor.
Además de la oposición indígena y de clase trabajadora, muchos de la “clase media” y estudiantes también habían salido a protestar en las calles. Las protestas exigían no solo que Gutiérrez se vaya, sino a los congresistas.
La muchedumbre también exigía la evacuación de la base militar estadounidense de Ecuador y la restauración de la moneda nacional (la economía había sido dolarizada), dos demandas a las cuales Palacio todavía no se ha dirigido.
Un presagio bueno para la soberanía nacional ecuatoriana es el hecho de que cuando la secretaria de Estado Condoleezza Rice llamó por nuevas elecciones en Ecuador, el gobierno de Palacio le dijo que se eche para atrás. También se está hablando en el nuevo gabinete de negociar de nuevo la deuda extranjera de Ecuador y eliminar una ley que enlaza las ganancias de petroleo y pagos de la deuda.
Sin embargo, la situación todavía no es muy estable. Las fuerzas que sacaron a Gutiérrez son diferentes y no todas son de igualmente progresista.
Aparentemente una buena porción de los oficiales del Ejército resentían tener que tomar órdenes de Gutiérrez, un mestizo y un mero coronel. En la izquierda, el grupo principal indígena que se movilizó para sacar a Gutiérrez, el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik, no se ha unido al gobierno porque este no se puesto de acuerdo con algunas de sus exigencias.
Muchos ecuatorianos quieren que Gutiérrez sea juzgado por ordenar a sus fuerzas de seguridad a disparar contra manifestantes, matando a dos. Ellos están desilicionados que Brasil or cualquier otro país le diera asilo. Como 40 por ciento de la población del Ecuador están en la pobreza.
Una cosa está clara. Si Palacio se mueve muy rápido para complacer a las demandas populares y desafiar al status quo pro EEUU, él también, puede encontrar que sus días en el poder estén numeradas.
Protestas obligan renuncia de presidente