John Roberts como juez presidente del Tribunal Supremo del país, reemplazando a William Rehnquist, tendrá la oportunidad de encabezar al tribunal durante el resto de la vida de la generación posguerra y gran parte de la vida de los que nacieron en los años ’60 y ’70 también.
Roberts, de 50 años de edad, es bien conocido como fiel servidor de la ultraderecha y de las corporaciones estadounidenses. Ha ocupado puestos en las administraciones de Reagan y del primer Bush. Aplicó sus poderes intelectuales a la búsqueda de excepciones a la protección del medio ambiente, los derechos de la mujer, derechos civiles y electorales, separación de iglesia y estado, y al derecho a la privacidad.
Roberts recibió su formación legal durante la época de la ascendencia de la ultraderecha al poder político a nivel nacional. Es un cuadro de la “Revolución Reaganista” de los años 1980, época que vio a la inauguración de un nuevo asalto contra el papel del gobierno, la regulación de las corporaciones, la separación de poderes, la transparencia gubernamental y contra los fundamentos centrales de la democracia, como son la igualdad racial y entre los sexos, los derechos sindicales y la educación pública.
Ya se cumplieron las vistas públicas en el Senado las audiencias sobre la nominación de Roberts, después de una mínima demora por el huracán Katrina. La meta de la administración Bush es lograr que confirmen a Roberts a tiempo para el inicio de las sesiones del máximo tribunal el 3 de octubre.
Las preguntas abarcaron a muchos temas, desde la igualdad de oportunidad y el derecho a votar hasta las libertades civiles después del 11 de septiembre, los secretos gubernamentales, la pena de muerte, y la Ley de Norteamericanos con Incapacidades. Desafortunadamente, no se hizo pregunta ninguna sobre la decisión Bush v. Gore que le instauró a George Bush en la Casa Blanca en el 2000.
Trabajando como mercenario legal de los ultraconservadores, Roberts escribió muchos argumentos legales en apoyo a la agenda reaganista. “Yo estaba articulando y defendiendo posiciones de la administración”, respondió Roberts a pregunta tras pregunta. Y vez tras se pudo ver por cuanto tiempo la ultraderechista ha retrasado y erosionado a los derechos democráticos.
El senador Edward Kennedy (demócrata por Massachussets) calificó como las cuestiones “sobresalientes” que enfrentan al país a los derechos civiles y la igualdad racial, especialmente después de Katrina. “Los fundadores [del país] no lo resolvieron bien”, dijo, notando que tuvimos que pelear una Guerra Civil sobre estas mismas cuestiones, y que el movimiento conducido por el Dr. King llamó a esta nación a tomar concienticia de las mismas.
Sin embargo, la experiencia de Roberts y su marco sobre estas cuestiones críticas son precisamente los argumentos legales de la administración Reagan, la misma que buscó debilitar a la Ley de Derechos Civiles del 1964, junto con la Ley de Derecho al Voto del 1965. Sus antecedentes como “verdugo corporativo” en su carrera legal privada no le ayudó a Roberts a prestar ninguna dirección igualitaria a su filosofía y experiencia.
Alegan muchos comentaristas que la confirmación de Roberts será aprobada por el Senado “a toda máquina”, y que es “brillante” y “más que calificado”. Así que existe un sentimiento de “hecho consumado”. En este sentido, tienen que ver las palabras sabias de Albus Dumbledore, carácter de las novelas “Harry Potter” de la autora J.K. Rowling. Aun cuando estés perdiendo la batalla, dijo Dumbledore, tienes derecho a luchar, y a seguir luchando, porque únicamente así se puede detener a la maldad. Una coalición de fuerzas, en su mayoría grupos pro mujeres y pro derechos civiles, han montado una campaña “Vote No” contra Roberts.
Esta lucha prepara el terreno para la próxima nominación, y para las futuras batallas bajo un posible tribunal presidido por Roberts. La administración Bush ha sufrido un golpe de inmensa envergadura por su negligencia criminal y racista hacia la gente de Nueva Orleáns y la Costa del Golfo. Se le esfuma el apoyo por la guerra en Irak. Bush ya se enfrenta a los números más bajos que nunca en las encuestas de opinión pública. Roberts representa una dominación derechista del Tribunal Suprema por los próximos 30 años. Las fuerzas democráticas no pueden regalarle esto a la ultraderecha.
Los movimientos de masas que luchan por la igualdad y la democracia, la clase trabajadora y sus aliados, tienen un gran papel que jugar. No importa qué tan seguido lo niegan, los tribunales operan bajo la influencia de la opinión pública, y especialmente bajo la presión popular masiva. La opinión pública también influye a los abogados y oficiales elegidos que aplicarían sus conocimientos y sus capacidades profesionales a la lucha por la democracia.
Pero, bajo cierto sentido, Roberts estará contando con soldados rasos y peritos legales de la ultraderecha para llevarle casos a su tribunal. Roberts prometió un tribunal al estilo Rehnquist, que no es muy alentador para la América progresistas. Pero aun peor, este no es el mismo momento en que Rehnquist se unió a la corte, ni tampoco el momento cuando llegó a ser su juez presidente. Es un momento mucho más peligroso, en el cual la administración Bush y el sector más reaccionario de la clase dominante, aunque debilitado, que administra el poder y la influencia.
La lucha para derrotar a la ultraderecha tendrá impacto sobre todos los sectores del gobierno, incluso a lo judicial. Las elecciones de 2006 ya están cerca y será próximo campo de batalla en esta lucha política. La nominación de Roberts subraya la necesidad de retomar el Congreso de las garras de la ultraderecha.
Roberts – Herramienta comprada de la derecha