Sobre el uso de alimento para crear combustible

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Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo. No se trata de una cifra exagerada; es más bien cautelosa. En eso he meditado bastante después de la reunión del presidente Bush con los fabricantes norteamericanos de automóviles.

La idea siniestra de convertir los alimentos en combustible quedó definitivamente establecida como línea económica de la política exterior de Estados Unidos el pasado 26 de marzo.

Un cable de la AP, agencia de información norteamericana que llega a todos los rincones del mundo, dice textualmente:

“El presidente George W. Bush elogió el lunes los beneficios de los automóviles que funcionan con etanol y biodiesel, durante una reunión con fabricantes de vehículos, en la que buscó dar impulso a sus planes de combustibles alternativos.

“Bush dijo que un compromiso de los líderes de la industria automotriz nacional para duplicar su producción de vehículos a combustible alternativo ayudaría a que los automovilistas abandonen los motores que funcionan con gasolina y reduzcan la dependencia del país respecto del petróleo de importación.

“‘Este es un gran avance tecnológico para el país’, dijo Bush tras inspeccionar tres vehículos a combustible alternativo. Si la nación quiere reducir el consumo de gasolina, el consumidor debe estar en posibilidad de tomar una decisión racional”.

Pienso que reducir y además reciclar todos los motores que consumen electricidad y combustible es una necesidad elemental y urgente de toda la humanidad. La tragedia no consiste en reducir esos gastos de energía, sino en la idea de convertir los alimentos en combustible.

Hoy se conoce que una tonelada de maíz sólo puede producir 413 litros de etanol como promedio, de acuerdo con densidades, lo que equivale a 109 galones.

El precio promedio del maíz en los puertos de EEUU se eleva a 167 dólares la tonelada. Se requieren por tanto 320 millones de toneladas de maíz para producir 35.000 millones de galones de etanol.

Según la FAO, la cosecha de maíz de EEUU en el 2005 se elevó a 280,2 millones de toneladas.

Aunque el presidente hable de producir combustible a partir de césped o virutas de madera, cualquiera comprende que son frases carentes en absoluto de realismo. Entiéndase bien: ¡35.000 millones de galones significan un 35 seguido de nueve ceros!

Vendrán después bellos ejemplos de lo que en la productividad por hombre y por hectárea alcanzan los experimentados y bien organizados agricultores de EEUU: el maíz convertido en etanol; los residuos de ese maíz convertidos en alimento animal con 26 por ciento de proteína; el excremento del ganado utilizado como materia prima para la producción de gas. Desde luego, esto es después de cuantiosas inversiones al alcance sólo de las empresas más poderosas, en las que todo se tiene que mover sobre la base de consumo de electricidad y combustible. Aplíquese esta receta a los países del Tercer Mundo y verán cuántas personas dejarán de consumir maíz entre las masas hambrientas de nuestro planeta. O algo peor: présteseles financiamiento a los países pobres para producir etanol del maíz o de cualquier otro tipo de alimento y no quedará un árbol para defender la humanidad del cambio climático.

Otros países del mundo rico tienen programado usar no sólo maíz, sino también trigo, semillas de girasol, de colza y otros alimentos para dedicarlos a la producción de combustible. Para los europeos, por ejemplo, sería negocio importar toda la soya del mundo a fin de reducir el gasto en combustible de sus automóviles y alimentar a sus animales con los residuos de esa leguminosa, especialmente rica en todos los tipos de aminoácidos esenciales.

En Cuba, los alcoholes se producían como subproducto de la industria azucarera, después de hacerle tres extracciones de azúcar al jugo de caña. El cambio de clima está afectando ya nuestra producción azucarera. Grandes sequías se vienen alternando con lluvias récord, que apenas permiten producir azúcar durante cien días con rendimientos adecuados en los meses de nuestro muy moderado invierno de modo que falta azúcar por tonelada de caña o falta caña por hectárea debido a las prolongadas sequías en los meses de siembra y cultivo.

Todos los países del mundo, ricos y pobres, sin excepción alguna, podrían ahorrarse millones de millones de dólares en inversión y combustible simplemente cambiando todos los bombillos incandescentes por bombillos fluorescentes, algo que Cuba ha llevado a cabo en todos los hogares del país. Eso significaría un respiro para resistir el cambio climático sin matar de hambre a las masas pobres del mundo.

Como puede observarse, no uso adjetivos para calificar al sistema y a los dueños del mundo. Esa tarea la saben hacer excelentemente bien los expertos en información y los hombres de ciencias socioeconómicas y políticas honestos que en el mundo abundan y que constantemente hurgan en el presente y el porvenir de nuestra especie. Basta una computadora y el creciente número de redes de Internet.

Hoy conocemos por primera vez una economía realmente globalizada y una potencia dominante en el terreno económico, político y militar, que en nada se parece a la Roma de los emperadores.

Algunos se preguntarán por qué hablo de hambre y sed. Respondo: no se trata de la otra cara de una moneda, sino de varias caras de otra pieza.

Acudo en este caso a una agencia oficial de noticias: la TELAM. Textualmente, dijo:

“Cerca de 2 mil millones de personas habitarán dentro de apenas 18 años en países y regiones donde el agua sea un recuerdo lejano. Dos tercios de la población mundial podrían vivir en lugares donde esa escasez produzca tensiones sociales y económicas de tal magnitud que podrían llevar a los pueblos a guerras por el preciado ‘oro azul’.

“Durante los últimos 100 años, el uso del agua ha aumentado a un ritmo más de dos veces superior a la tasa de crecimiento de la población.

“Según las estadísticas del Consejo Mundial del Agua, se estima que para el 2015 el número de habitantes afectados por esta grave situación se eleve a 3.500 millones de personas.

“La Organización de Naciones Unidas celebró el 23 de marzo el Día Mundial del Agua, llamando a enfrentar desde ese mismo día la escasez mundial del agua bajo la coordinación de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con el objetivo de destacar la creciente importancia de la falta de agua a nivel mundial y la necesidad de una mayor integración y cooperación que permitan garantizar una gestión sostenida y eficiente de los recursos hídricos.

“Muchas regiones del planeta sufren una escasez severa de agua, viviendo con menos de 500 metros cúbicos por persona por año. Cada vez son más las regiones que padecen la falta crónica del vital elemento.

“Principales consecuencias de la escasez de agua son la insuficiente cantidad de ese precioso líquido para la producción de alimentos, la imposibilidad de desarrollo industrial, urbano y turístico y problemas de salud”.