Quizás en ningún otro país del mundo se esté hablando tanto hoy en día de socialismo como acá en Venezuela, lo cual no significa que se esté realmente haciendo algo al respecto. Pues una cosa es divagar sobre un asunto tan concreto como es emprender la construcción de una sociedad socialista, y otra cosa muy distinta es planificar semejante empresa para poder llevarla a cabo exitosamente.
Porque el socialismo es esencialmente un modo de producción, o sea una nueva forma de organizar la vida económica de la sociedad, para que ésta pueda superar las deficiencias y desequilibrios que caracterizan al modo de producción ahora prevaleciente – conocido como capitalismo – en países como los de nuestro continente, con la sola excepción de Cuba.
En la presente situación venezolana, cuando estamos en los umbrales de una revolución que hemos convenido en llamar bolivariana por no ser en verdad ni burguesa ni proletaria, pero que sí tiene rasgos de revolución popular más que evidentes, los comunistas militantes que hemos dedicado nuestras vidas a propagar las ideas del socialismo científico, el de Karl Marx, Friedrich Engels y Vladimir Ilich Lenin, estamos más que nunca en el deber de hablar claro y sin temor a una eventual actitud de molestia en sectores aliados nuestros.
No podemos aceptar pasivamente que se confunda a las masas populares mediante la difusión de extravagantes ideas reformistas disfrazadas de socialistas, y las cuales en una mayoría de casos son importadas, como nos está sucediendo todavía con una creciente importación de alimentos.
Tenemos que oponernos abiertamente a esta invasión de descubridores de supuestos socialismos, que por lo general caen en el campo propiamente denominado neo-utopismo. Como igualmente rechazamos esa simbiosis que pretende unir al socialismo con la propiedad privada sobre los medios de producción.
Debe entenderse que precisamente la diferencia más resaltante, entre socialismo y capitalismo, está dada por la abolición de la propiedad privada sobre todos los medios de producción, y su puesta en manos del Estado durante todo un largo periodo de transición, que deberá culminar con la gradual extinción del Estado y el pase a una sociedad sin clases sociales, es decir, una sociedad propiamente comunista.
Mientras tanto, desde luego, la construcción de la sociedad nueva a la cual aspiramos ahora, la sociedad socialista, requiere también una forma nueva de organizar el trabajo. En primer lugar, el derecho al trabajo, a un empleo digno, debe ser garantizado para todo ser humano en edad apropiada para ejercerlo, pero acompañado del deber de trabajar según su aptitud profesional. En el socialismo, “el que no trabaja no come”, pues nadie espera que le regalen nada.
Asimismo, debe tenerse en cuenta que cada sociedad marcha hacia el socialismo a un paso determinado por las circunstancias nacionales, y en primer término por su situación en el momento de iniciar el cambio de modo de producción. También son factores determinantes del ritmo de construcción socialista, los recursos naturales de que se disponga y la cooperación que puedan brindarle países más desarrollados.
En fin, no puedo dejar de decir que justamente en estos comienzos de febrero con los días de los disfraces de carnaval, de tanta raigambre tradicional para el pueblo venezolano, es bueno que estemos los revolucionarios en guardia contra el socialismo de carnaval.
El autor es presidente del Partido Comunista de Venezuela
Socialismo de carnaval