El tema que ha cobrado mayor actualidad en Venezuela, obviamente, es el del rumbo socialista propuesto al país por el presidente Hugo Chávez en recientes intervenciones suyas. Salvo la natural actitud de rechazo proveniente de los sectores retrógrados, y en particular de la capa más comprometida económica y culturalmente con el imperialismo, se ha podido comprobar que dicha propuesta ha sido recibida de modo muy positivo por una evidente mayoría de los venezolanos.
No podía ser de otra manera, digo yo, porque desde nuestra misma revolución de independencia y en todo el curso de casi dos siglos, el pueblo venezolano se ha inclinado hacia posiciones de izquierda, en lo social y en lo político. Al punto de que aquí prácticamente nadie osa declararse como de derecha si aspira a tener alguna figuración política.
Por eso hemos visto que personajes conservadores han tenido en ciertos momentos que girar un poco hacia la izquierda. Tales han sido los casos de Arturo Uslar Pietri y Rafael Caldera, por ejemplo, que tuvieron el apoyo comunista en determinadas circunstancias, al igual que aceptaron ese apoyo militares como Isaías Medina Angarita y Wolfgang Larrazábal. Todo lo cual indica que los prejuicios y barreras sociales que tienen tanta importancia en otros países, por suerte acá pesan muy poco.
Así se explica que la idea de iniciar la construcción del socialismo no encuentre aquí una oposición organizada sobre bases ideológicas, de principios sólidos. La verdad es que quienes en la prensa manifiestan su desacuerdo, y para eso gozan de la más amplia libertad de opinión, claramente lo hacen por el hecho de que tal propuesta viene de Chávez.
Son oposicionistas a ultranza, en este momento, a toda idea que tenga esa procedencia, siendo una buena parte de ellos antiguos funcionarios del actual gobierno. Bien podemos suponer que si de nuevo les ofrecen un cargo gubernamental volverían al redil burocrático de inmediato.
Esto que digo suena bastante triste pero es la realidad. El debate no ha podido hasta ahora salir del esquema prevaleciente en los últimos ocho años, según el cual nuestro país está dividido no en clases sociales sino en dos bandos: chavistas y antichavistas. Eso mismo sucedió en Argentina cuando ese país hermano se dividió en peronistas y antiperonistas, algo que les trajo nefastas consecuencias que todavía están sufriendo.
Lo lógico sería que los venezolanos discutiéramos ahora mismo sobre el socialismo en términos ideológicos, a la vez en el campo de la teoría y en su práctica. Cosa que implicaría un gran esfuerzo colectivo en cuanto a estudio, a divulgación masiva de textos, en especial de los clásicos. Sin teoría no hay movimiento revolucionario, nos ha señalado Lenin, sin duda uno de los más autorizados clásicos por haber sido el primero y el único de ellos que logró ensamblar exitosamente la teoría y la acción.
Lamentablemente, sí estamos viendo una tremenda ofensiva de elementos confusionistas, de los que yo catalogo como una “izquierda anticomunista”. Su empeño fundamental es desacreditar al socialismo real, el que sacó en pocas décadas a Rusia del feudalismo y la elevó junto a las ex colonias del zarismo a la condición de país moderno y poderoso, con capacidad industrial similar a la de los países occidentales más desarrollados.
Al mismo tiempo han brotado corrientes idealistas que nos hablan de un supuesto “socialismo indígena”, así como ya lo venían haciendo con ese que han llamado socialismo cristiano. En este contexto, también han entrado al país en años recientes remanentes del trotskismo. Lo he podido ver en un documento del Buró Ejecutivo de la IV Internacional, fechado 21-22 de octubre 2006, que aparece en una revista de Bélgica (La Gauche, Nº 27, noviembre 2006.)
Nada de raro, pues, que se nos hable de un “socialismo del siglo XXI”. Un nuevo socialismo para combatir al neo-liberalismo: un neo-socialismo.
El autor es presidente del Partido Comunista de Venezuela.
Venezuela: Un neo-socialismo