LONDRES — No hace mucho que Tony Blair, el primer ministro británico, muy enojado le dijo a la gente de su país que dejen el tema de la guerra en Irak. Desafortunadamente para él, los resultados de las elecciones generales del 5 de mayo muestra que para siempre él quedará manchado por el conflicto.
Blair y sus compinches neoliberales trataron de formular la campaña eleccionaria del Partido Laborista en términos de la economía. El opositor Partido Conservador – que tradicionalmente representa el establecimiento rico de Bretaña – contrató Lynton Crosby, el asesor que ayudó elegir la derechista primer ministro de Australia John Howard el año pasado. A pesar de los esfuerzos de Crosby en los cuales explotó a los sentimientos antiinmigrantes y otras obsesiones “populistas” mediáticas, él no pudo contra la profunda falta de confianza en los conservadores que empezó con la política desastrosa de privatización y recortes de impuestos para los ricos que empezó con la primer ministra Margaret Thatcher.
Los conservadores también tenían como obstáculo el hecho de que Blair y sus compinches habían entrado en su territorio tradicional, echando la herencia socialista de los laboristas para poder hacer guerras contra Yugoslavia, Afganistán e Irak, aumentando el envolvimiento del sector privado en el sector estatal e intensificando los ataques contra las libertades civiles.
Sin embargo, los sindicatos británicos, que ayudaron a fundar el Partido Laborista en el 1900, todavía proveen la mayoría de los fondos del partido.
La política electoral del Partido Comunista de Bretaña era apoyar a los laboristas como la alternativa preferida a los conservadores, mientras exigiendo que voten contra sus más bélicos. Esta estrategia fue basada en la creencia de que el Partido Laborista podía volver a su vía progresista a través del debate y haciendo campaña desde adentro.
Pero los resultados electorales hace muy claro en toda Bretaña que los partidarios tradicionales laboristas estaban en desacuerdo. Desilusionados por ambos la guerra en Irak y la obsesión del gobierno con el sector privado, miles se fueron disgustados.
Aunque los conservadores aumentaron su voto por un poco, el cambio electoral más grande fue de laborista al Partido Demócrata Liberal, un partido de centro-derecha que ha estado en los dos lados sobre la guerra en Irak pero que se presentó como antiguerra durante la campaña electoral. El Partido Verde, que no consiguió ni un escaño, ganó hasta 20 por ciento en un distrito electoral.
Cada distrito electoral tiene como 70 mil votantes representados por un miembro del parlamento.
El sistema electoral de Bretaña significa que miles de votos en los sitios “seguro” para los laboristas o conservadores no se refleja en el Parlamento. Partidos más pequeños – sean de izquierda o derecha – tienen poca posibilidad de conseguir un escaño, aunque tengan un porcentaje significante del voto.
Poco más de 35 por ciento de los votantes votaron por un candidato del Partido Laborista – el porcentaje ganador más pequeño en la historia. Agrégale a eso el hecho de que la participación electoral fue la segunda más baja desde el 1919 al votar 62 por ciento – poco más de los 59,4 por ciento en el 2001 – y está muy claro que poca gente votaron por los laboristas. No obstante, bajo el sistema arcaico electoral británico esto significó que los laboristas ganaran 356 del total de 646 escaños.
Los conservadores ganaron 197 escaños con 32,3 por ciento del voto, y los demócratas liberales 62 escaños con 22 por ciento, los partidos escosés, galés y de Irlanda del Norte componen todos los otros legisladores excepto por tres.
Más picante se convirtió la situación con la presencia de Respeto, una coalición cuya figura principal fue George Galloway, un legislador que fue expulsado del Partido Laborista por su oposición vocal a la guerra en Irak. La victoria de Galloway contra un candidato laborista en un área del este de Londres con una grande población de musulmanes estremeció al Partido Laborista. Candidatos de Respeto consiguieron votos casi igual a los de los laboristas en áreas cercanas y varios otros distritos urbanos.
Aunque el gobierno laborista todavía tiene una buena mayoría de 66 legisladores, menos que loa 167 que tuvo anterior, un bloque pequeño de legisladores laboristas progresistas hará más difícil que Blair promulgue el tipo de medidas que puso en el último parlamento y que no tienen popularidad.
Grandes aumentos en la matrícula universitaria y ataques contra la naturaleza universal del sistema gratuito de salud pasaron el año pasado con márgenes muy pequeñas. Los demócratas liberales y conservadores – más bien simplemente por tener la contraria – se unieron a los rebeldes laboristas para votar en contra de esas medidas.
Han habido llamados en favor de que Blair deje su puesto más temprano que tarde, pero el que probablemente lo reemplaza, Gordon Brown, seguiría la misma política.
Los izquierdistas dentro del partido han programado una conferencia para julio con el propósito de elaborar un programa alternativo de izquierda para el Partido Laborista. Sin embargo, muchos en la izquierda británica piensan que la vía adelante está fuera del Partido Laborista, el llamado más duro ahora es por un sistema electoral más justo.
Richard Bagley es un periodista para el diario socialista británico el Morning Star (www.morningstaronline.co.uk).
Votantes castigan a Blair por guerra en Irak