(Primera de dos partes)
LA HABANA (Prensa Latina) – Uno de los peores flagelos del mundo son las drogas y sus innumerables delitos que, desde el cultivo de las materias primas hasta el fabuloso negocio del lavado de dinero, afectan a personas y naciones sin conocer fronteras ni sociedades.
Los narcóticos destruyen vidas, golpean a los más diversos sectores de todos los países, socavan los esfuerzos por un mayor desarrollo del género humano, quebrantan la salud y dignidad de millones de personas, así como la estabilidad de los estados.
Ante los peligros que entraña este azote, numerosos estados han llegado a la conclusión de que la batalla no constituye tarea de un solo país o una organización internacional, sino que es una acción que atañe a todos.
Con esta intención se efectúo en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra del 5 al 7 de marzo ultimo la XX Conferencia Internacional Antidrogas con la asistencia de delegaciones de más de 100 países.
A partir de esta fecha, la lucha mundial contra la droga cuenta con un sistema de información y diseño de estrategias regionales para intentar combatir el narcotráfico en todas sus expresiones, el lavado de dinero y el cultivo de nuevas áreas de hoja de coca.
De esta manera quedaron establecidos cuatro centros de información sobre drogas en Latinoamérica: Colombia, productor del 75 por ciento de la cocaína que se consume en el mercado mundial, encabezará el combate contra el narcotráfico en el área andina.
Otro de los puntos principales es Bolivia, que comandará el denominado “grupo Cono Sur,” integrado por Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil, mientras en Centroamérica y el Caribe, serán México y República Dominicana los líderes de esta cruzada.
América Latina, una de las zonas geográficas más comprometidas con este llamado “azote de la civilización,” ha realizado en los últimos años ingentes esfuerzos para combatir su producción y trafico, así como el lavado de los cuantiosos dividendos provenientes del trasiego ilícito de los estupefacientes, que ascienden anualmente a más de 600 mil millones de dólares.
Las frías cifras son reveladoras del dramático panorama que rodea a esta lacra: 200 millones de adictos (más del cinco por ciento de la población mundial), la producción de opio se triplicó y la de cocaína se duplico en los últimos 16 años.
La cercanía de Estados Unidos, el más importante mercado de la droga en el mundo, limita sin embargo los resultados de estos esfuerzos, debido al estímulo que representan los miles de millones de dólares que proviene de ese país cada año de los consumidores de narcóticos.
Venezuela, Panamá, Chile y otras naciones sudamericanas son utilizadas para la inyección en el sistema financiero internacional de ese dinero, en tanto Brasil, México, Centroamérica y el Caribe constituyen vías utilizadas para el envío de los alucinógenos a Estados Unidos y Europa, los principales mercados consumidores.
Identificada por tanto en uno de los principales puntos de batalla del plan propuesto por la Organización de Naciones Unidas para reducir en una década el 90 por ciento de la producción de cocaína y heroína, esta parte del mundo ha logrado convertirse en la primera región en acordar una estructura que varia conceptos sobre sus implicaciones.
Este nuevo método conocido como Mecanismos de Evaluación Multilateral (MEM) fue aprobado a principios de octubre del 2000 tras año y medio de trabajos de una comisión de expertos creada ante los reiterados reclamos de los estados latinoamericanos.
Bajo el principio de que todos juzgan a todos, este esquema parte de la estrategia de potenciar la cooperación internacional y equilibrar los esfuerzos por reducir la oferta del narcotráfico y delitos conexos en el área financiera.
La lucha de Latinoamérica por lograr el MEM ha estado acompañada de forma permanente por una consecuente posición de estricto respeto a su soberanía e integridad territoriales, apoyada por un reiterado rechazo a la política adoptada por Washington, caracterizada por la represión y las sanciones económicas.
La posición de la Casa Blanca, de querer convertirse en el gendarme de todo el mundo al evaluar cada año, desde 1986, la gestión de 30 naciones en esta esfera mediante una certificación unilateral -que no toma en cuenta a Estados Unidos- ha sido objeto de criticas cada vez más serias por parte del subcontinente.
La Certificación ha merecido el repudio de numerosos gobiernos, incluso de algunos cercanos a Washington.
Desde 1995, todas las cumbres del mecanismo permanente de consulta y concertación política de la región (Grupo de Río) dedicaron parte destacada de sus deliberaciones a censurar este método, en tanto las dos últimas sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) reiteraron esas preocupaciones.
Según el secretario general de la OEA, el colombiano Cesar Gaviria, el MEM representa un nuevo enfoque que hará más ordenado, sistemático y contundente el esfuerzo común de la región e “imprimirá renovado vigor a la acción nacional e internacional contra los narcóticos respetando la soberanía y la integridad de cada estado”.
A pesar de las numerosas iniciativas nacionales e internacionales de los últimos años, América Latina esta obligada a seguir enfrentando los principales desafíos de la droga para este siglo, y especialmente para el 2002.
Continuación en el próximo número
América Latina: Drogas sin fronteras