Evo Morales, líder indígena y candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), es el favorito para ganar las elecciones presidenciales en Bolivia el 18 de diciembre.
Su partido y una coalición de fuerzas populares hacen llamadas por la nacionalización de los recursos naturales y la formación de una asamblea constituyente para considerar los derechos indígenas y la reforma agraria. Los campesinos desterrados, los cultivadores de coca, los pobres urbanos y el pueblo indígena han forjado un movimiento que se opone a la intervención extranjera y a las transnacionales.
El ochenta por ciento de la población de Bolivia son indígenas, y Bolivia posee grandes reservas de gas natural.
El 4 de noviembre, Morales se reunió con el presidente venezolano, Hugo Chávez, ante 40.000 participantes de una “Contra-Cumbre” en Mar del Plata, Argentina, en donde se estaba llevando a cabo la Cumbre de las Américas. El presidente Bush abandonó esa sesión como perdedor, específicamente debido a las perspectivas fracasadas del tal llamado comercio libre hemisférico. Bolivia, con Morales como presidente, se unería a una creciente coalición de naciones sudamericanas bajo el liderato de izquierda, que resiste constra la hegemonía norteamericana.
El escritor británico John Pilger, reportando desde Sudamérica, puso el escenario: “En 2000, [en Bolivia] surgió la rebelión abierta frente a los oligarcas empresariales blancos. … Nunca jamás se había visto semejante cosa, porque surgió de la población mayoritaria indígena”.
Hace cinco años, cientos de miles de manifestantes obligaron a la compañía Bechtel a abandonar sus planes de privatizar al agua potable en Bolivia. En octubre de 2003, reaccionando a planes para vender los derechos al gas natural a corporaciones norteamericanas, las manifestaciones masivas enviaron al exilio al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, pero no antes de que sus tropas mataran a más de 70 manifestantes.
En 2004, se aprobó una nueva ley que fortaleció el papel del gobierno en la industria petrolera y del gas, y que impuso un gravamen igual al 50 por ciento de ingresos sobre la producción de hidrocarburos. Una lenta implementación de estas medidas provocó manifestaciones que culminaron en mayo y junio de 2005, forzando la renuncia del presidente Carlos Mesa. Un presidente interino fijó a las nuevas elecciones.
Los partidos que se oponen a Morales reciben apoyo de los sectores de clase media y media alta que más se identifican con la cultura y las modas europeas. Estos mantienen su base de poder especialmente en la provincia oriental boliviana de Santa Cruz, donde se encuentran yacimientos importantes de gas natural. La región es cuna de un movimiento bien organizado en favor de la autonomía provincial y de la Unión Radical Nacional Socialista, grupo fascista. También mantienen su sede allí varias corporaciones transnacionales.
Cuando Morales se postuló como candidato a la presidencia en 2002, el embajador norteamericano declaró que en el caso de su victoria, podían romper los lazos comerciales entre EEUU y Bolivia. Pero, esta amenaza tuvo un efecto opuesto: la votación de Morales fue solo 1,5 por ciento menos que el total logrado por el ganador.
Mientras la política de Morales ha sido por cierto más izquierdista que centrista, algunos grupos sindicales y políticos lo han criticado por lo que estos ven como sus concesiones innecesarias a los partidos políticos de derecha y su ambivalencia hacia la nacionalización.
Sin embargo, Washington está nervioso. Este año el embajador norteamericano comparó a Morales con Osama bin Laden. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en un viaje a Paraguay el 16 de agosto, hizo comentario sobre “evidencias que Cuba así como Venezuela han sido involucrados en la situación de Bolivia de manera poco servicial”.
Las palabras de Rumsfeld sobre Bolivia cobran significado con la llegada el 1 de julio de 500 tropas norteamericanas con todo su equipo a una base militar ubicada en el Paraguay, a 120 millas de la frontera con Bolivia, más específicamente, cerca de Santa Cruz. La base Mariscal Estigarribia ofrece largas pistas de aterrizaje y tiene capacidad para 16.000 tropas.
Paraguay, tentado por promesas de ayuda económica, ofreció plena inmunidad criminal a las tropas norteamericanas, que no pueden ser llevados ante tribunales paraguayos ni el Tribunal Criminal Internacional. A las tropas norteamericanas se les concedió una estancia de 18 meses, a ser extendida automáticamente. El límite anterior era de seis meses. Y, el FBI abrirá una oficina en la capital paraguaya.
El gobierno norteamericano alega que las tropas estarán llevando a cabo misiones “humanitarias”. Otra declaración es que las tropas norteamericanas van a “combatir al terrorismo” ejerciendo presiones contra “inmigrantes del Medio Oriente que apoyan al terrorismo”, residentes en la región. Especulan analistas que Washington desea presionar a Paraguay a que sirva a los intereses norteamericanos dentro de la alianza comercial MERCOSUR, grupo que demuestra una creciente independencia.
Pero, ¿quien pudiera negar que las tropas norteamericanas en el Paraguay tengan algo que ver con Bolivia? Por cierto, no un oficial del departamento de Defensa estadounidense que dijo este verano pasado, “Está pasando una revolución en Bolivia, una revolución que potencialmente pueda tener consecuencias de igual envergadura que tuvo la revolución cubana de 1959”. Citado en la revista del New York Times, Roger Pardo-Maurer IV advirtió de “repercusiones en Latinoamérica y otras partes, repercusiones que bien puedes estar enfrentando durante el resto de nuestras vidas”.
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