Bush traza curso hacia catástrofe global

Segunda y última parte



Lo que exacerba aún más el peligro de guerra es el hecho de que el derrumbamiento de la Unión Soviética hace más de una década no deja a ningún estado rival comparable en la escena mundial con fuerza suficiente como para impugnar los proyectos de dominio mundial del imperialismo norteamericano. En un número reciente de la revista “Foreign Affairs,” Stephen Brooks y William Woldforth escribieron, “ Estado Unidos. está dispuesto a gastar más en la defensa que los otros 15 a 29 que más gastan juntos. EEUU. tiene superioridad nuclear contundente, la fuerza aérea dominante del mundo, la única flota naval de guerra verdaderamente de alto mar, y una capacidad única para proyectar su poder alrededor del mundo. Y su ventaja militar queda aún más aparente en su calidad que en su cantidad. … Ningún estado en la historia moderna de la política internacional ha llegado cerca al grado de dominación militar que se sugiere por estos números. Anteriormente, los estados líderes de la época moderna fueron, o grandes potencias comerciales o marítimas, o grandes potencias militares terrestres, pero nunca las dos cosas a la vez. [Pero hoy en día] EEUU no tiene rival en ninguna dimensión crítica del poder”.

Y ¿Cuáles son las consecuencias de todo esto?.

Según estos autores, la mayor consecuencia práctica es que “las fuentes del poder norteamericano son tan variados y tan durables que la política extranjera de EEUU hoy opera en el área de opciones, no la de necesidades, hasta un punto nunca alcanzado por ningún otro poder en la historia moderna”. Con quizás pocas enmiendas, la misma evaluación, peligrosamente equivocada en mi opinión, informa la perspectiva y las decisiones de los responsables mayores de la política exterior de la Casa Blanca de Bush.

Así que, los costumbres de la administración, de imprudencia, agresión y desprecio abierto a tratados internacionales, leyes y aliados no son simplemente obra de responsables politiqueros de la Casa Blanca y del Pentágono que se han vuelto unos locos rabiosos (aún que sí lo están). Pero, mas bien, estas tendencias peligrosas vienen de su estimación de la preponderancia aplastante del poder del imperialismo norteamericano frente al resto del mundo.

¿Qué tiene que ver todo esto con la política actual de la Casa Blanca hacia Irak? En cierto momento yo estaba de la opinión de que los intereses petroleros y geopolíticos del imperialismo norteamericano en el Oriente Medio les motivaban en su embestida a la invasión. Pero documentos internos del Pentágono y los discursos más recientes de Cheney, Rumsfeld y los demás arquitectos de la política exterior de Bush me llevan a enmendar aquella conclusión.

El objetivo de la invasión debe ser el de solidificar los intereses políticos y económicos en el Medio Oriente, eso es cierto. Pero debe también servir como un ejemplo práctico a amigos y enemigos en cada región del mundo, de que el poder del imperialismo norteamericano ya es absoluto, y que se quedará así durante las décadas que vienen.

Para decirlo de otra manera, la administración Bush anhela la invasión de Irak - además de asegurar la posición del imperialismo norteamericano en aquella región del mundo - para convencer al resto del mundo de lo que ya están convencidos ellos: su capacidad singular para proyectar rápidamente la fuerza militar masiva y aplastante a cada rincón y grieta del planeta con casi-impunidad, así asegurando su predominio sobre nuestro mundo durante todo el siglo XXI.

Además, si esto implica un cambio de régimen, violaciones de la ley internacional y de los tratados, la pérdida de vidas a escala masiva y la inestabilidad política, es poco precio que los belicistas que habitan a la Casa Blanca y que sirven a los intereses de las corporaciones transnacionales quedan listos y dispuestos, hasta impacientes, a pagar.

De hecho, la inestabilidad, en los ojos de esta administración, lejos de causarles dolores de cabeza, les proporciona nuevas ocasiones para proyectar el poder militar norteamericano contra enemigos desprevenidos, cambiando así el terreno político a favor de los intereses del imperialismo norteamericano.

Obviamente, ya es mucho pedir al mundo que trague todo esto sin queja, y no nos sorprende que estados y pueblos de distintas opiniones políticas muestran su renuencia.

De verdad, lo que la administración ansiaba como demostración contundente e incontrovertible de su poder imperioso - la invasión de Irak - se ha convertido en sitio inesperado de lucha creciente entre la administración Bush a un lado, y un movimiento mundial por otra parte.

La oposición se extiende desde Gerhard Schroder y Nelson Mandela, hasta algunas importantes figuras en el seno del Partido Republicano, y hasta cientos de millones de gente alrededor de nuestro mundo.

Los últimos sondeos de opinión pública sugieren un creciente escepticismo y una disminución de apoyo a la invasión entre el pueblo norteamericano.

En contraste a las secuelas inmediata del ataque terrorista del 11 de septiembre, millones de gente ya se niegan ser intimidados al silencio. Las manifestaciones, peticiones, reuniones de ayuntamiento, resoluciones y otras formas de protesta atraen a siempre más partidarios y cobran un apoyo público siempre más amplio. Esto hasta tal grado que lo que se dad por dado - que la invasión ya es un hecho y que sólo hace falta fijar una fecha y un horario - debe ser rechazado.

Va sin decirse que hay mucho más que hacer para acumular una fuerza política suficiente como para hacer descarrilar los proyectos de invasión de la administración. Los reclamos falsos que supuestamente justifican la invasión tienen que ser desafiados y los objetivos verdaderos de esta tienen que ser revelados a los millones que aman la paz y la democracia. Hay que coordinar manifestaciones masivas con cabildeo intensivos del Congreso, para oponerse, sin lugar a dudas, a los planes de la administración a presentar una resolución de apoyo a la invasión de Irak.

Hacen falta anuncios firmados por líderes prominentes y activistas en los grandes diarios metropolitanos y en periódicos regionales y locales. Los editores y equipos de redacción de los periódicos locales deben ser inundados todos los días con cartas, aclarando la conexión indisoluble entre los preparativos militares a la intervención y la guerra a un lado, y la caída del nivel de vida, recortes presupuestarios para las necesidades de la gente, debilitamiento de los derechos democráticos, la creciente desigualdad racial y sexual y ataques contra inmigrantes a otra parte.

Los esfuerzos para presentar una alternativa en los medios de comunicación masiva también deberían ser fortalecidos.

Se deben introducir resoluciones anti guerra en organizaciones de comunidad y sindicatos. Los recintos universitarios se deben ser baluartes de actividad pacifista, como a fines de los años 1960.

Hay que pedir a candidatos políticos una clara postura sobre Irak así como posiciones definidas sobre otras cuestiones como son la economía, la corrupción corporativa y la desregularización, la asistencia médica, impuestos, educación pública, perfil racial, derechos democráticos y otras preocupaciones domésticas. Bush, por motivos obvios, quisiera desviar la atención pública de estas últimas cuestiones.

Una lucha grande está por formarse en todas partes de nuestro país y de nuestro planeta. Mantenerse al margen de lo que está pasando no tiene sentido. Lo que está en juego es el derecho de cada uno de nosotros a vivir en esta tierra en paz. Y esto no es un derecho que deberíamos abandonar fácilmente.

Sam Webb es el presidente nacional del Partido Comunista EEUU. Se puede comunicar con el autor al: swebb@cpusa.org