Si William Shakespeare estuviera todavía en este mundo con su presencia poetica, seguramente estaría diciendo “algo podrido hay en el mundo de las corporaciones.”
Y no sería de maravillarse. Cada día, millones se enteran que tratos corruptos dentro de las compañías de la bolsa de valores, transaciones chuecas de las cuales no se mantienen archivos, robos de opciones de acciones y sobornos políticos son cosas normales en la corporación moderna. Y se están enojando con “Wall Street” [el distito financiero de Nueva York], con corporaciones rateros y cada vez más con la administración de George Bush.
¿Como explicar esta porquería de delincuencia y derrumbe de las corporaciones? ¿Es que simplemente hay más elementos malos ahora, que hace unas décadas? Quizás, pero dejar la cosa ahí no ilumina mucho a la actual situación.
Una manera más útil de analizar este fenómeno es de colocarlo dentro de una nueva etapa en el desarrollo del capitalismo. Este fase empezó con el fin paulatino de la ola de prosperidad que vino despues de la Segunda Guerra Mundial, al fin de los 1970, y el comienzo de un periodo largo de ralentización económica.
Este estancamiento se mantiene hasta ahora mismo en una economía mundial dominada por las corporaciones transnacionales y sobrecargada con producción de utilidades.
En esta etapa nueva, muchas corporaciones cambiaron su enfoque desde la producción de bienes y servicios, a concentrarse más en la especulación, la manía de combinar corporaciones y de apoderarse en una forma hostil de otras corporaciones, además de la manipulación de nuevos instrumentos financieros como mecanismo de acumular capitales.
Este cambio empezó en las márgenes de la economía capitalista en el medio de los 1970. Acumulaba fuerza durante la administración de Reagan, gracias a un regimen que estaba en contra de la regulación y los sindicatos y que favorecía a los intereses altos y bajos impuestos para las corporaciones. Y ya para cuando se terminaban los 1990, estas prácticas se habían convertido en el motor principal de acumulación de capitales. De hecho, una hiperinflación de los precios en los mercados de rentas variables, que a su vez causaron que los inversionistas individuales y corporativos se sentían más ricos y por exo estaban más dispuestos a gastar dinero y pedir préstamos, constituyeron practicamente el único aspecto que prestaban dinamismo a la economía en aquellos años.
Pero las burbujas especulativas no se mantienen por mucho tiempo. En algún momento, las realidades fundamentales de la economía causan que se rebiente la burbuja, acabando asi con la fiesta.
La raíz de esto no es simplemente el avaricio insaciable, ni el “entusiasmo irracional,” ni de hecho una nueva fase del desarrollo capitalista. Cada uno de estos factores seguramente tuvo su impacto. Pero tambien todas estas cosas son productos de un sistema económico en el cual la interacción entre capitales que compiten para acumular más capital, produce no solo una explotación feroz, sino tambien reducciones permanentes en la fuerza laboral, y una tendenca hacia la guerra. Tambíen genera la corrupción, el criminalismo y el parisitismo en las mismás corporaciones y en el gobierno. En resumidas cuentas, el parasitismo es tanto inherente en el sistema capitalista, como una característica destacata de su actual desarrollo económico y político en los EEUU.
Sin lugar a dudas, ya nos acercan más novedades sobre fracasos de corporaciones y más malas noticias para los trbajadores. Lo que es menos claro es qué va a suceder en el futuro cercano.
Hace unas cuantas semanas, se decía que este escándalo iba a brillar brevemente y luego ser olvidado. ¡Que error! Las noticias de crimenes corporativos se han convertido en noticias de cada día y están perterbando a millones, y sacudiendo a la economía.
Bush, en su discurso en Wall Street la semana pasada, esperaba poder calmar a los mercados financieros y aliviar las ansiedades sobre la economía, pero tuvo poco éxito. De hecho, por primera vez desde el once de septiembre, la adminstración de Bush se encuentra en la defensiva, y su autoridad moral ha sido manchada por la re-aparencia de tratos dudosos del mismo presidente en el pasado.
Esto es un cambio tiene de gran importancia política. Tras el ataque terrorista del año pasado, Bush adquirió una nueva estatura en los ojos del público. La gente hizo caso omiso de su elitismo, sus políticas y sus antecedentes. De la noche a la mañana se convertió de haber sido un presidente ilegítimo a una figura popular. Es verdad que este cambio de reputación no fue para nada merecido, pero la administración lo utilizó con mucha astucia para ganar apoyo popular para políticas reaccioniarias, tanto domésticas como globales. Ahora esto se ha vuelto más difícil, ya que el pueblo norteamericano se ha vuelto más escéptico de Bush y de su administración. Millones se preocupan más por las propuestas soluciones basadas en el mercado para cosas como servicios médicos, escuelas y pensiones.
La rabia en contra de la avaricia de las corporaciones se está combinando con dudas sobre cosas como la tal llamada guerra contra el terrorismo, las restricciones salvajes de los derechos del pueblo, y políticas económicas que descaradamente favorecen a las corporaciones. Dirigentes populares se están expresando con más vigor e indignación. Hasta los demócratas en el Congreso, cuya reacción a todo esto ha sido inadecuada, están mostrando más vida. En pocas palabras, esta coyuntura contiene la posibilidad de un cambio político cualitativo. Los sindicatos, las minorías oprimidas, las mujeres, y otras fuerzas progresistas pueden avanzar a toda máquina a las elecciones de noviembre 2002 con toda confianza de poder derrotar decisivamente a la ultra-derecha.
Un movimiento popular amplio puede pasar a la ofensiva en contra de l avaricia de las corporaciones, deregulación económica, y políticas impostuarias que favorecen a los ricos. ¿Porque no establecer comisiones populares a nivel local, estatal y nacional, con el poder de tomar acción por la justicia criminal en contra de los que participan indirectamente o directamente en los delitos de las corporaciones, de hacer recomendaciones para nueva legislación para compensar plenamente a las víctimás de los piratas corporativos, y de re-regular en una forma radical a las corporaciones transnacionales?
En la actualidad las posibilidades para todo tipo de lucha, inclusive la lucha pro-paz, las posibilidades ya han mejorado, para no mencionar la posibilidad de proporcionarle al pueblo un entendimiento más profundo de la naturaleza del capitalismo y las ventajas del socialismo, con una economía democráticamente planeada que no tiene tendencias inherentes de producir demaiado y dejar a millones sin trabajos.
Por supuesto, esto require una amplia iniciativa y unidad más la capacidad de responder rapidamente a cualquier tipo de provocación que puede surgir de la necesidad de la administración de destraer a la atención del público.
Sam Webb es el presidente nacional del Partido Comunista , EUA Este artículo es basado en un reporte que dio recientemente a la Junta Nacional del Partido. Webb y Joe Sims, redactor de la revista Political Affairs, van rumbo a Surafrica para presenciar al Congreso Nacional del Partido Comunista Surafricano. Se puede comunicar con el autor a swebb@cpusa.org
Corporaciones ladrones: Una nueva coyuntura política