Denuncian redadas migratorias en Long Island

NUEVA YORK — Poco antes de amanecer, bajo el brillo de reflectores, despiertan aterrorizados los residentes de un pequeño pueblo al oír el sonido de golpes en las puertas. Los agentes pasan en alta pedidas por sus órdenes judiciales o su identificación oficial y escuadrones de agentes, algunos uniformados y otros vestidos de civil, merodean por casas y registran pertenencias personales. Hombres armados gritan órdenes y exigen a la gente a que produzcan sus “papeles”. A los que ofrecen sus documentos, dicen que sus papeles les dicen que “no están en orden”, y son detenidos, maltratados y humillados. Por fin los agentes se marchan llevándose a un desdichado padre de familia, dejando solo a su pequeño bebé en una casa vacía y oscura.

Parece ser escenario de una novela de segunda de la época de la Segunda Guerra Mundial, creado para fomentar una justa indignación contra los abusos del Gestapo, policía secreta de Hitler, ¿no es cierto?

¡Pero no fue así! La triste verdad es que esto pasó el 24 de octubre cuando agentes de Inmigración y Aduanas (ICE) descendieron sobre los residentes dormidos de Hempstead y Westbury, pueblos pequeños del condado de Nassau, Long Island, Nueva York.

Redadas similares fueron conducidas en el condado vecino de Suffolk, igual que en Nassau, durante la última semana de septiembre. ICE arrestó a un total de 186 personas, dejando a su paso un saldo de familias separadas y familiares desesperados pero generando también una tormenta de críticas tanto de residentes como de los que abogan por los inmigrantes.

Al momento de la redada estaba en el trabajo la esposa de uno de los detenidos por ICE. Ella reporta con amargura en su voz que los agentes estaban muy conscientes de que iban a dejar solo a su bebé de cuatro meses de edad cuando se llevaron a su esposo, pero eso muy poco les importaba.

Nadia Marín Molina, directora ejecutiva de la organización de abogacía migratoria Workplace Project, dijo que “las redadas que separan a familias no es la solución a los problemas de inmigración”, y que las redadas “crean una cultura de desconfianza”, y últimamente obligan a más y más gente vivir en la clandestinidad.

También criticaban a las redadas los máximos oficiales del condado de Nassau. El comisionado de la Policía, Lawrence Mulvey, se quejó de que para ganar la confianza del departamento de Policía de Nassau los oficiales de ICE habían caracterizado falsamente a las redadas como dirigidas contra pandilleros cuando en realidad no más de tres de los 82 personas arrestadas en Nassau se estaban ligadas con pandillas. Dijo que las redadas iban a impedir la capacidad de la policía para poder combatir a la violencia de las pandillas, ya que dañan las relaciones y la confianza mutua entre la policía y la comunidad que se habían forjado con tanto cuidado.

Eso fue confirmado por el director ejecutivo de la Alianza Migratoria de Long Island, Luís Valenzuela, que dijo que si la gente llega a temer a la policía ya no van a reportar crímenes.

Estaba encolerizado el comisionado de Policía no solo por las decepciones de ICE sino también por lo que caracterizaba como un comportamiento poco profesional de los agentes migratorios. El comisionado había declarado recientemente que su departamento solo cooperaría con investigaciones de ICE relacionadas a violaciones de alguna ley local, rechazando categóricamente cualquier cooperación en casos de supuestas violaciones a las leyes migratorios federales.

El ambiente de terror engendrado por las redadas fue resumido por la madre de un ciudadano norteamericano que fue acusada por agentes de la ICE de poseer un pasaporte norteamericano falsificado, que declaró, “En El Salvador, son las escuadrones de la muerte, y aquí la migra”.