La dirigencia de la Iglesia Católica y los corifeos de la oligarquía ecuatoriana
Comentario
El 28 de septiembre hay votaciones en el Ecuador para aprobar la Nueva Constitución que regirá los destinos del país en el futuro. En la misma se registran importantes cambios en lo económico, político, social y en lo jurídico. El pueblo se apresta para esta jornada única con ardor, entusiasmo, convencimiento y sentido de justicia frente al lloriqueo, desesperación, manotazos de ahogado que da la oligarquía, el sistema de la partidocracia, la banca corrupta, el sistema de justicia insepulto y especialmente ante el espanto de los países vecinos, especialmente Colombia, que ante un triunfo electoral del SÍ, ven desplomarse las murallas de la ignorancia en que mantienen sumidos a sus propios pueblos que descubrirán que otro mundo es posible.
Dejando de lado el análisis de los importantes cambios especificos que para el pueblo trae la Nueva Constitución, voy a referirme a la ingerencia extranjera en el debate de los temas que contiene. En primer lugar, la ingerencia norteamericana. Estamos a una semana de dichas elecciones y los relatos de prensa no son muy claros en señalar en que forma la Embajada norteamericana esta influenciando en Ecuador, a diferencia de sus acciones muy claras y contundentes en los casos venezolano y boliviano. Por supuesto que a los norteamericanos les toca actuar para impedir que a nivel continental cunda la rebeldía de las huestes insolentes que se atreven a desafiar la tranquilidad del patio trasero de su área imperial. Ya habrá oportunidad para analizar el desafío que le representa los levantamientos libérrimos venezolano y boliviano, los plantajes de dignidad nacional de Ecuador, Nicaragua y Paraguay, el planteamiento señorial de Brasil, Argentina y Uruguay. Asimismo los roles de buenos oficios de Chile, la OEA y posiciones solidarias respetables de los pueblos del Caribe y América Central.
Por el momento nuestra mirada va hacia la ingerencia del arzobispo Arregui de Guayaquil en el debate de temas importantes de la Nueva Constitución Este prelado español, que agregó la nacionalidad ecuatoriana a la suya española, es el actual presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Se opone al aborto, no importa las condiciones en que se produjo el embarazo y a las uniones civiles de los homosexuales. Forma parte de la elite social y económica de Guayaquil. Ha pactado con el fascista Partido Social Cristiano, enemigo de los cambios que se avecinan en el pais. Ha ordenado a su feligresía asistir a misas campales para impulsa el NO en las próximas votaciones.
La ingerencia de este prelado español, trasciende el debate sobre temas morales para situarse en el ámbito estrictamente político como es su aserción de que la Nueva Constitución es estatista. Esta aseveración nos permite remontarnos al origen de este interlocutor. Él proviene de un país en que se mato la idea de la libertad con las bayonetas del ejército dirigido por un recadero de la oligarquía, en él que triunfó la monarquía sobre la república, con la dirección espiritual obsecuente de la Iglesia Católica que no le importó la muerte de miles de españoles inspirados por las ideas libertarias que dieron origen a la Revolución Francesa, a la Revolución Americana, a la Ilustración. Si este prelado es miembro del Opus Dei, estamos en presencia de un defensor acérrimo de la fe que dio lugar a océanos de sangre a manos de la Inquisición.
El único problema para él es que no valoró el desarrollo histórico e ideológico de la República del Ecuador, que a estas alturas esta cosechando los frutos de su educación laica implantado por el enemigo número uno de la Iglesia Católica ecuatoriana, el general Eloy Alfaro. El país cree en la separación de Iglesia y Estado, en el castigo para los culpables y encubridores de la estafa bancaria, El ecuatoriano de hoy ya no come cuentos de que debe votar en las elecciones de acuerdo a las directrices de los confesionarios. La gente del Ecuador sabe diferenciar entre un mentiroso que siempre ha llevado el agua a su molino no importa que los demás se queden en la calle. Ese ha sido el caso de los gobiernos de la partidocracia de los últimos treinta años.
La intromisión inaceptable de ese jerarca eclesiástico en los asuntos políticos que por constitución esta vedado a miembros religiosos, me permite sugerir al gobierno del Ecuador, primero, que se le llame la atención sobre el cometimiento de un acto fuera de su competencia, y segundo, si el caballero no entiende o se resiste a observar las claras disposiciones constitucionales se le aplique lo que establece la ley.
El último baluarte