WASHINGTON – Graylan Hagler, pastor de la Iglesia Congregacional Plymouth aquí y dirigente del grupo Unidos por la Paz y la Justicia, dice que ya es hora que se vaya el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. La del es una de las voces en un creciente coro de crítica por las atrocidades en la cárcel Abu Ghraib que están exigiendo la destitución de Rumsfeld.
Hagler díjole a Nuestro Mundo que se quedó horrorizado cuando por primera vez vio las fotos de elementos sonrientes de la Policía Militar norteamericana posando con presos iraquíes desnudos en la prisión de Abu Ghraib.
“Me hizo pensar tanto en aquellas fotografías de afronorteamericanos linchados en el sur de Estados Unidos con gente posando, sonriendo, como si estuvieran en un picnic”, dijo.
Los crímenes cometidos en Abu Graib, dijo, reflejan una actitud de supremacía racial y cultural contra los pueblos del Medio Oriente.
“Ahora oímos que hay prisiones secretas controladas y administradas por la CIA y por contratistas privados”, dijo. “Desaparecen a personas. Esta es la marca de un régimen totalitario”.
Se guardan en secreto a los 600 detenidos en el centro estadounidense de detención en la base de Guantánamo, Cuba, declaró. Y, esto explica porqué la administración Bush mantiene con tanta energía su determinación de quedarse exento de la ley internacional o de cualquier clase de tribunal de crímenes de guerra.
Concluyó Hagler, “Tenemos que fortalecer nuestras llamadas por la renuncia de Rumsfeld. El Congreso debe investigar hasta donde llega esto dentro de la cadena de mando. Deben que preguntarle al presidente Bush qué es lo que supo, y cuando”.
Hasta este momento, cientos de miles han firmado una petición exigiendo la renuncia de Rumsfeld, incluyendo a más de 320.000 que han firmado esta petición el sitio de Internet del precandidato demócrata John Kerry, (www.johnkerry.com/petition/rumsfeld.php). En su sitio de Internet, el Comité de Campaña Demócrata para el Congreso destaca una carta a Bush que puede ser firmada por la gente, exigiendo el despido inmediato de Rumsfeld por Bush, por su comportamiento vergonzoso y su desprecio constante hacia la autoridad legal en el caso de las torturas en Abu Ghraib.
La pandilla Bush-Cheney busca echarle la culpa a unos pocos oficiales y reservistas de bajo rango militar. Por ejemplo, el especialista del Ejército norteamericano, Jeremy C. Sivits, fue condenado a un año de prisión y expulsado del Ejército por mala conducta, en un acuerdo con fiscales militares.
Pero, un reporte en la revista Newsweek cita a documentos internos que comprueban que Bush, junto a Rumsfeld y el secretario de Justicia John Ashcroft prestaron sus firmas a un sistema secreto de detención e interrogación que abrió las puertas a tales métodos.
El sistema fue adoptado después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, para esquivar a las salvaguardias históricas de las Convenciones de Ginebra que protegen a los derechos de detenidos y presos de guerra. Rumsfield mismo, impresionado por el éxito de técnicas utilizadas contra sospechosos de El Qaeda en la base de Guantánamo, evidentemente puso en marcha un proceso que llegó a su uso en Irak, aunque esa guerra supuestamente iba ser gobernada por las Convenciones de Ginebra.
Un memorándo del departamento de Justicia escrito para la CIA aprobó a 72 métodos de coerción, incluso manteniendo a presos desprovistos de sueño, el uso de fobias, y la utilización de factores de stress, todo en contravención de las Convenciones de Ginebra.
Memorandos subsecuentes argumentaron que los tribunales estadounidenses no tienen jurisdicción para revisar este trato de presos extranjeros en la base de Guantánamo, y que ni las Convenciones de Ginebra ni ninguna de las leyes de guerra se aplican al conflicto en Afganistán.
El Abogado de la Casa Blanca, Alberto Gonzáles, le escribió a Bush, “En mi juicio, esta paradigma nuevo hace obsoletas las estrictas limitaciones de Ginebra sobre la interrogación de presos enemigos, y hace anticuadas a algunas de sus provisiones”. De otra manera, escribió, sin esta interpretación de la ley, oficiales norteamericanos puedan ser sujetados a procesos legales por crímenes de guerra bajo las Convenciones de Ginebra.
Con estos fundamentos legales ya puestos, Bush comenzó a actuar, sigue la revista Newsweek, concediendo nuevos poderes a la CIA, estableciendo facilidades de detención secretas, y autorizando a técnicas de interrogación más duras. Estos nuevos reglamentos también prestaron la impunidad a personal del gobierno norteamericano y a los contratistas privados que operaron tales facilidades.
Ya para 2004, EEUU manejaba a una línea aérea clandestina moviendo a presos de una facilidad secreta a otra. Fue visto como inconveniente (y demasiado fácil de seguir) utilizar a la Fuerzas Aéreas norteamericana para esta tarea.
Scott Lynch, vocero del grupo Acción por la Paz, le dijo a Nuestro Mundo, “Queda bien claro que la tortura era su modus operandi. Corre por toda la cadena de mando, hasta al presidente. ¡Ya es hora que se vaya Rummy! Pero esto no fue limitado a Rumsfeld”.
Lynch recordó que en su discurso sobre el Estado de la Unión hace dos años, Bush hizo referencia indirecta al asesinato o encarcelamiento extrajudicial de 3.000 personas. “Esta administración desprecia a la ley internacional. Esta administración es un régimen sin leyes, granuja”, dijo él.
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Exigen renuncia por atrocidades