Indonesia: Los peligros de desestabilización

LA HABANA, Cuba – La campaña militar de Estados Unidos contra Afganistán parece acabar con los signos de estabilidad creados en Indonesia tras la llegada de Megawati Sukarnoputri a la presidencia y amenaza con ahogar a aun más la debilitada economía de ese país asiático.

A pesar del apoyo político brindado por Yakarta a Washington en sus operaciones militares contra el territorio afgano, los musulmanes indonesios se manifiestan contra los bombardeos y varios grupos radicales amenazan con expulsar a los extranjeros de ese archipiélago.

Para Sukarnoputri, quien pretendía concentrar sus esfuerzos en reactivar la economía local y luchar contra la creciente corrupción estatal, los nuevos acontecimientos constituyen una señal peligrosa que puede poner en juego su permanencia en el poder, hasta el 2004.

Continuas protestas y mítines tienen lugar a diario en el cuarto país mas poblado del mundo, con 210 millones de habitantes, de los cuales el 98 por ciento profesa el Islam.

Según analistas del acontecer asiático, la compleja realidad indonesia necesita de una estabilidad, la cual se creía llegaría con la nueva jefa de Estado luego de dos años de dirección política y económicasin rumbo.

El elemento estabilizador significa en Indonesia tener garantizado el éxito político, sostuvieron las fuentes, que dudan ahora de que la gobernante, de 54 años, pueda hacer encontrar soluciones a los actuales desafíos.

Agrupaciones radicales musulmanes instan al gobierno a romper vínculos diplomáticos con Estados Unidos y exhortan a los norteamericanos a abandonar el territorio si no desean ser castigados.

Los intereses estadounidenses en el territorio están en peligro, resalto Rizieg Shihab, líder del Frente de Defensa del Islam (FDI), una organización radical que se dedica a destruir los centros nocturnos frecuentados por extranjeros y en los cuales se venden bebidas alcohólicas.

El vicepresidente indonesio, Hamzah Haz, reconoce que el estallido de la violencia a causa de las manifestaciones, podría afectar seriamente el crecimiento económico del archipiélago del sudeste asiático.

“Nuestra economía necesita recuperarse ... la brecha entre ricos y pobres crece y el incremento de las protestas antiestadounidenses provocara la fuga de capitales e inversionistas,” asevero Haz.

En su opinión, hay que concentrarse en superar las dificultades internas, pues las consecuencias de las operaciones militares contra Afganistán podrían desplomar las pronósticos de ascenso de la industria local.

El vicejefe de Estado recordó que Yakarta solicitó a la Organización de la Conferencia Islámica que presione a Estados Unidos para cesar los bombardeos contra el territorio centroasiático durante el periodo del Ramadán o sagrado ayuno musulmán.

A esta situación, se suman las pretensiones independentistas de organizaciones separatistas, que constituyen otro de los mayores riesgo de desestabilización de este país, de más de 17 mil islas.

Desde el antiguo Sultanato de Aceh, en el extremo occidental de Sumatra hasta Irian Jaya, la mitad indonesia de la Isla de Papúa Nueva Guinea, los grupos independentistas luchan desde hace más de dos décadas por la separación de Indonesia.

Crímenes y torturas cometidos durante los 32 años de mandato del ex presidente Suharto (1966-1998) hicieron acrecentar el fervor secesionistas entre la población de esas regiones.

Analistas locales sostienen que los errores del pasado golpean a los nuevos gobernantes, que tratan de edificar una nación democrática y moderna.

La propia Sukarnoputri, hija del fundador de la Indonesia independiente, Ahmed Sukarno, se formó bajo la idea de un país unido y cohesionado alrededor de unas instituciones republicanas modernas.

Los reclamos de separación para ella no tienen cabida, por lo cual no se descarta que si fracasan las negociaciones con los grupos separatistas, el Ejército sea el encargado de imponer el orden en esas zonas.

Políticos indonesios recuerdan que la mandataria, líder ademas del Partido Democrático de Lucha (PDI-L), llegó al poder con el apoyo de la opositora formación Golkar y de las Fuerzas Armadas, los mismos que hace dos años le negaron la posibilidad de asumir la máxima jefatura del Estado.

De ello se deriva la sospecha de que la presidenta podría convertirse en una figura decorativa en un territorio donde la estabilidad está en función del equilibrio de los poderes tácticos.

Incluso algunos expertos especulan sobre la posibilidad de que la jefa de Estado, ante los actuales riesgos de desestabilización, en particular los conflictos nacionalistas de Aceh e Irian Jaya, pueda apoyarse en el Ejército, que ha demostrado una vez más contar con gran influencia en los asuntos políticos.

El papel protagonista del cuerpo castrense indonesio quedó demostrado en agosto del pasado año cuando logró extender cinco anos más la representación de los militares en el Parlamento, limitada entonces hasta el año 2004.

Las presiones ejercidas por el otrora mandatario Abdurrahman Wahid no pudieron acabar con la presión militar en cuestiones gubernamentales.

Wahid fue la figura utilizada por políticos y oficiales para evitar que una mujer alcanzara el poder acorde con el veredicto democrático de las urnas.

Pero, cuando el instrumento útil, la solución de aquella coyuntura, se convirtió en un problema, los parlamentarios y la alta jerarquía del Ejército optaron por desecharlo y apoyar a la líder del PDI-L.

Por ello, no se descarta que algo parecido le suceda a la nueva gobernante si fracasa en levantar la economía y en mantener la estabilidad de ese turbulento archipiélago.