Nuevo gobierno Colombia – lacayo de EEUU

El miercoles pasado entró en poder el gobierno del derechista Álvaro Uribe Velez. Uribe está comprometido con aumentar la guerras en contra las guerrillas de izquierda en vez seguir con el proceso de paz. Muchos piensan que Uribe le va servir a los intereses de la oligarquía colombiana y de Estados Unidos. Aquí presentamos un editorial tomado del último número del semanario colombiano Voz que critica eso mismo. - Editor

UN PORTAZO A LA PAZ

La convocatoria a las reservas militares. La nueva Ministra de Defensa cumple las órdenes de Washington ignorando el anhelo nacional de paz.

En una de sus acostumbradas salidas intervencionistas, la embajadora de los Estados Unidos en Bogotá, Anne Patersson, decidió exigirle al gobierno de Colombia la convocatoria a las reservas militares de los últimos cinco años, para enfrentar la guerra contra la insurgencia. Al día la siguiente, la nueva ministra de Defensa, Martha Lucía Ramírez, anunció que la orden de la representante de Washington había que cumplirla y dijo que las reservas serían convocadas.

El mismo día de las declaraciones de la virreina Patersson y de la súbdita Ramírez, en Bogotá, en la Plaza de Bolívar, cincuenta mil mujeres estaban exigiendo el fin de la guerra y medidas gubernamentales decisivas para un acuerdo humanitario y la solución política del conflicto. A pesar del odioso sesgo que le ha querido dar la gran prensa a la manifestación femenina, el clamor unánime fue de paz, de diálogo y de rechazo al guerrerismo y al militarismo. En este sentido, Patersson y Ramírez le dan un portazo al sentimiento nacional.

La reacción de la nueva Ministra de Defensa, apresurada, casi que indigna, demuestra la impreparación del equipo ministerial designado por Uribe Vélez. Igual ha sido la participación del llamado superministro Fernando Londoño Hoyos. Actúa como si aún estuviera en campaña electoral. Ignorando los elementos políticos y sociales.

El nuevo gobierno parece ignorar la realidad. La crisis es total. Pastrana entrega un país destrozado. Un Estado-Nación comprometido hasta en su propia existencia. El llamado a las reservas es un medida no sólo demencial, porque empujará al país a una guerra de mayor envergadura, sino porque agotará las pocas posibilidades económicas de mantener una mínima viabilidad. Inclusive el mando militar que se engolosina tanto con las decisiones guerreristas, advirtió que una convocatoria de estas proporciones hay que estudiarla muy bien por sus implicaciones económicas y logísticas. Incorporar a las reservas militares y de policía elevaría los costos del presupuesto de guerra de manera considerable. Precisamente en momentos que el Gobierno Nacional, con la anuencia del entrante, habla de riguroso ajuste fiscal y de sacrificios de los trabajadores.

El gobierno de los Estados Unidos no está interesado en un proceso de paz en Colombia. Continúa preparando la intervención directa y aún con la ayuda de algunos gobiernos de América Latina como lo denunció un diario brasileño hace pocas semanas, porque cree que por la vía militar resolverá rápido la presencia insurgente y la resistencia popular en Colombia, ambas incómodas para los proyectos hegemónicos imperialistas del ALCA.

La descarada y grosera intervención imperialista va en contravía del anhelo de la gran mayoría de la población colombiana que desea la paz, el diálogo y apoya la búsqueda de un pronto acuerdo humanitario.

En los últimos días se han incrementado las voces de distintos sectores, incluyendo la de ex presidentes y personajes del Establecimiento, que abogan por el acuerdo humanitario, en el entendido que éste podrá abrir la puerta para la reconstrucción del proceso de paz con las FARC. Inclusive, el gobierno de Pastrana, a última hora, en reacción tardía y hasta oportunista, ha pretendido hacer una propuesta de acuerdo humanitario contra el reloj, que de todas maneras el esfuerzo recoge la esperanza que los colombianos tienen en esta alternativa.

Esto es lo más importante. Por eso el pueblo colombiano debe rechazar la creciente injerencia de la embajadora de los Estados Unidos y de altos funcionarios yanquis en los asuntos internos colombianos, así como la actitud indigna y sumisa de los voceros del nuevo gobierno.