Unidad contra el racismo

Provocaciones y violencia racista están creciendo y son motivo de mucha preocupación. El racismo representa un peligro muy grave para nuestra nación.

James Watson, premiado Nobel hace 50 años por sus investigaciones sobre ADN, provocó la ira recientemente en ambos lados del Atlántico cuando dijo en una entrevista con el Sunday Times de Londres que él se siente “pesimista por el futuro intrínsico de África”, porque “toda nuestra política social se basa en el hecho de que la inteligencia de ellos es igual a la nuestra; mientras que todas las pruebas dicen que no”. Añadió que esperaba que todos seamos iguales, pero dijo, “La gente que tiene que tratar con empleados de color encuentra que no es así”. Watson, que tiene múltiples antecedentes de descabelladas declaraciones racistas, homófobas, y sexistas, fue despedido de inmediato de su trabajo en un prestigiado laboratorio científico de Long Island, Nueva York.

Desgraciadamente, las ideas de Watson no es algo anómalo. Las expresiones racistas llenan las ondas radiales y se esparcen por todo el mundo. Basta ver la diatriba de Michael Richards, o los insultos de Don Imus, o el uso de palabras racistas por Paris Hilton.

También hay la sugerencia de Lawrence Summers, ex presidente de la universidad de Harvard, de que las mujeres (de todas las razas) no son tan inteligentes como los hombres.

La frecuencia del uso de tales expresiones debe ser alarmante. Es evidente que en ciertos círculos la expresión del racismo ha llegado a ser cosa aceptable. Figuras públicas no harían tales declaraciones si no pensaran que pueden hacerlo con impunidad.

Nosotros creemos que estos ataques son inspirados por la política de del gobierno de Bush y de su departamento de Justicia, de culpar a las víctimas y de negarse cumplir con las leyes de derechos civiles, y cuyas políticas han tenido como resultado que un 50 por ciento de los sentenciados a prisión sean afronorteamericanos al igual que un 30 por ciento de los que mueren bajo custodio policial.

Cuando Bush se negó responder a las víctimas de Katrina, cuando el Tribunal Supremo falla una y otra vez en contra del pueblo trabajador, las minorías raciales y las mujeres, cuando el fiscal general utiliza al departamento de Justicia no para combatir al racismo y a la discriminación sino para afirmarlo, y cuando los líderes pro derechos civiles son difamados constantemente mientras se elogian a segregacionistas del ayer, señala que el racismo ya es cosa aceptable.

Un punto de lanza de esta ofensiva está dirigido a la gente de descendencia africana. La proliferación de de linchamiento en lugares de trabajo, escuelas y otros espacios públicos surge de la historia de terror del Ku Klux Klan y de la supresión brutal del pueblo afronorteamericano en el Sur y en otras regiones del país. Mostrar el símbolo de algunos de los actos de terror racista asesinos más brutales en la historia de nuestro país no es solo ilegal, sino que amenaza directamente a los principios democráticos que la gran mayoría del pueblo abraza con fervor. De ninguna manera se puede descartar como broma o mera travesura infantil.



Racismo y violencia

El racismo y la violencia van de mano en mano. Hay reportes en los medios informativos sobre el crecimiento y la fundación de grupos violentos racistas, que tienen cierto atractivo para algunos jóvenes blancos.

En Staten Island, Nueva York, primero esta una palabra racista garabateado en los bancos de un equipo de fútbol americano que venía de Harlem. Luego dentro de pocos días fue golpeado salvajemente un joven afronorteamericano por un grupo de jóvenes blancos con bates de béisbol.

En Jena, Luisiana, una soga de linchamiento fue colgado desde el “árbol blanco” por elementos racistas que más tarde golpearon a un joven afronorteamericano a puños y botellas de cerveza mientras gritaban consignas racistas. El colgar una soga es un verdadero crimen de odio racista, pero el departamento de Justicia de Bush se negó a hacer efectivo la ley federal o a intervenir cuando las autoridades judiciales locales les impusieron un duro castigo ejemplar a los Seis de Jena.

Y de la violencia en el seno del sistema de justicia criminal ni hablar. Los policías neoyorquinos que asesinaron a Sean Bell, un hombre desarmado, ni sin hacerle ninguna pregunta, pensaban que iban a salir impunes. En Florida, mataron a golpes un joven afronorteamericano de 14 años a manos del personal de un campo penal juvenil militarizado. Y luego, fueron exculpados esos empleados.

Frente a esta nueva ofensiva racista, creemos firmemente que la responsabilidad principal por el comportamiento negativo de algunos jóvenes afronorteamericanos no es la de los hogares encabezados por mujeres, como dicen algunos, pero más bien surge del mismo racismo estructural. Los que tratan de echarle la culpa principal a estos hogares contribuyen a veces a una campaña bien orquestada que busca destruir al movimiento antirracista.



¿Quién tiene la culpa?

El aumento en las provocaciones racistas es una reacción al cambio político del país alejándose de la desastrosa política ultraderechista de Bush y del Partido Republicano. El gobierno vive con el temor de los resultados de las encuestas que muestran que los dos precandidatos a la presidencia con más popularidad son una mujer y un afronorteamericano. La ultraderecha teme que con un nuevo gobierno se pondrá fin en verdad a la guerra en Irak y avanzará a la justicia racial y económica. Tampoco la agrada toda ese hablar de cancelar a los recortes de impuestos para los ricos, ni mucho menos la creciente preocupación por la ecología y por poner fin a una política extranjera motivada por las ganancias corporativas, el petróleo y el imperialismo.

La ultraderecha se pone rabiosa frente a la posibilidad de que el país pueda tomar nuevo rumbo, alejándose de la guerra, del racismo y de la oligarquía económica. Su estrategia es la de dividir a las razas, debilitando así al voto contra la ultraderecha en 2008. El aumento en los ataques contra los afronorteamericanos revela la centralidad del racismo dirigido contra la gente de color en el afán ultraderechista de adelantar su agenda en contra toda la clase obrera.

A la misma vez hay también un aumento en los ataques contra los inmigrantes en general y contra los méxicanoamericanos en particular, incluso un aumento en las redadas fascistoides de parte del gobierno. Hay un aumento en el vandalismo antisemítico contra sinagogas y casas, con svásticas y consignas de “Ya regresó Hitler” que aparecen en las paredes de algunos sitios de la región de la ciudad de Nueva York.



Unidos por la justicia

La manifestación de 50.000 por la justicia en Jena recientemente han sido calificados como el comienzo de un nuevo movimiento pro derechos civiles. Está muy claro que han asustado a los elementos racistas. Hace falta manifestaciones unidas y multirraciales similares por todo el país. El único modo de derrotar al racismo es con la unidad en la lucha.

¿Qué más hace falta para responder? Un abierto reconocimiento público de lo qué está pasando, con expresiones clara de rechazo por parte de cada oficial y organismo público y por parte de cada dirigente del movimiento sindical, por cada organización democrática y por los particulares, con despliegues de publicidad en periódicos locales y otras proclamaciones de unidad. Deben declararse los alcaldes, gobernadores, legisladores estatales y concejales municipales. Hace falta que oiga el público las voces unidas del antirracismo, no solamente del Grupo Negro del Congreso, sino de cada oficial elegido a todos los niveles del gobierno.

Los concejos municipales deben adoptar resoluciones, y deben celebrarse audiencias a nivel municipal, estatal y federal para determinar la situación real y para revisar leyes existentes en contra del odio racista con vista de hacerlas más fuerte. Deben ser llamados los comisionados de policía ante sus consejos municipales respectivos para rendir cuentas sobre lo que se está haciendo para evitar y castigar a la brutalidad tanto de la policía como de otros que cometen ataques racistas.

Los precandidatos presidenciales deben ser llamado a que se declararen en contra de la violencia racista y a favor de la unidad.

Ya es hora de actuar.

Jarvis Tyner, vicepresidente ejecutivo del Partido Comunista, y Sam Webb, presidente de esa colectivo político, escribieron este artículo para la Junta Nacional del PC.