Vietnamitas apelan a conciencia mundial en caso Agente Naranja

Primera de tres partes

HANOI (Prensa Latina) – La población vietnamita es muy noble, sencilla, laboriosa, en especial sensible, y se emociona con facilidad cuando recibe una muestra de simpatía, cariño y solidaridad, pero aferrada a su soberanía e independencia nacional.

Esas características se respiran en todo el territorio en esta nación milenaria sudasiática agredida durante el siglo XX por los colonialistas japoneses, franceses y estadounidenses. Aunque, lógicamente, se enfada y pone agresiva cuando la ofenden, maltratan, o agreden debido a que son amantes de la amistad, la paz, colaboración y cooperación internacional. Un ejemplo clásico de las manifestaciones de apoyo a este país de unos 80 millones de habitantes ahora se evidenció claramente a partir de la década de 1960 cuando la política belicista y dominante de Estados Unidos trató de conquistarlo mediante una cabeza de playa en el Sur (Saigón).

Como se conoce ahora a través de la historia y sus protagonistas, Vietnam representó para el Pentágono un campo de ensayo de su armas químicas y bacteorológicas fabricadas por los diferentes consorcios norteamericanos para contribuir a la destrucción y aniquilamiento y obtener grandes ganancias financieras. Entre esas 37 firmas aparecen Dow Chemical Co. y Monsanto Co., las dos mayores compañías productoras del mortífero Agente Naranja en el mundo.

En este contexto, entre 1961 y 1971, la aviación de Estados Unidos disemina en el sur de Vietnam 76 millones de litros de ese defoliante en un intento por destruir los selváticos bosques empleados por los patriotas para desplazarse en el territorio. Tal dispersión de los casi 20 millones de galones dirigida a desaparecer la flora y fauna del área, contamina además los ríos y manantiales con el agente químico tóxico, del cual uno de sus componentes principales es la dioxina, cuyos efectos permanecen en el suelo por largo años.

Como consecuencia de esa acción criminal, unos tres millones de vietnamitas resultan afectados por las exposiciones de los agentes tóxicos, incluidos más de un millón de niños, y 460 mil veteranos combatientes presentan deformaciones congénitas, cáncer y desórdenes mentales. La magnitud de la barbarie está dada por el hecho de que la cifra de las víctimas duplica a las contaminadas por las radiaciones de las bombas atómicas lanzadas también por Estados Unidos el 6 y 9 de agosto de 1945 sobre las ciudades mártires de Hiroshima y Nagasaki. Por eso, hoy, terminada la guerra hace casi tres décadas, Vietnam está en vía de resurgimiento, pero millones de sus habitantes expuestos a la dioxina contrajeron enfermedades peligrosas y centenares de miles murieron de forma dolorosa e indigna.

Esto figura en una carta abierta de la Asociación de las Víctimas del Agente Naranja-Dioxina (AVAND) al pueblo estadounidense, en la cual rememora que el 10 de agosto de 1961 un helicóptero H-34 del Pentágono comenzó a esparcir productos tóxicos como defoliante a lo largo de la carretera No. 14 entre las provincias de Kon Tum y Dac Lac, en la altiplanicie central del país. En la misiva, de la cual Prensa Latina obtuvo una copia en Hanoi, la AVAND explica a la población norteamericana que esos datos son el resultado de una investigación de un grupo de científicos de su propio país publicados en la revista Nature, en abril del 2003.

El detallado documento de la AVAND agradece a la opinión pública mundial y científicos de Estados Unidos que durante la década de 1960 protestaron por el uso del producto tóxico en Vietnam, incluso veteranos de guerra que botaron órdenes, medallas y otras condecoraciones por sentirse engañados.

Las autoridades vietnamitas exhortaron reiteradamente a Washington a asumir su responsabilidad moral y espiritual con los millones de víctimas de los productos tóxicos arrojados por su aviación durante la guerra. Además, a ayudar en el suministro de tecnología y equipos técnicos para limpiar los productos químicos subsistentes en ciertos aeropuertos sureños como Da Nang, Bien Hoa, y Phu Cat, y la desactivación de bombas y minas en varias localidades sur vietnamitas.

Sin embargo, desde entonces, las autoridades de Estados Unidos soslayan sus responsabilidades morales, espirituales y asistenciales con las víctimas vietnamitas y todo se convierte en promesas incumplidas. Ante esa situación, las víctimas del Agente Naranja-Dioxina de Vietnam exigieron un caso judicial contra las compañías fabricantes de los químicos tóxicos que obtuvieron colosales beneficios por la siembra de muertes y dolor para millones de personas. Esas demandas hechas por las víctimas vietnamitas responden también a los intereses justos de otros damnificados en Estados Unidos, Australia, Surcorea, Tailandia, Nueva Zelanda y Filipinas, cuyos soldados resultaron afectados, informa. De ahí que, esta apelación no sólo beneficia a una generación, sino a otras venideras por el derecho sagrado a vivir.

En la actualidad numerosos hijos de los veteranos de guerra, aunque nacieron en época de paz, sufren malformacions congénitas y contrajeron otras enfermedades muy peligrosas sin remedio para curarse. Una vez más, indica la carta, reafirmamos que el pueblo vietnamita nunca se siente hostil con el pueblo norteamericano, quien luchó también por su independencia y libertad. Por eso, esperamos que compartan el sumo dolor de las víctimas del Agente Naranja y comprendan que la utilización del químico tóxico constituye una grosera violación a las leyes internacionales, un crimen de guerra y la oposición al espíritu de la Proclamación de la Independencia de Estados Unidos en 1776, apela. A favor de la justicia y la noble conciencia, deseamos que los amigos norteamericanos levanten su voz para exigir que la corte en Estados Unidos inicie un juicio serio y reclamar la indemnización merecida para las víctimas tanto en Vietnam como en otros países, finaliza la carta de la AVAND de Vietnam.