¿Qué está pasando en Tibet?

El hecho de que se vaya a celebrar las Olimpiadas de este año y los disturbios recién en Tibet han sido motivo de llamar por o un boicot de los juegos internacionales o que se le otorgue a Tibet la independencia bajo el “gobierno en exilio” de Tenzin Gyatso, jefe de una orden de monjes budistas.

Para mucha gente Gyatso, el “Dalái Lama”, líder de los budistas tibetanos es una persona de paz y armonía. Según lo presentan los grandes medios de comunicación Tibet fue un país donde reinaba la armonía y la hermandad y donde se respetaba la vida tranquilamente.

¿Pero es eso una descripción es válida? No si uno va más allá de los reportes superficiales y mira a toda la historia, incluyendo lo que era antes la historia secreta de Tibet. Eso mismo lo han hecho varios escritores e investigadores. Dos de estos, Michael Parenti y José Antonio Egido, han escrito sobre este mismo tema. Parenti escribió un artículo “Friendly Feudalism: The Tibet Myth” (Feudalismo Amistoso: El Mito de Tibet) que fue expandido en enero 2007, mientras tanto, el artículo de Egido, un doctor de socioloígia, publicado por el Centro de Estudios Políticos para las Relaciones Internacionales y el Desarrollo (CEPRID), es titula, “Por el Pueblo de Tibet y Contra el Feudalismo Lamaista”. Ambos son disponibles el Internet.

Ambos hacen un resumen histórico del budismo, no solo en Tibet sino por toda la región del mundo oriental.

Parenti habla, usando fuentes históricas, de las peleas entre las diferente sectas del budismo. Él cita a un escritor occidental que práctica el budismo que dice, “Los conflictos religiosos eran común en la vieja Tibet” y que no era una situación de “vivir juntos con tolerancia mutua y buena voluntad no violenta”. El autor sigue, comparando al Tibet de ayer con Europa y sus “guerras religiosas” de siglos pasados. Como escribe Parenti, los conflictos bélicos entre las diferentes órdenes de monjes. De estas guerras sale victoriosa la secta Gelug, la del actual Dalái Lama.

Estas guerras eran tan violentas que hoy en día serían consideradas como crímenes de guerra. Los monjes no solo derrotaban a los otros monjes, sino que mataban a los que sobrevivían y sus familias, además de matar a los no combatientes.

En realidad los monjes budistas vivían, junto con grandes terratenientes, de la labor de una clase de siervos sin derechos. “La vida de los siervos tibetanos antes de 1949 era breve y durísima. Tanto los hombres como las mujeres trabajaban en las tareas mas sacrificadas y en el trabajo forzado” y “el pueblo sufría constantemente de frío y hambre”, escribe Egido.

La situación de la mujer era la peor. Estas eran consideradas menos que esclavas, menos que humanas.

Pero eso cambió a partir de la Revolución China. “Antes de la liberación no había en Tibet ni electricidad ni carreteras ni hospitales ni casi escuelas. Muchos siervos enfermaban a causa de la desnutrición mientras algunos monasterios atesoraban riquezas y quemaban grandes cantidades de alimentos como ofrendas. La mayoría de los recién nacidos morían antes de cumplir un año. La mortalidad infantil era en 1950 del 43 %. La viruela afectaba a una tercera parte de la población y en 1925 exterminó a 7 mil habitantes de Lhasa. La lepra, la tuberculosis, el bocio, el tétanos, la ceguera, las enfermedades venéreas y las ulceras causaban gran mortalidad. La esperanza de vida en 1950 era de 35 años”, escribe Egido.

¿Pero no tiene un pueblo el derecho de exigir la independencia? Claro que sí. Sin embargo, los monjes tibetanos jamás buscaron ser un país soberano hasta después de la Revolución. El jefe de estado de Tibet siempre fue el monarca chino que siempre tuvo el derecho de aceptar el Dalái Lama o no. No obstante a que los budistas creen que uno nace siendo el Dalái Lama, los monjes siempre aceptaron que el emperador chino validara su jefe espiritual.

Mientras que el Dalái Lama, sus monjes, y los terratenientes tibetanos podían a explotar a los campesinos, estaban contento sin soberanía e independencia. Después de la guerra con los japoneses (1937-1945) el partido Kuomintang rompió su alianza con los comunistas y empezaron a atacarlos. Chiang Kai-chek, jefe del reaccionario Kuomintang, tenía muy buenas relaciones con los monjes de Tibet.

Como era tradición cuando se instaló el actual Dalái Lama hubo una delegación del gobierno comunista en Beijín después que los rojos ganaron la guerra civil derrotando al Kuomintang.

Obviamente, el Dalái Lama y los no tenían ningún problema siendo una nación dentro de un estado multinacional anterior. “Lo que molestó a los terratenientes y monjes tibetanos a principios de los 1950s era que estos últimos chinos eran comunistas. Era solo una cuestión de tiempo, temían ellos, antes de que los comunistas empezaran a imponer sus esquemas colectivistas igualitarias en Tibet”, dice Parenti.

Esta situación no duró mucho. Para el 1955 la CIA ya estaba financiando y armando un ejército contrarrevolucionario igual como hizo en Nicaragua, Afganistán y otros países.

La contrarrevolución del 1956-1957, sin embargo, fracasó. Los siervos no se aliaron con los monjes y terratenientes. No defendieron al Tibet de ayer, sino que lucharon por un Tibet nuevo, un Tibet socialista. El futuro era de ellos y no de sus explotadores.

El Dalái Lama se fugó con millones y se estableció en India. Su grupo continuó ser financiado por la CIA que le otorgaba entre $1,2 millones a $1,4 millones cada año. El mismo Dalái Lama estaba en la nómina de la CIA recibiendo un salario de $186.000 anual.

El Tibet de hoy es diferente al de ayer. Hoy los tibetanos no se le dice que tienen que orar para curarse de las enfermedades, sino que tienen médicos y hospitales moderno. Antes 95 por ciento de la población era analfabeta. Hoy todos los niños tibetanos tiene escuela. Bajo el régimen comunista las mujeres de Tibet tienen aun más derechos que las mujeres de los vecinos países.

Los tibetanos ya no quieren regresar al Tibet de ayer.