50.000 marchan por libertad para los 6 de Jena

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JENA, Luisiana — Hasta 50,000 de todo el país llegaron a este pueblito en la madrugada del 20 de septiembre para participar en una manifestación que duró todo el día, con la consigna de “Libertad para los 6 de Jena”.

Los seis afronorteamericanos jóvenes pueden ser sentenciados a varios años de cárcel porque se atrevieron sentarse debajo del “árbol blanco” en el campus de la escuela superior de Jena el año pasado, y luego levantándose para protestar la mañana siguiente cuando unas sogas aparecieron en el árbol, un símbolo amenazante del terrorismo de los asesinos del Ku Klux Klan.

Su acción valiente produjo una reacción racista en el cual los alumnos blancos quienes habían colocado las sogas en el árbol recibieron un castigo ligero, mientras que a los alumnos afronorteamericanos todo mundo se les cayó encima.

El reverendo Jesse Jackson dijo a los participantes, “Tanto como Selma tenía que ver con el derecho al sufragio, y Little Rock con el derecho de una preparación de primera clase, este asunto tiene que ver con el desorden en el sistema de justicia que es cada vez aun más injusto”.

Los manifestantes voceaban “Libertad para Mychal Bell, libertad para Mychal Bell”, y “Sin justicia no habrá paz”. Bell es el primer de los seis alumnos afronorteamericanos que ha sido sometido a juicio por agresión extrema por supuestamente haber golpeado a un joven de raza blanca que le había insultado con palabras feas racistas después del incidente con las sogas.

Bell, que en aquel entonces tenía 16 años de edad, fue sometido a juicio y declarado culpable por un jurado de blancos solo. Ha estado en la cárcel desde el diciembre pasado.

El tribunal de apelaciones del estado de Luisiana desmintió el veredicto de culpable debido a que Bell, un menor de edad, fue sometido a juicio como adulto incorrectamente y ordenaron una vista sobre fianza. En la vista el día después le negaron que prestara fianza.

El alcalde de Nuevo Orleáns Ray Nagin, que vino junto con miles de personas de su ciudad, dijo a Nuestro Mundo que “la corte de apelaciones borró su veredicto, hay que poner en libertad al joven”. Nagin agregó, “esta manifestación es impresionante... Estamos juntados aquí en un espíritu de unidad y no violencia. Todos estamos enfocándonos en la necesidad de balance en nuestro sistema de justicia”.

Los camiones de pasajeros, la mayoría de los cuales fueron llenados por ramas de la NAACP en el sur, medio-oeste y noroeste, empezaron a llegar para la medianoche y se estacionaron por millas en ambos lados de todas las carreteras que atraviesan a Jena, llenando también todos los lugares de estacionamiento disponibles. Miles más vinieron en autos y camionetas. Burnell Tolbert dice que es un carpintero que trabaja reconstruyendo casas en el distrito seis de Nuevo Orleáns, un distrito destruido por el Huracán Katrina. Los residentes siguen esperando que el presidente Bush cumpla con su promesa de abastecer a los esfuerzos de reconstruir las casas, otro caso de injusticia racial descarada.

Charleston Hendrix, un obrero jubilado de Chicago, era un buen ejemplo de este espíritu. Vio dos mujeres jóvenes de raza blanca fuera de un donde trabajan. Tenían letreros improvisados con las palabras “Yo no soy racista”.

Hendrix les dijo con delicadeza “Esto es contra del pueblo de Jena. Sabemos que hay mucha gente muy buena, de raza blanca y de raza negra, en Jena. Esto está en contra del gobierno de Bush”.

En una breve entrevista, Hendrix le dijo a Nuestro Mundo que “Bush vino al poder diciendo que iba a unificar y no dividir a la gente. Lo ha hecho todo al contrario. Ha hecho todo en su poder de dividirnos, los blancos de los negros”.

Agregó, “No le echo la culpa a la gente de Jena. Culpó al gobierno de Bush”.

Linda Smith, una electricista en el astillero de Pascagoula, Mississippi, le dijo a Nuestro Mundo que sentía ira por lo que le hicieron a estos jóvenes.

Algunos mencionaron que las sogas colgadas en los árboles además de las palabras raciales ofensivas tienen un significado espantoso para la gente afro norteamericana por las memorias que traen de los linchamientos del Ku Klux Klan. “Hay toda una historia detrás de eso” dijo. “Debe haber una ley en contra del uso de esa palabra”.

Después, fuimos invitados al hogar de Robert Bailey, uno de los seis muchachos de Jena. A los acusados y a sus familias les han instruido de no conceder entrevistas con las medias informativas. Pero Bailey y otro acusado, Theo Shaw, estuvieron ahí saludando a muchísimas personas que hacían cola por su hogar modesto. Una tía pidió que no mencionáramos su nombre pero me dijo “nos hace sentir tan bien que tantas personas han venido para mostrar su apoyo para nuestros jóvenes. Tengo orgullo de mi sobrino. Todos estamos con ellos”.

Cuando se encontraron las sogas colgadas por las ramas del árbol aquella mañana, Bailey organizó inmediatamente una vigilia silenciosa, parándose debajo del árbol para protestar en contra de este crimen de odio. Fue un acto de valentía que recuerda a uno los jóvenes que hicieron plantones en los restaurantes en el sur en los 1960 para protestar en contra de la segregación.

En lugar de honrar a su patriotismo, las autoridades pretendían castigar en una forma extrema a Bailey y sus cinco compañeros. La inmensa protesta en Jena, y manifestaciones de simpatía en todo el país el 20 de septiembre, muestra que los racistas han metido la pata.