El acuerdo anunciado la semana pasada para resolver la crisis de cuatro meses en Honduras, se encuentra amenazado. El Congreso parece estar al punto de sabotearlo.
El presidente legítimo de Honduras, Manuel Zelaya, fue derrocado en un golpe en junio, al parecer por su política peligrosa a los intereses de las élites. Logró regresar clandestinamente al país y ha estado sitiado en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa, mientras que todo el hemisferio occidental ha estado presionando para que el régimen golpista se retire y restaure a Zelaya como presidente.
Una preocupación ha sido las elecciones nacionales programadas para el 29 de noviembre. Zelaya y la resistencia popular dentro de Honduras, respaldados por la comunidad internacional, han tomado la posición que tales elecciones llevadas a cabo bajo condiciones de un gobierno golpista y sin garantías, no deben reconocerse como validas por los otros países. La implicación de esto es que al no reconocerse el resultado de las elecciones, los otros países no van a retirar las sanciones económicas que han impuesto al gobierno golpista.
El gobierno de Obama exigen que el gobierno golpista se retire y restauren a Zelaya bajo restricciones propuestas por el presidente costarricense Oscar Arias, quien fue nombrado como mediador de la crisis por iniciativa de EEUU.
La semana pasada, EEUU envió a Thomas Shannon, vicesecretario de Estado por Asuntos Hemisféricos, a Honduras para ejercer presión para una solución de la crisis. Luego se anunció un acuerdo entre Zelaya y Micheletti. Los elementos claves del acuerdo son: El Congreso votará para restaurar a Zelaya, se establecerá un gobierno de unidad, se instalará una comisión internacional para monitorear los acuerdos, presidida por la secretaria de Trabajo norteamericana, Hilda Solís, y el ex presidente chileno, Ricardo Lagos. Luego se llevaría a cabo las elecciones bajo esta supervisión, y se levantarían a las sanciones.
Esta formula se ha expresado en una manera poco clara. Desde su llegada en la embajada brasileña, Zelaya ha llevado a cabo toda una serie de reuniones intensas con las distintas fuerzas políticas. Tal como parece, Zelaya cree que cuenta con los votos en el Congreso para que lo restauren al poder. Tal vez por esta razón, la organización principal de resistencia al golpe, el Frente Nacional en Contra del Golpe ha aclamado al acuerdo.
No obstante, el comité de 13 congresistas nombrado para tratar del asunto decidió no votar sobre el acuerdo por lo menos por dos semanas, y quizás no hasta después de las elecciones del 29 de noviembre. Esto, por supuesto, deshace por completo al pacto, porque significa que las elecciones se lleven a cabo bajo un gobierno golpista y sin garantías, y tal elecciones podría considerarse justa y limpia.
Shannon hizo declaraciones en el sentido de que su país aceptaría a cualquier resultado de las elecciones, y que tiene la expectativa que Zelaya haga lo mismo. Por su parte, Zelaya envió un mensaje al gobierno estadounidense preguntando si ahora EEUU pretenden abandonar su oposición al golpe.
Si todo esto suceda y el gobierno estadounidense reconozca los resultados de las elecciones y retire las sanciones, será una tremenda victoria para los golpistas y manchará al prestigio del gobierno de Obama en America Latina.
Foto: En Tegucigalpa, Honduras, 2 de noviembre. Eduardo Verdugo/Prensa Asociada